Image: Mi nombre es Jamaica

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Novela

Mi nombre es Jamaica

José Manuel Fajardo

21 mayo, 2010 02:00

José Manuel Fajardo. Foto: Antonio Heredia

Seix Barral, 2010. 352 páginas, 19 euros.


Las novelas de José Manuel Fajardo (Granada, 1957) cuentan historias interesantes localizadas en espacios y épocas muy diferentes con atractivos y misterios que invitan a ser explorados. Están contadas con firme pulso narrativo en el mantenimiento del ritmo adecuado y en la creación de suspense que alimentan el interés del lector. Así ocurre también en Mi nombre es Jamaica.

Comienza con un congreso internacional de historia de los judeoconversos españoles celebrado en Tel-Aviv en noviembre de 2005. Allí se encuentran dos amigos, Santiago Boroní y Dana Serfati, ambos profesores universitarios en París. Él está alterado por el peso de la conciencia de culpa provocada por la muerte de su hijo en accidente de automóvil y sufre una extraña perturbación que lo arrastra a territorios peligrosos en la frontera israelí con Cisjordania, proclamando a todos que su nombre es Jamaica. Dana va en su busca por aquellos lugares donde antes había vivido en un kibutz con su exmarido. Ella es de familia judía, con antepasados en los campos de exterminio, mientras que Tiago no es judío pero, al sentirse Jamaica, su locura lo transforma en un alucinado vengador de los oprimidos por la tiranía de quienes detentan el poder para derramar la violencia sobre otros. Así, de la violencia en territorio palestino, en la primera parte, pasamos, en la segunda, a los disturbios perpetrados por los jóvenes en los barrios obreros de la periferia de París, adonde han regresado los protagonistas.

En la tercera parte desembocamos en una novela itinerante en la que alternan dos relatos con sendos narradores: el relato primero sigue siendo narrado por Dana, que va dando cuenta del viaje emprendido por ambos desde París hasta Granada, en busca de los antepasados de Tiago; y el relato segundo está contenido en la Relación de la guerra del Bagua, un documento histórico del XVII en el que Diego Atauchi, segundo narrador, cuenta los avatares de una insurrección de los incas en territorio amazónico del Perú, a donde han llegado judíos españoles y portugueses huyendo de la persecución inquisitorial del poder. Dana encuentra en dicho documento significativas coincidencias con los desvaríos de su amigo. Por último, en el epílogo, con eficaz empleo de la elipsis, se informa del viaje interior de ambos protagonistas en su situación actual, él en un pueblo español, ella en París.

Ambos relatos garantizan la suspensión de la intriga en las diferentes etapas de su desarrollo. Debe destacarse en el primero el problema de las relaciones entre padres e hijos y el origen de la locura quijotesca nacida del dolor sufrido por los judíos desde la expulsión de España hasta el holocausto; en el relato segundo, el testimonio de la masacre de los conquistadores españoles contra los incas y en ambos relatos la ponderación de la violencia como una constante en la historia ejercida por los dominadores sobre los sometidos. He aquí, pues, una novela que combina la exploración psicológica y existencial con la recreación histórica y de aventuras, y con reflexiones autocríticas sobre la propia narración.