Image: Experiencias de un traductor

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Ensayo

Experiencias de un traductor

Valentín García Yebra

24 mayo, 2007 02:00

Valentín García Yebra. Foto: W.G. Alvarado

Gredos. Madrid, 2006. 318 páginas. 16 euros

Es la traducción -seguramente la labor intelectual más dura- una tarea poco conocida y no bien reconocida en sus muchos valores. De ella participan el conocimiento de una lengua y el rigor, pero también la sensibilidad, ese don que permite que el texto resultante conserve el espíritu del texto originario. Cuando estamos hablando así, nos estamos refiriendo sobre todo a la traducción literaria y, en último extremo, a la poética. Sin embargo, hoy tiende a ser una tarea mejor estructurada y reconocida y, aunque se debate todavía entre los extremos de una excesiva especialización y la ligereza de su uso, se nos ofrece ya como una tarea intelectual muy alta y meritoria.

Seguramente en España no existe otra persona que haya atendido tanto al hecho de traducir y a la teo-ría en torno al mismo como Valentín García Yebra. Su bibliografía sobre el tema constituye una base preciosa para aquellos que deseen aproximarse al tema con el rigor debido. Estoy pensando, sobre todo, en su Teoría y práctica de la traducción (1997, 3ra. ed.), pero también En torno a la traducción (1989) o Traducción: historia y teoría (1994). A la vez, nos hallamos ante obras que deben complementarse con otras del mismo autor, más específicamente lingöísticas, como Claudicaciones en el uso de las preposiciones (1988) o El buen uso de las palabras (2003).

Pero en García Yebra, además de un lingöista y de un académico tenemos también a un muy especial traductor, y ello es lo que nos mueve a valorar este libro y a resaltar su utilidad. El título ya revela la razón primera y última del mismo: las experiencias que el autor ha tenido a lo largo de muchos años de contacto con la traducción y, particularmente, con la de textos griegos (Aristóteles) y latinos (Julio César, Cicerón, Séneca), pero no hay que olvidar tampoco otras versiones emblemáticas suyas, como fue su monumental versión de Literatura del siglo XX y cristianismo, de Moeller.

Experiencias de un traductor posee la amenidad de unos textos que nacieron, en su origen, para ser difundidos como artículos, ensayos breves o conferencias, pero a la vez con ese rigor científico que sólo proporciona el conocimiento sabio del contacto con el tema. Haciéndose sucesivas preguntas para las que va buscando las respuestas, García Yebra va introduciéndonos en temas y en subtemas derivados del traducir, y partiendo de "las ideas generales" sobre esta tarea intelectual. Vamos avanzando en la lectura del libro con el placer del simple lector que saborea las palabras sabrosas, las expresiones fecundas, las valoraciones inteligentes, pero enseguida el traductor que también hay en nosotros atiende a la lectura desde la óptica del especialista, y aquí es donde el libro nos ofrece sus mejores gemas.

Los temas tratados se van diversificando de manera sugestiva, pero atendiendo siempre al fundamento de los mismos. Por ello, no es extraño que se nos vayan iluminando tanto problemas, formales como de contenido (aquí el de "la responsabilidad del traductor"). A veces, ambas visiones se funden en una sola, como cuando García Yebra aborda la traducción como una labor que comprende "teoría y práctica". Particularmente fundamentados resultan sus análisis en torno a la traducción en su confluencia con las lenguas clásicas, acompañados de numerosos ejemplos. Si el autor alude a compiladores de la Antigöedad (Donato, Prisciano) nos llevará, a su vez, a la presencia de ellos en la Commedia dantesca y, luego, a todas sus derivaciones en el renacimiento y en la modernidad. Los términos técnicos, las traducciones específicas (el neologismo o algunas valoraciones de traducciones españolas, sobre todo poéticas), son otros temas tratados de manera tan concisa como ilustrada.

Al fondo de ellos descansa, para García Yebra, una necesidad primera, que es la de la "traducción y cultivo de la lengua propia", pues en esencia el traducir depende de dos fases primordiales: buen conocimiento de la lengua de partida y de la de llegada. El mensaje es claro, pero, a la vez, ¡qué difícil de abordar para tantos traductores! Así que, por encima de sus muchos valores, esta obra posee una gran utilidad para el traductor profesional. Luego, el lector interesado por la magia de las palabras encontrará en estas páginas un festín de saberes.