Image: Jordi Gracia: “Tras la guerra, la alternativa fue exilio o indignidad”

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Ensayo

Jordi Gracia: "Tras la guerra, la alternativa fue exilio o indignidad"

Lo mejor del año: No ficción

29 diciembre, 2004 23:00

Jordi Gracia. Foto: Antonio Moreno

Especial: Lo mejor del año

-La resistencia silenciosa es la tercera versión de “varios libros escondidos y alguno sacrificado”: ¿Por qué no le gustaron la primera y segunda versión? ¿Cree que ha acabado el mejor de los libros posibles? -Entre el primero, muy corto y algo asténico, y el segundo, demasiado largo y redundante, ha salido otro que procura promediar las cosas y a veces también los juicios. -¿Cuál es el principal descubrimiento de su obra? -Me propuse contar algunas cosas sabidas y otras que lo son menos, y asumir el punto de vista propio, sin miedo pero sin temeridad, y quizá por tanto concitando fricciones, enlaces, combinaciones que no habían sido ensayadas de la misma manera: quizá por eso me gusta pensar que ha salido un ensayo y no exactamente un estudio académico. -¿Cómo resistieron los intelectuales españoles los quince primeros años de franquismo tras la guerra? -Algunos estupendamente, pero los mejores sin duda fatal: como pudieron, que fue poco, y con muchas dificultades porque el quindenio negro padeció la experiencia de un Estado fascista y jugar en ese tablero es hacerlo con cartas marcadas: gestos, evocaciones, semillas de futuro. -Escribe que “lo soportaron todos, pero no todos se comportaron igual...” ¿quién fue el más indigno? -A mí me amarga la lectura de la propaganda de guerra de Marañón y me duele el comportamiento adulador de Azorín, pero el problema quizá está en otro sitio: con la indignidad hubo que subsistir a la fuerza, o coger la vía del exilio, y a veces he tenido la tentación radical de asumir que la subsistencia bajo un régimen fascista sólo puede ser indigna, como le escribió Américo Castro a Menéndez Pidal sin prejuzgar la legitimidad de quienes subsistieron aquí sin cometer tropelía alguna sino al revés, recomponiendo los destrozos que trajo la Victoria. Integridad ética casi biológica -¿Y el más valiente? -Cuanto más aprendo de Dionisio Ridruejo más me puede el personaje, y hasta llegaré a aceptar el adjetivo que le oí a Javier Pradera hace unos días: entrañable, que le cuadra pero es casi peor que llamarlo emblemático... La integridad ética en su caso fue casi biológica, y si a Julián Marías, por ejemplo, no le hizo ninguna falta sobreponerse a su pasado, Dionisio Ridruejo rectificó y asumió como derrota lo que había creído la victoria. -¿El más cínico? -No lo sé o no me atrevo, ¿digo Eugenio d'Ors? El cinismo fue la respuesta privada y acomodaticia que se administró un grueso sector de adictos franquistas presuntamente falangistas. -¿Podría definir, en dos líneas, el comportamiento de Baroja? -Tranquilizó su conciencia publicando lo que pensaba de la España de Franco justo antes de regresar, y después procuró seguir haciendo lo de siempre sin que le arruinasen la vida. -¿Marañón? -Se fue más allá de lo tolerable cuando la vanidad y el Madrid vespertino lo pusieron en el papel de figurón del régimen, pero paradójicamente había padecido también el fanatismo de la Victoria. -¿ Y Laín Entralgo? -Ridruejo decía en privado que no pararía hasta meter a Laín en la cárcel, es decir, hasta conseguir de él un compromiso más exigente con la oposición y menos indulgente consigo mismo. Lo podía decir Ridruejo (que fue quien experimentó una transformación más sorprendente), pero nadie más, excepto el exilio. -A la luz de sus investigaciones, ¿el llamado “posibilismo” fue eficaz? -Pensar rectamente, rehuir la mentira retórica, rescatar la tradición liberal y exiliada, actuar en conciencia y repudiar la adulación franquista no fueron formas del posibilismo; todo ello sirvió más bien para reactivar y poner en circulación los mimbres de una modernidad laica y racionalista menos amordazada o expoliada de lo que el régimen se propuso infatigablemente.