Plath con sus hijos en Devon, en 1962

Plath con sus hijos en Devon, en 1962

Ensayo

La mujer en silencio. Sylvia Plath y Ted Hughes

8 enero, 2004 01:00

Janet Malcolm

Traducción de Antolín Rato. Gedisa. Barcelona, 2003. 223 páginas. 12,90 euros

En un momento de este libro la autora menciona Los papeles de Aspern, la deliciosa novela de pesquisa erudita de Henry James. La referencia no puede ser más atinada: también La mujer en silencio es una pesquisa erudita en la que el investigador resulta afectado y se replantea los fundamentos morales y sociológicos de su labor.

El resultado es un libro que, aun ateniéndose a la acreditada fórmula que el género biográfico ha adquirido en los países anglosajones -mezcla de encuesta periodística y crítica literaria, sostenida por un riguroso aparato erudito-, llega a conclusiones que dejan en entredicho no sólo dicha fórmula, sino la viabilidad misma del género y, sobre todo, sus pretensiones de verdad científicamente fundamentada. A tales efectos, no resulta raro que el objeto del libro sea la relación entre la poetisa suicida Sylvia Plath (1932-63) y su marido, el también reputado poeta Ted Hughes. Buena parte de los biógrafos de Plath han hecho recaer sobre éste un cierto grado de responsabilidad en la muerte de su esposa, elevada ya por su suicidio y fama póstuma a un lugar de honor en el martirologio feminista.

En vano ha ejercido Hughes con probidad su papel de albacea del legado de Plath: cualquier silencio suyo, cualquier restricción al uso de documentos que pudieran violar su propia intimidad, han sido interpretados como intentos de manipulación o censura. Con frecuencia, tales acusaciones han recaído directamente sobre la hermana y colaboradora del poeta, la temible Olwyn Hughes. Perspicazmente, la autora detecta el peso que en este reparto de papeles (biógrafos acusadores y feministas, por un lado, contra marido y cuñada de la suicida, por otro) han tenido los condicionantes de la época, las exigencias del despiadado escalafón universitario y las circunstancias personales de los distintos investigadores que han intentado pescar en estas revueltas aguas. Sorprendentemente, concluye que la versión más ecuánime del drama de Hughes y Plath es la que en su día fue más atacada, la biografía que escribió Anne Stevenson, claramente lastrada por las imposiciones de los Hughes y poco clemente con las debilidades de carácter de la poetisa muerta.

Lo que la autora, en definitiva, parece decirnos es que no hay biografía que no sea arbitraria, ni intimidad que no sea vulnerable. Después de leer este libro, lamento el crédito dado a las muchas leyendas que conforman nuestro conocimiento de los autores que admiramos. Y nos acogemos a cierta exigencia de buena educación, de no ser parte del mercadeo de intimidades por el que convertimos a esos autores en personajes literarios. Vagamente simpatizamos con la hosquedad de Hughes. Y aprendemos a leer los poemas de Plath con el respeto debido.