Novela

El amante extremadamente puntilloso

Alberto Manguel

30 marzo, 2006 02:00

Bruguera. Barcelona, 2006. 112 páginas, 14 euros

Esta obra del autor de Una historia de la lectura es un juguete literario con ciertas reminiscencias borgianas y un tratamiento irónico de la historia que se nos cuenta, sin que falten, incluso, ciertos atisbos de roman à clé.

Escrita como el fingido ensayo de un historiador local sobre Anatole Vasanpeine, un voyeur especializado en avizorar primero y fotografiar después fragmentos de cuerpos humanos como oscuro objeto del deseo, su peregrina trayectoria personal y el drama con que concluye son reconstruidos con la ayuda de los diarios del protagonista y un variado repertorio de fuentes bibliográficas relacionadas con la región de Poitou-Charennes, en cuya capital habría nacido Anatole en el año del caso Dreyfus.

De este personaje, que se rebozaba desnudo en un lecho cubierto por sus fotos de anatomías parciales, se ofrece incluso un retrato antes de comenzar la narración de su caso, que se dice abordado por primera vez en un texto apócrifo de Jean-Luc Terradillos, un periodista real que dirige una revista de provincias. A partir de esta primera nota, Manguel pone al servicio del narrador frecuentes referencias eruditas de carácter ficticio o que encierran una clave que no le será fácil descubrir al lector. Por ejemplo, el père Bouquet, autor de una autobiografía titulada Mes tête-à-têtes avec Dieu, supuestamente publicada en Poitiers en 1932 por L’Estampette chrétienne, parece trasunto de un editor con el mismo nombre que se encarga de difundir en francés las novelas del propio Manguel mediante su sello de culto, Editions de l’Escampette.

En otras oportunidades el autor se muestra más complaciente con su público y enseña enseguida sus cartas. Así por ejemplo cuando propone que se cuenten entre las fuentes artísticas del desvarío que lleva a la muerte a Vasanpeine el arte del mosaico, que floreció en Poitou cuando la dominación romana, pues aunque reproduzca la totalidad de los cuerpos representados lo hace mediante la integración de numerosas teselas fragmentarias tal y como Anatole retrata labios, dedos, cejas, pezones o codos. Mayor interés tiene, a estos efectos, la referencia al blasón, el término de la heráldica que sirve también para referirse a la forma poética inventada en el siglo XVI por Climent Marot con el propósito de glosar las distintas partes del cuerpo femenino, como él hizo, por caso, con su poema sobre el beau tétin. Rubén Darío será uno de sus cultivadores en Prosas profanas.

Poco más hay que decir de El amante extremadamente puntilloso. Junto al protagonista y el historiador tan sólo aparecen dos personajes más con una cierta entidad, el librero japonés Kusakabe y una espectral mujer. A pesar de la relevancia que le concede a Vasanpeine el propio título de esta nouvelle, su biografía de tipo raro y excéntrico parece no ser lo sustantivo para Manguel. Al fin y al cabo, la sustitución que Anatole hace del ojo por la cámara le lleva a una conclusión bien roma: que la imagen captada por la fotografía persiste mientras que la tan sólo vista se esfuma enseguida. De lo que se trata es de llevar adelante un ingenioso juego que probablemente cobra todo su sentido en el contexto de una comunidad literaria reducida cuyo centro es el editor de Manguel que publica sus libros desde Chauvigny.