Image: Querida Gala

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Ensayo

Querida Gala

Estrella de Diego

26 febrero, 2004 01:00

"Gala desnuda de espaldas mirando un espejo" (1960)

Espasa. Madrid, 2003. 249 páginas, 25 euros

Nadja, la novela de Breton, empieza con una reflexión: "¿Quién soy?... ¿Por qué no podría resumirse todo únicamente en saber a quién frecuento?" Constata la razón del refrán castizo: "Dime con quién andas y te diré quién eres".

¿Es viable escribir una biografía guiada por semejante planteamiento? Si hay una, sería la de Gala. Partamos de la base de que ella misma trató de borrar su biografía y, además, su vida se entrelazó con las de sucesivos genios: el poeta Paul éluard y, luego y para siempre, Salvador Dalí -con una breve parada en Max Ernst-. Las biografías clásicas de Gala, escritas por Bona y por Vieuille, comienzan ambas con la llegada de Gala a Clavadel, el sanatorio donde conoció a éluard. Pero es con Dalí con quien la simbiosis es completa. Una biografía de Gala corre el riesgo de ser la de Dalí, en cuya vida y en cuya obra siempre se le ha reconocido -para mal, más que para bien- un papel fundamental. De hecho, muchas de las obras de los años setenta están firmadas "Gala-Salvador Dalí".

Querida Gala es, más que una biografía al uso, un ensayo biográfico. Hay menos noticias de la vida de Gala que largas incursiones en asuntos de los que formó parte. Se recorta su perfil vacío sobre el retrato del exilio ruso. O sobre el análisis del temor que sentían los surrealistas ante las mujeres "reales". O cuando la autora desarrolla la teoría del espejo de Lacan -Dalí escribió: "Gala, mi Narciso"-. Sólo cuando el rostro de Gala es ya un hueco insoportable en el abigarrado friso de la historia y de las interpretaciones, Estrella de Diego lo colma con su propia aportación para la comprensión del personaje.
Propone considerar a Gala como una artista disfrazada durante toda su vida de modelo. Pero artista al fin. Y no por los objetos surrealistas que realizó el año de la célebre exposición de 1936, sino por haber construido su propio retrato sin haber creado una obra tangible. Lo sería en cambio su propia vida y, especialmente, su morada en el Castillo de Púbol, que Dalí le regaló en 1966. Una creación plausible precisamente en aquellos años en que el arte se hacía inmaterial y se valoraba el proceso. Algunos datos hacen que suene verosímil. ¿Por qué Dalí, que había preparado su tumba al lado de Gala, decide poco antes de su muerte enterrarse en otro lugar?, concretamente en el Teatro Museo de Figueras, definitivo retrato de su genio y su vulgaridad, como lo era Púbol de los austeros y misteriosos gustos de ella. Estrella de Diego propone una Gala convertida en heroína postmoderna, por la imposibilidad de crear con su vida una historia y tener que conformarnos con un relato. Bajo estos presupuestos debemos valorar su libro, lo que hace recordar la opinión de Unamuno sobre el ajedrez: "Demasiado como juego y como ciencia, poco". Un juicio por comparación que evita una valoración directa: aceptarlo como es. Este libro no es una biografía ni una narración, sino el seguimiento de una vida inventada por su titular. Habrá que dar la razón a su autora cuando escribe: "en la Modernidad, la biografía es el proyecto de ficción por excelencia".