Image: Años de andanzas...

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Ensayo

Años de andanzas...

Jean Améry

19 octubre, 2006 02:00

Jean Améry. Foto: Archivo

Traducción de Marisa Siguán. Pre-Textos. Valencia, 2006. 195 páginas, 18 euros.

La obra de Jean Améry es exigua, pero en cada uno de sus libros se advierte la tensión de una escritura que surge de la necesidad y el espanto. Nacido en Viena en 1912, sólo advertiría su condición de judío al ser deportado a Auschwitz, donde se convertiría en el preso 172364. Su oposición al fascismo como miembro de la Resistencia no impidió que experimentara la fascinación por los mitos de una ideología basada en el culto a la Sangre y el Suelo. Su incapacidad de falsificar el pasado le obligó a reconocer lo que otros ocultaron, usurpando el papel de conciencia moral de una nación horrorizada por su responsabilidad.

Améry se dejó seducir por el irracionalismo, pero al contemplar esos años no le cuesta ningún esfuerzo reconocer el vínculo entre la renuncia a la razón y el crimen de Estado. El tiempo tampoco ha absuelto al positivismo lógico. El Tractatus de Wittgenstein se muestra tan incompetente como la filosofía de Hegel para explicar el curso de la Historia. Heidegger y Carnap no son menos necios. Améry reivindica la razón ilustrada, la importancia del individuo, del hombre expuesto a sus semejantes. Es imposible transitar por Auschwitz y negar al individuo como Absoluto. La finalidad del Lager era destruir al individuo. El objetivo de la razón es preservarlo y, en casos de sufrimiento extremo, reconstruirlo.

Los seis ensayos aquí reunidos (exquisitamente traducidos) pueden interpretarse como una autobiografía intelectual, pero también como una revisión de lo vivido. El yo que circula por estas páginas se interpela a sí mismo sin ninguna autocomplacencia. La vocación artística convive con el rigor ético. No es casual. Frente al boato de los autores que sólo añoran publicitar su nombre, Améry acoge el reconocimiento con disgusto. Siempre se ha considerado un escritor, incluso antes de publicar, pero su verdadero interés es averiguar qué se esconde bajo sus palabras, quién es el hombre que soportó la tortura, se familiarizó con la muerte y, por fin, comenzó a escribir. El hombre que más tarde se suicidaría en 1978, escogiendo como último escenario un hotel de Salzburgo. Tras su gesto, hay algo más que desesperación. Sus libros sobre el suicidio (Levantar la mano sobre uno mismo) y el envejecimiento (Revuelta y resignación. Acerca del envejecer) constituyen una impugnación de la vida. La conciencia es una maldición; el hombre, un trágico error.

Améry se refugió en la literatura cuando empezó a prosperar la barbarie fascista. Durante la posguerra, se acogió de nuevo a un ejercicio que garantizó su dignidad y mantuvo su interés por el mundo. Su testimonio como superviviente del Holocausto rompió su anonimato. Mas allá de la culpa y la expiación le proporcionó la fama superados los cincuenta. Años de andanzas consiguió el elogio de la crítica. Los lectores no se mostraron tan convencidos. La perspectiva del tiempo nos permite asegurar que la literatura de Améry nunca decae. Hay algo insoportable en ella. El humanismo ilustrado que inspira el juicio político y moral carece de la fuerza necesaria para disolver el profundo nihilismo grabado en la piel de un estilo tan preciso como el de Cioran pero mucho más desgarrador. El nihilismo de salón de Cioran no soporta la confrontación con el genuino pesimismo de un autor que, al margen de su experiencia personal, intuye el carácter liberador de la muerte. Lúcido, desesperanzado, terrible, Améry no ofrece ningún consuelo. Años de andanzas nada magistrales nos deslumbra con la misma intensidad que nos aflige.