Image: Cela: un cadáver exquisito

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Ensayo

Cela: un cadáver exquisito

Francisco Umbral

1 mayo, 2002 02:00

Francisco Umbral. Foto: Mercedes Rodríguez

Planeta. Barcelona, 2002. 224 páginas, 17 euros

¿Quién mejor que Umbral para escribir sobre Cela? La obra de ambos procede del tronco común que, desde Valle, nos retrotrae a Quevedo. El subtítulo del libro es el habitual en las antiguas tesis doctorales de literatura: "Vida y Obra", es decir, biografía y estudio.

Pero el autor mezcla, porque le resulta difícilmente separable, una y otra. Y el ensayo acaba siendo, cuando pretende reflejar la vida del escritor gallego, un repertorio de anécdotas, y cuando trata de analizar la obra consigue también páginas brillantes, pero Cela y Umbral se ofrecen a un tiempo. El ensayo-biografía-estudio acabará siendo parte de la imagen pública umbraliana que vivió, en los últimos años de la vida de Cela, en parecidos ambientes, aunque con una mordacidad crítica que en Cela era silencio cuando no peculiar ternura. La biografía de Cela deja en penumbra largas sombras que el autor debe conocer, lo asegura, aunque está decidido a no revelárnoslas por el momento. El resultado, sin embargo, no puede objetarse, porque no engaña al lector, ya que testimonia y no disimula opiniones que podrán resultar hirientes. Umbral, al tratar de Cela, trata de sí mismo y, a la vez, del Cela que ha elegido. Sus páginas contienen ideas luminosas, que dan juego al ingenio y abren caminos. Pero el conjunto puede parecer desordenado. No busquemos un académico orden o método.

Se nos ofrece como un canto al amigo: "Se me ha muerto el profesor de energía. Antes había tenido otros pero ya no tendré más. Un profesor de energía es un verdadero padre. Camilo José fue el padrote ilustrado y veraz de mis penúltimos y mejores tiempos literarios". Se trata, en buena medida, de un libro homenaje, el de un discípulo díscolo. Porque Umbral no evita aludir a determinados aspectos que podrían entenderse como las sombras de la personalidad del premio Nobel y de ciertos personajes que le rodearon. Se manifiesta también crítico respecto de los ambientes que eligió al final de su vida.

Umbral le conoció en 1965. Los presentó José García Nieto, cuyo retrato aquí resulta excelente. Describe las relaciones entre ambos sin disimulo, aunque sólo menciona a otros amigos, como al académico Alonso Zamora Vicente, otro de sus fieles, de paso. Tampoco ahorra diatribas contra los directores de la RAE y algunos miembros que le vetaron. De la larga etapa mallorquina, cuando literariamente cuaja lo mejor de la obra de Cela, apenas sí se dice nada. Umbral le visitó allí en más de una ocasión y, con seguridad, dada la intimidad que existió entre ambos escritores, mucho de lo que el autor no vivió en directo se lo habría contado Cela. Ya expone que sabe más de lo que cuenta.

Sus dos matrimonios conforman dos zonas vitales y hasta literarias diferenciadas. Umbral, aunque no disimula posturas, pasa de puntillas por buena parte de lo que fue "vida" privada y no exhibición y promoción. Echamos de menos algunas referencias a sus hermanos: el novelista Jorge Cela Trulock ni se menciona, ni su hijo. Nada nuevo nos aporta un capítulo de título tan provocativo como "censor y delator", porque Umbral defiende su apoliticismo, que hubiera merecido alguna precisión; en cambio, se magnifica el papel de César González Ruano.

Alguna novedad encontramos alrededor de "La finca", momento de ciertas dificultades económicas para la nueva pareja. El significado del cambio de vida que vino a suponer la convivencia con Marina Castaño se trata, pese al tono irónico, con más delicadeza y extensión que la más dilatada etapa de "Charo, la Vasca", con la que Cela utilizó la venganza fría y tardía. El autor preferirá al de los caminos, posadas y meretrices.

Sin duda, quien en el futuro pretenda estudiar la obra de Umbral deberá recurrir a este libro. Hay tanto de éste como de Cela. Y la suma de ambos constituye una corriente que tiene ya otros jóvenes seguidores. Sus problemas como novelista de tramas, sus inexistentes "argumentos" han sido analizados. Pero Umbral admite que un novelista no se reconoce por ellos. Estas páginas tienen mucho de provocación, aunque no estén exentas de objetividad. Umbral marca su territorio y admite deudas. Nos entrega su Cela. Con lo del cadáver exquisito se alude al surrealismo que habría asimilado. Y no deja de reflejar la irónica descripción del escándalo posterior a su muerte.