Image: Voces canarias recopiladas por Galdós

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Ensayo

Voces canarias recopiladas por Galdós

Edición de Clara E. Hernandez Cabrera y J. A. Samper

10 junio, 2004 02:00

Galdós retratado por Joaquín Sorolla

Ed. del Cabildo de Gran Canaria. 153 págs, 18 euros

Hacia 1860, un joven Benito Pérez Galdós de apenas diecisiete años, que aún no había salido de Las Palmas, fue anotando en un cuaderno, con un interés que parecía anunciar su vocación de escritor, palabras que oía en hablantes de la isla y no encontraba luego en los diccionarios.

Este cuaderno manuscrito, en el que Galdós llegó a registrar más de cuatrocientos vocablos de distinta naturaleza, fue reproducido muy incorrectamente por Elías Zerolo hacia 1930, como apéndice de su obra Voces y frases usuales en Canarias; se encuentra entre los fondos del Museo Canario de Las Palmas, y es ahora por fin objeto de una pulcra edición de Clara E. Hernández y J. A. Samper, que no se han limitado a transcribir y presentar el manuscrito, sino que han analizado, con métodos propios de la sociolingöística, la naturaleza de las palabras recopiladas por el futuro escritor, su extensión y su vigencia actuales, los tipos de definición utilizados y hasta la presencia de estas otras voces propias de Canarias en la obra madura de don Benito. Completa la edición una reproducción facsimilar del cuaderno que resulta del mayor interés.

Hay en la lista confeccionada por Galdós palabras hoy desusadas que los hablantes no reconocen -según las fidedignas encuestas llevadas a cabo por los editores-, como ababete ‘abubilla’, majalulo ‘persona torpe y lenta’ o trompitisca ‘hombre que vale poco’. Otras se hallan en trance de desaparecer, como beterrada ‘remolacha’ -claramente emparentada con el francés betterave, magaruto ‘persona del campo’ o rabisquiento ‘de mal genio’. Pero muchas de estas voces mantienen hoy su vigencia, sobre todo en zonas rurales. Las palabras que llamaron la atención del joven Galdós pertenecen a ámbitos muy diversos: partes del cuerpo (totizo ‘cogote’), rasgos físicos (pambufo ‘gordo’) o psicológicos (ñanguete ‘cobarde’), dolencias o enfermedades (lamedor ‘jarabe’), comidas (bichillo ‘solomillo’), términos de agricultura (sorribar ‘roturar’), profesiones (robencino ‘vendedor ambulante’), etc. Vale la pena recorrer estos apuntes que conservan los primeros indicios testimoniales del interés de Galdós por lo que más tarde llegó a ser el instrumento esencial de su tarea: el habla real, espontánea, no contaminada por factores que no fuesen la propiedad léxica y la fidelidad a una tradición idiomática. Ahí está ya, en embrión, el futuro escritor. Leer el cuaderno es como asistir a la génesis remota de una vocación que se manifestó luego en una producción literaria que no cesó durante medio siglo. El hecho de que sea una institución pública la que ha editado estas páginas revela que, en ocasiones, tam- bién puede utilizarse el dinero del contribuyente para impulsar empresas culturales necesarias.