Image: Bergsveinn Birgisson: Hemos pasado de describir algo a mandar fotos y emojis

Image: Bergsveinn Birgisson: "Hemos pasado de describir algo a mandar fotos y emojis"

Letras

Bergsveinn Birgisson: "Hemos pasado de describir algo a mandar fotos y emojis"

El escritor islandés publica en España Para Helga (Lumen), una novela que cuenta la historia de un amor imposible ambientada en la literatura popular y el folclore escandinavo

16 enero, 2019 01:00

Bergsveinn Birgisson

Cuando el escritor islandés Bergsveinn Birgisson (Islandia, 1971) terminó sus estudios de secundaria, antes de entrar en la universidad, dedicó un año de su vida a viajar. Recorrió 23 países en África, toda la India y Nepal. "Allí -cuenta él mismo-, fue donde verdaderamente entendí que lo que quería hacer era aprender sobre mi propia cultura". Así que regresó a Islandia y se fue de pesca con su padre y otros pescadores. De ellos aprendió la importancia de la tradición oral y de contar historias. "Se convirtió en parte de lo que soy", añade.

Especializado en el folclore, la tradición oral y la poesía lírica, Birgisson acaba de publicar en nuestro país Para Helga (Lumen), el último fenómeno islandés que ha sido traducido ya a ocho idiomas y adaptado al cine y al teatro. Una historia empapada del folclore y los mitos escandinavos, ambientada en la vida del campo y en la literatura popular, en la que el escritor narra en primera persona la respuesta que Bjarni, un hombre ya en su lecho de muerte, escribe a Helga la mujer de la que siempre estuvo enamorado pero por la que no se atrevió a dejar su familia.

"La tradición oral se basa en el uso del lenguaje y en la fantasía del que la ve. Y lo que tenemos ahora es que la historia es una foto"

Pregunta. En Para Helga se plantea además la historia del personaje que en vez de marcharse a la ciudad, decide quedarse en el pueblo, ¿qué importancia tiene el campo en su narrativa?
Respuesta. Básicamente lo que quería era mostrar mi empatía por la vida del campo y de la pesca en la Islandia antigua que yo había conocido tan de cerca sobretodo en su última fase, cuando ya estaba en extinción. El concepto, la idea subyacente, es que la gente ha perdido el contacto con esa cultura antigua debido a la nueva era material. Para mí lo importante no solo es esa pérdida sino el aspecto cognitivo que conlleva, lo que hemos perdido en la dimensión espiritual y en otras dimensiones, como la forma de contar historias, de ver el mundo o de utilizar el lenguaje.

P.Esa Islandia antigua es la que conforma el ambiente de esta novela, ¿cuánto tiempo le llevó construirla?
R. Muchas de las historias, experiencias o anécdotas que he incluido en este libro se remontan a la época que iba a la granja de mis abuelos cuando tenía 14 o 15 años. Pero sí, digamos que a finales de los 90 ya había escrito una colección de cuentos que todavía no he publicado y uno de ellos era sobre este granjero. Es un cuento corto de diez páginas. Lo vi y pensé que quería conocerlo mejor, me interesaba quién era él, así que empecé a profundizar en su historia. El libro lo terminé en 2007. Hasta entonces hice bocetos, borradores, los tiré, volví a empezar, escribí otro libro... Finalmente en 2007 ya lo tenía pero todavía no quería publicarlo. Aquel año Islandia estaba viviendo una locura y estaba envuelta en una especie de cultura monetaria postcapitalista donde la gente se había perdido a sí misma. Así que decidí esperar hasta 2010, que fue cuando lo publiqué. Cuando salió el libro fue un gran éxito que yo no me esperaba pero llegó al corazón de la gente.

P. Ha comentado, de hecho, que con 20 años se compró una grabadora y se dedicó a visitar a gente mayor del noroeste de Islandia, y que ellos fueron quienes inspiraron a su protagonista, ¿qué aprendió de aquella experiencia?
R. Es lo que yo llamo el oficio de escribir, dejar que la persona cuente su propia historia, no contarla en tercera persona como un cosmopolita omnisciente que contempla al granjero sudoroso desde fuera. Yo no quería ser el escritor, quería ser el granjero, contar la historia desde su punto de vista. Uno de las cosas que más me interesaba era transmitir estas historias que me habían transmitido a mí verbalmente. La tradición oral es un fenómeno que hay que afrontar con mucho cuidado en la literatura porque es como una pequeña joya. Si tratas de abordarlo desde un punto de vista muy literario y empezar a decorarlo y pulirlo, te cargas la historia. Yo lo que hice fue empezar a coleccionar estas historias que me contaba la gente verbalmente en esas entrevistas y tratar de enmarcarlas de manera que pudiera utilizarlas como si fueran una arcilla a la que le podía dar forma y convertirla en una historia más amplia. En realidad, fueron tres o cuatro personas del campo que he conocido y que entrevisté las que conforman el personaje de Bjarni en el libro. Todos ellos eran fantásticos contadores de historias, aunque algunos de ellos ni si quiera escribían.

