Image: Conversaciones con Picasso

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Ensayo

Conversaciones con Picasso

Brassai. Trad. T. Echaendía. Turner/FCE. 328 pags, 19’50 euros

10 abril, 2002 02:00

Picasso

Marina Picasso. Picasso, mi abuelo. Trad. de E. Andrés. Plaza & Janés, 2002. 208 págs, 15’50 euros. Eugenio d’ors: Pablo Picasso en tres revisiones. El Acantilado, 2002. 125 p&aacut

En la infinita bibliografía picassiana hay un apartado dedicado a los alegatos contra su crueldad. Poco nuevo aporta este nuevo título acerca de las miserias humanas del pintor. únicamente, las extiende a varias generaciones.

Marina Picasso escribió su libro sobre su abuelo tras catorce años de terapia y es un testimonio abrumador de la tiranía mental, moral y material de su abuelo, ese genio que -como ella dice- necesitaba sangre para firmar cada uno de sus lienzos. Lo cierto es que Pablo, hermano de Marina y como ella nieto de Olga Koklova, la primera esposa del pintor, se suicidó, al igual que Marie Thérèse Walter y Jacqueline Roque. Todos, sin embargo, tras su muerte, por no poder soportar la desaparición de quien tan insidiosamente era el centro de sus vidas. En las 220 páginas del libro no hay una sola palabra de perdón o de afecto, sin embargo, hacia el final, Marina nos ayuda a comprender el comportamiento de su abuelo. Picasso había renegado de la ternura, el dinero y la familia para dedicarse a su pintura. Qué desvergöenza ir a reclamarle a él esas trivialidades a que aspira el común de los seres humanos.

El libro de Eugenio d’Ors trata de la obra y no de la vida de Picasso, sin embargo comparte con el anterior el tono apasionado y el reproche implícito de algunas de sus páginas. Esta oportuna reedición es la de un libro publicado en 1946 que, a su vez, reunía textos diversos. Los dos primeros, publicados en versión inglesa y francesa en 1930, resultaron de una colaboración entre Picasso y d’Ors, el tercero es una carta abierta a Picasso aparecida en 1936 y el último, una especie de portazo, fue impreso en 1946. En su escrito de 1930 d’Ors trató, de forma alambicada y perifrástica, de subrayar cuanto hubiera de clasicismo, italianismo, intelectualismo y antiimpresionismo en la pintura de Picasso. Cuanto sirviera, en definitiva, para alimentar una versión noucentista del pintor, lo que habría supuesto el mejor destino imaginable para un movimiento que d’Ors impulsó desde sus inicios. Como Picasso no era hombre al que gustara que le redujeran a una definición, contestó en su idioma -la pintura- a las insinuaciones de d’Ors y aprovechando que este decía que en su vida había pintado un paisaje, obligó a que incluyeran entre las páginas unos árboles rea-lizados con carboncillo en la misma imprenta. La "Carta a Pablo Picasso" de 1930 es un llamamiento a la genialidad del genio y un reproche por las travesuras y los experimentos excesivos que le han distraído de la "obra bien hecha". El artículo de 1946, titulado "¡Adiós, Pablo Picasso!", expresa la decepción de d’Ors por lo que Picasso no ha sido y ya sabe que no será. Hoy en día el libro tiene el enorme interés de permitirnos asistir a un pulso entre la pintura y el pensamiento a cargo de dos atletas igualmente tercos, fuertes y dispuestos a salirse con la suya.

Siempre me ha resultado de interés conocer las personas, las situaciones, los escenarios que luego se han convertido en el universo plástico o literario de un artista. Ver cómo lo informe y lo casual cristaliza en sus obras en elementos necesarios. Por eso me ha apasionado la narración de Brassaï, que con mirada de fotógrafo es capaz de reconstruir el universo visual en que vivió Picasso a lo largo de los años 40 del siglo pasado. La parte más intensa del libro, que por lo demás, se extiende hasta 1961. Desde que le conociera, en 1932 y a lo largo de décadas, Brassaï fotografió sus esculturas y junto a ellas supo fijar un retrato del Picasso creador. El silencio que se crea alrededor de una sesión de fotografía permite que se escuche algo así como la respiración del genio. Una respiración de titán, empeñada, dice Brassaï, en "confrontar todo lo que existe con todo lo que puede existir".

El libro, publicado por primera vez en 1964, contiene genuinas conversaciones con Picasso, pero también de éste con el galerista Kanhnweiler, con Malraux, con Sabartés. Como señala Rafael Argullol en su prólogo, estas páginas son también el retrato de una época, el París que vivía, sin saberlo, su crepúsculo como capital internacional del arte. Pero es sin duda la capacidad de Brassaï para recoger los comentarios más significativos del pintor acerca de su forma de entender la creación, lo que convierte este libro en una lectura más útil que varios tomos sobre la obra de Picasso.