Image: Detrás de todo esto se oculta...

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Poesía

Detrás de todo esto se oculta...

Yehuda Amijai

29 julio, 2004 02:00

Yehuda Amijai. Foto: Archivo

Traducción de Raquel García Lozano. La Poesía, Señor Hidalgo. 353 págs, 20 euros

Yehuda Amijai (Wörzburg, Alemania, 1923-Israel, 2000) es el gran poeta de la inteligencia moral. "Yo escribo sobre mí mismo, sobre mi vida privada, sobre mis amores, mis hijos, mi dolor", decía. Cátedra acaba de editar Gran tranquilidad: preguntas y respuestas, también en traducción de Raquel García Lozano, responsable de la antología que Hiperión editó hace años, Un idioma, un paisaje.

Cuando José ángel Valente tradujo uno de los mejores poemas de Yehuda Amijai -"Un perro después del amor"- sabía muy bien lo que se hacía: nos daba la pista de un autor con el que no pocas cosas lo identificaban.

Detrás de todo esto se oculta una gran felicidad facilita el acceso a una obra poética caracterizada por la amplia variedad de sus registros y por una cada vez más creciente condensación mental. Los Poemas de Jerusalén con que se inicia muestran a un poeta que conoce la experiencia de la guerra y que es capaz de analizarla desde una clave crítica, en la que la delgadez de la escritura y la articulación de sus distintas partes no excluyen la agudeza lingöística ni tampoco la reflexión moral: "No tengo nada que decir sobre la guerra/no tengo nada que añadir, me da vergöenza".

Desde Arquíloco, Tirteo y Calino la guerra ha sido centro de atención de los poetas, que no siempre han mostrado hacia ella la misma actitud. Yehuda Amijai objetiva la suya en una serie de instantáneas que no tienen la misma intensidad: algunas se concentran en una especie de máxima, que no lo llega a ser; otras se aproximan a algo similar a un pensamiento; y las hay -como en el XI- que se transforman en un tipo de poema más largo y en la esfera de la elegía, que es -junto al epigrama- el territorio en el que Amijai parece sentirse más seguro y avanzar también más: "Mi vida se ha ido borrando tras de mí según un mapa exacto", dice uno de sus versos. En otros -como el XV- la guerra se convierte en un modo cruel de datación. La ciudad de Jerusalén centra el espacio fundacional de esta poética, en la que "las lápidas son las primeras piedras/de edificios que nunca se construirán". Amijai la ve como el "lugar donde todos recuerdan que han olvidado algo", pero no saben qué; la arquitectura aquí funciona como si fuera un palimpsesto entre las ruinas y la nueva construcción. Lo que en este ámbito desolado se ve es sólo "basura de la nada".

En "No estoy protegido" los poemas son mucho más autónomos, aunque el tema es, en gran parte, el mismo: "En esta tierra abrasadora/las palabras deben servir de sombra", y eso es lo que son. El espacio interior y el exterior se transparentan: uno es espejo del otro; el cuerpo y el amor, también la poesía amorosa -que informa amplias áreas de este territorio- se amplía hacia la piedad, como en "Mi madre y yo". Coincide con Quevedo y con Cernuda en "Estoy cansado como un idioma muy antiguo/en el que penetran palabras extranjeras", e identifica tiempo y espacio, como en "Gan Hayyim, por segunda vez".

Amijai desarrolla aquí su teoría de lo que llama "el llanto seco"; asiste a un fluir hacia otro lugar, visible en "Las cosas que no existirán", o en "Las luces que se han apagado". En esta nueva etapa "recordar es una forma de esperanza". El yo lleva luto por sí mismo -como en "Una sola melodía"- y lo cotidiano se convierte -como en "Pantalones vaqueros"- en una referencia cultural. Un poeta elegíaco es siempre, en cierto modo, un poeta epistolar: Amijai lo es, y en el más alto grado, en "Carta", donde expone una sabiduría existencial. "Un colegio ordenado" es un epigrama excelente. Su comienzo es rilkeano y plástico su rotundo final: "La ventana es cuadrada, pero el recuerdo es redondo./Y en los ángulos vacíos pasan cosas terribles". El uso de los infinitivos o su definición del alma -"leer/en un libro de viajes algo sobre una tierra/ a la que nunca irás"- dan la medida de este gran poeta que recuerda a los expresionistas por sus temas y al segundo Eliot, por su sintaxis. La versión es fiel, pero no todo lo rítmicamente ajustada que debiera. Eso, y las erratas que el texto tiene, hacen muy mejorable la traducción.