Terry McMillan

Traducción de Miguel Marqués. ADN. Madrid, 2017. 4551 páginas, 18€. Ebook: 9'99€

Las novelas de Terry McMillan (1951) parecen surgir de forma paralela a su vida. Me explico, sus heroínas son más adultas conforme la vida de la autora va acumulando años. Si las protagonistas de Esperando un respiro, escrita en los 90, eran unas treintañeras, la protagonista de Casi me olvido de ti (2016), está en la cincuentena y es abuela.



Se llama Georgia Young, y es una optometrista a punto de saltar la barrera de los 50. Está divorciada, se ha casado en dos ocasiones y tiene dos hijas que le plantean alguna que otra contrariedad sin importancia. Aparte de estas naturales minucias familiares, su vida transcurre sin sobresaltos, hasta que, de forma casual, tiene noticia de la muerte de un antiguo amor juvenil. Lo recuerda con cariño, como al resto de relaciones que tuvo en su juventud hace treinta años pero "lo que me entristece tanto es que nunca llegó a saber cuánto le quería" (p. 23). Comienza entonces a plantearse el sentido de su vida, y decide abandonar el trabajo y vender su casa para reencontrarse con antiguos amores. No pretende reiniciar ningún tipo de relación, sino replantearse su vida cerrando aquellas partes del pasado que parecían haber quedado en el aire y así "hacer las paces. Hacerles saber que no los había olvidado. Quizá para dar gracias por lo que había aprendido con ellos" (p. 239).



La popularidad de la mencionada Esperando un respiro y de su secuela, Getting to Happy (2010), han caracterizado a McMillan como una autora interesada en escudriñar las relaciones entre mujeres, cuando desde mi punto de vista la dinámica general de sus novelas -me viene a la mente aquella primeriza Mama (1987), Un día más un dólar menos (2002), o The Interruption of Everything (2005)- tiene que ver con la mujer como madre en el ámbito familiar; y desde luego que la familia también está presente en esta nueva entrega, aunque ofrece una interesante variante al plantear las relaciones entre mujer-hombre. Georgia recuerda poderosamente a Stella en De cómo Stella recobró la marcha (1996); como aquella tiene su vida resuelta, un buen trabajo, una buena casa y su vida encauzada. Sin embargo siente, como Stella, que su vida está vacía y si aquella se fue a Jamaica buscando alguna respuesta, Georgia intentará encontrarla visitando antiguos amores.



Se trata de un ejercicio de introspección reevaluando tanto los "qué" como los "por qué" de las relaciones. De esta forma llegará a la conclusión de que la rabia que sintió en una de las separaciones "No dejaba hueco en mi corazón para ningún otro hombre." (p. 103). Poco a poco, Georgia irá haciendo las paces consigo misma y entendiendo que el amor, como la vida, tiene sus propias normas; también que nadie debe ser culpado por sus errores juveniles y amorosos, pues la respuesta que busca tiene que ver con la propia naturaleza humana: "Si de joven hubiera sido más lista, habría sabido (o debería) que las rupturas son inevitables." (p. 279).



La narración en primera persona confiere una cierta dimensión épica a la cotidianeidad de lo narrado. Tal vez abuse de los diálogos, un exceso que se amplifica por la sutileza y riqueza, por las reflexiones personales narradas, que son con diferencia lo mejor de la novela.