Image: Crítica de la razón instrumental

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Ensayo

Crítica de la razón instrumental

Max Horkheimer

13 febrero, 2003 01:00

Max Horkheimer

Trad. Jacobo Muñoz. Biblioteca Nueva, 2002. 190 páginas, 17 euros

Hay clásicos cuya vigencia desazona, porque testimonia que perviven las miserias del mundo que denuncian. A fines de la década de 1940 los pensadores de la Escuela de Frankfurt expresaron su temor a que muchas actitudes irracionales del totalitarismo vencido en los campos de batalla perdurasen, dulcificando su apariencia, en la locura cotidiana de la cultura de masas.

Un vistazo a la programación televisiva en horas de máxima audiencia, donde residuos estrambóticos de poderes míticos del pasado -brujas, mediums y adivinadores de lotería- conviven con las más obtusas fuerzas del futuro -jovencitos de desparpajo situado más allá del bien y del mal, dispuestos a todo con tal de "triunfar en la vida"- evidencia que aquella sombría perspectiva no es tan lejana. El capitalismo ha adoptado formas de dominación menos ostensibles que las económicas, hasta pasar inadvertido ante unas masas entregadas al consumo indiscriminado de ocio. Bajo el tinglado de la industria del espectáculo y la información, los nuevos poderes dispensan a los valores culturales el trato del ignorante, que desprecia su finalidad más propia y los juzga sólo en función del lucro que le reportan. En un mundo donde todo depende del mercado, la propia razón se instrumentaliza como otro factor de rentabilización del producto, perdiendo su potencial emancipador.

Tal es la situación denunciada por Horkheimer en Crítica de la razón instrumental, y donde se demuestra la actualidad de su obra. Bastaría dicho motivo para apreciar esta nueva edición en castellano, que además suple la ya inencontrable de Ediciones Sur con una cuidada versión, a cargo de Jacobo Muñoz, y una acertada presentación de Juan José Sánchez. En ella, Sánchez sintetiza los principales rasgos de esta fase de la teoría crítica, como v. g. su énfasis en el lado negativo del proceso de racionalización, el cual, al alimentar la represión de la naturaleza -externa e interna- con vistas a la autoconservación del individuo, genera una lógica del dominio que, exacerbada en la modernidad, amenaza con destruir lo que dicho proceso soñaba realizar: la idea misma de hombre.

Pero esta radicalización de la crítica de la razón no supone su abandono en pro de otras instancias, como prueba la polémica de Horkheimer con esas falsas panaceas que, del neotomismo al positivismo, proponen un retorno al mito (religioso o tecnocrático). Se trata de liberar a la razón de su formalización, de su reducción de fines a medios, recordándole su impulso utópico: la realización de la justicia entre los hombres. La filosofía, evitando la tentación de convertirse en receta aplicable, ha de ayudar a iluminar este proceso. Mas justamente por recelar de groseras instrumentalizaciones, Horkheimer deja irresuelta la cuestión de cómo vincularla a una práxis transformadora de lo real. Así, la última palabra del legado frankfurtiano no es una promesa salvífica, sino una llamada a la resistencia en un mundo desencantado. También en esto se nos muestra actual.