"La gente de los fiordos dice que cuando apareció la electricidad desaparecieron los fantasmas. A mí me preocupa más que desaparezca la fantasía"

P. ¿Cree que se ha perdido del todo esa tradición oral y esa literatura más popular?
R. Hombre, yo creo que lo estamos viviendo. El cuento es un fenómeno antiquísimo. Desde siempre, el cerebro humano ha utilizado la historia, la anécdota, como herramienta para dar sentido a su propia existencia. Cuando yo era pequeño los vecinos de las granjas o alrededores se reunían a contar sus historias, a conversar, a decir. Tal vez actualmente de eso se encargan las redes sociales. Lo más importante para el cerebro humano es que haya una historia y que haya metáfora. Eso es lo que define la dimensión humana de la persona. Pero sí, estamos perdiendo la tradición de las historias verbales porque ahora cuando nos reunimos ya todos saben todo de todos. Ya no queda nada por contar. La tradición oral se basa en el uso del lenguaje y en la fantasía del que la presencia, la ve o la oye. Y lo que vemos ahora es que la historia es una foto. Cuentas la historia solo con la dimensión visual. Estamos viviendo una historia pasteurizada. El lenguaje desnatado.

P. De hecho, en su novela escribe que "el teléfono hizo que se perdiera la verdadera conexión entre las personas", ¿lo piensa así? ¿Percibe la tecnología como una amenaza?
R. Algo hay de muy cierto en esa frase, que era de mi abuela. Ella decía: "Todo lo que dices por teléfono es una mentira". Todavía no nos damos cuenta de cómo ha cambiado la mentalidad de las personas y de qué forma estas nuevas tecnologías afectan a la manera en que sentimos el mundo. Hemos pasado, por ejemplo, de una descripción verbal de las cosas a mandar fotos y emojis. Es un fenómeno interesantísimo, no digo que no. Supuestamente la tecnología quiere ofrecernos algo en estos últimos diez años que puede echar por tierra toda esa antigua tradición milenaria de comunicación.

P. ¿Y puede?
R. Yo lo que tengo son historias donde no se puede explicar cómo las personas llegan a saber las cosas. La gente de campo en los fiordos occidentales, que es donde yo paso los veranos, dice que cuando apareció la electricidad desaparecieron los fantasmas. A mí me preocupa más que desaparezca la fantasía como aspecto de la vida cotidiana. Es decir, que no seamos solo consumidores de ella sino que cada quien tenga la suya propia. El tema es la masa de contenidos que nos lanzan y que puede hacer que el ser humano pierda el contacto con ese aspecto dentro de sí mismo. Por eso trato de mostrar que hasta la gente más sencilla tiene su propio universo de fantasía, su propia cultura erótica y que todos esos contenidos no vienen solo de Silicon Valley, en Estados Unidos, como están tratando de decirnos.

P. ¿Y cómo vive la situación actual del panorama cultural en Islandia?
R. Mi sensación personal es que lo que observamos en Islandia es como una maqueta de lo que ocurre en el resto del mundo. Por un lado está el campo luchando por sobrevivir, los que producen el combustible de la sociedad, que son los alimentos que consumimos, son la gente más sencilla y creo que ellos sienten que están perdiendo su integridad ante esta mentalidad de que todo lo bueno ocurre en las ciudades. La cultura que se consume ha pasado del libro a la serie de televisión o al entretenimiento en general. Pero la verdad es que no sabría decir cómo es ese panorama cultural, uno trata de ser curioso, de mostrar interés o de interesarse en todos estos cambios. Lo único que puedo decir es que todo va cambiando muy, muy deprisa. En este libro mi intención era tratar de recordar otro conjunto de valores, una manera diferente de vivir.

Como los grandes contadores de historias, Bergsveinn Birgisson se despide de El Cultural contando una anécdota sobre sus días de pesca. "En una ocasión vino un amigo mío que es filósofo. Era un día de mucho viento, veías las nubes pasar, el fuerte oleaje, la mar muy picada... Como no podíamos salir a navegar nos quedamos allí, cerca de los botes, hablando y fumando. Entonces vinieron todos los pescadores, se acercaron a mi amigo, lo miraron y le preguntaron: "¿Por qué estudias filosofía?". Él se tomó su tiempo, preparó su respuesta y les dijo: "Yo estudio filosofía para entender mejor el mundo". Los pescadores empezaron a mirarse los unos a los otros, volvieron a mirarle a él y le dijeron: "¿Y qué es lo que tiene el mundo que tú no entiendas, amigo?".

@mailouti