Image: Justo Navarro: La novela negra nos ayuda a situarnos en el mundo

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Letras

Justo Navarro: "La novela negra nos ayuda a situarnos en el mundo"

El escritor y traductor publica la novela policiaca Gran Granada (Anagrama), que transcurre en la ciudad andaluza en 1963

7 mayo, 2015 02:00

Justo Navarro. Foto: María Teresa Slanzi

Justo Navarro imagina en Gran Granada (Anagrama) el origen de nuestra sociedad de la información. Lo hace con una novela negra, "una lente", dice, "que vuelve el pasado menos familiar y más extraño". El escritor y traductor (de casi todo Fitzgerald, de Virginia Woolf, T. S. Eliot o Dashiell Hammett, entre muchos otros) ya había escrito un precedente, hace veintiún años, en La casa del padre, que ambientaba en la Segunda Guerra Mundial.

Han pasado dos décadas y vida y muerte se han modernizado. Una inundación causa terribles daños en la Granada gris, franquista de principios de los sesenta. Ocurre un asesinato, al que siguen varios más. Investiga el comisario Polo, eficaz funcionario y experto en telecomunicaciones, un hombre que susurra al oído del gobernador y dice, en un momento de la novela: "El estado policía se convertirá en la sociedad policía". "El comisario prevé que el desarrollo de las nuevas tecnologías va a conducir a lo que hoy tenemos", explica Navarro, a quien, más que los crímenes, le interesa una época, un contexto en el que artilugios como la televisión, o el teléfono, comienzan a formar parte de la vida de la gente. "Polo imagina el mundo de Orwell en un futuro cercano, con todas esas pantallas, cámaras, altavoces y micrófonos que comienzan a transformar la realidad".

"En los años sesenta empieza nuestro presente", dice el autor de Finalmusik. "Comienza a angloamericanizarse todo, cambia la música, el cine, las canciones se cuelan, con un papel importante, en las novelas, aparecen los primeros electrodomésticos… se transforma en general la vida y se transforman también, efectivamente, los crímenes. Las maneras de matar". En Granada comienza el cambio el 16 de febrero de 1963, cuando la ciudad se inunda y da inicio la narración. "Esa catástrofe, como se ha estudiado recientemente, fue un revulsivo económico que dio inicio a la modernización; es decir, a una época en que el modelo agrícola, basado en el azúcar y el tabaco, es sustituido por el mundo de la construcción masiva".

"Los ojos en la realidad"

El título, Gran Granada, además de ser una aliteración con la que Navarro homenajea a Góngora e, indirectamente, a su padre, que le descubrió la literatura, refiere la casta dominante de aquella ciudad de provincias. ¿Se puede decir "casta"? Un personaje de la novela habla del "círculo homosexual" que controla la ciudad. "Todos eran hombres y se conocían en el colegio; después iban coincidiendo durante toda su vida, en las sociedades deportivas, en la universidad, en el ejército, en el mundo de los negocios, en el mundo de la judicatura, del funcionariado…", explica Navarro. A ese establishment pertenece el comisario Polo, policía, espía y hombre de orden; el oculista Federico Saura, en donde recae el foco narrativo durante un buen tramo de la novela; Clara, su novia; o el catedrático de arte Juan Segovia, que aparece muerto en extrañas circunstancias.

Justo Navarro cree que el género negro no está reñido con la ambición literaria. "Nada tiene que ver el género con la voz del escritor, que solo depende de él", dice. El lector, añade, aprecia la literatura de crímenes porque es "crítica y nos ayuda a situarnos en el mundo". Como la de los que, para él, son los maestros de lo policiaco: Hammett, Jim Thompson, Chandler. "Estos autores", prosigue, "nos dan lo que en el fondo le pedimos a la literatura: un arte no meramente decorativo, sino que meta los ojos en la realidad". Una ambición que también posee este escritor. "Incluso Simenon, aunque escribiera sus novelas en quince días, tenía una ambición estilística y moral evidente".

Por último, y además del mencionado homenaje al padre, Navarro quiere con Gran Granada rendir tributo a los libros que le enseñaron a leer. A aquellas novelas policíacas baratas, novelas de quiosco que se leía, de niño, de un solo tirón, en particular las de una colección llamada G. P. Su Gran Granada, de hecho, tiene en portada una ilustración de Chaco (Joaquín Chacopino Fabré), uno de los ilustradores más prolíficos de los sesenta, en la que se ve una mujer rubia con una pistola en la mano. La mujer es descrita en cierto lugar del libro. "También mi afición al género se la debo a mi padre, que tenía un concepto muy abierto de la literatura", dice el escritor. "Para él no había ningún problema en que un niño de once o doce años leyera una historia de crímenes. Ahora esto ya no es así, es como si los niños ya no pudiesen leer estas cosas por si se corrompen".