Image: Mingote y Marina, la policía ilustrada del arte contemporáneo

Image: Mingote y Marina, la policía ilustrada del arte contemporáneo

Letras

Mingote y Marina, la policía ilustrada del arte contemporáneo

Publican Pequeña Historia de la pintura, en el que, además de repasar los hitos del arte, analizan los porqués de la glorificación de artistas como Hirst

22 marzo, 2010 01:00

Antonio Mingote y José Antonio Marina durante la presentación de Pequeña historia de la pintura, este lunes en el Palace. Foto: Bernardo Díaz

Marta Caballero
Son las 11 de la mañana. Antonio Mingote y José Antonio Marina hacen gala del buen estoicismo del entrevistado bajo la excelsa cúpula del Palace. El primero se apoya en una cerveza bien servida; el segundo elige un té. "Es que es pesadísimo repetir las mismas cosas tantas veces", se queja el dibujante en un descanso mínimo entre entrevista y entrevista, "con lo fácil que es una rueda de prensa". Marina, más paciente -también más joven- y dispuesto al bucle de repeticiones, lo tranquiliza: "Pues con calma, Antonio, nos queda más de la mitad". Consecuencias de juntar dos nombres fuertes bajo un mismo paraguas, en este caso el libro Pequeña Historia de la pintura, que edita Espasa. En él, con la pasión como hilo conductor, se han propuesto narrar una biografía, "no de los pintores, sino de la pintura en sí", siempre en un tono accesible, divulgativo y abierto al humor. Lo han hecho en dos volúmenes, uno con vocación de llegar a los lectores más jóvenes y otro para adultos y con mayor presencia gráfica.

Pero esta historia que empieza abordando los orígenes del arte comenzó en realidad con una condición, la que Marina impuso a Espasa cuando le sugirieron escribir este volumen que engrosaría la lista de otras entregas similares lanzadas por la editorial, como Pequeña historia de España. "Si lo hago, quiero que lo ilustre Mingote", exigió el escritor y filósofo, "porque sus dibujos ampliarán y explicarán mucho mejor lo que yo escriba". El dibujante, poco dado a pensar las cosas dos veces, con la rapidez de quien lleva toda la vida en el oficio, tardó dos meses en reinterpretar las palabras con las que Marina se sumergió en la historia de la pintura. En sólo sesenta días homenajeó a Velázquez, a Picasso, al Greco, a Cezánne y a todos los demás, porque pocos de los grandes se les han escapado a este tándem, y tuvo ilustrados -iluminados, dice Marina-, los escritos del pensador. "Tomé sus textos y no tuve más que dibujar lo que contaba", comenta Mingote, quitando hierro a su proeza. "Es tanto un libro de Mingote comentado por mí como un libro mío ilustrado por Mingote", añade su compañero.

Así las cosas, en poco tiempo y menos discusiones, terminaron un libro que se les convirtió en dos, uno para jóvenes y otro para adultos. Marina explica esta bifurcación: "Aunque el texto es el mismo, cada uno tiene una orientación distinta. El pensado para los jóvenes incide en la experiencia creadora, habla de ella como un sentimiento que es bueno explorar. Hay que aprender de los pintores que tenían claro un proyecto y que luego, con esfuerzo, lo llevaron a cabo. La versión de adultos, en cambio, habla más de la libertad de la pintura, pero no de cualquiera, sino de aquella que se adquiere con maestría".

"Hay una falsa libertad, muy peligrosa, en el arte contemporáneo"
Con estas palabras alude el pensador a las licencias que, en su opinión, restan valor a buena parte del arte contemporáneo. "Hay una libertad falsa, la de la trasgresión por la trasgresión, que aumenta sólo mediante la audacia y la trampa. Hay mucho de eso en la pintura actual, en la que encontramos, sobre todo, mucha falsedad". Por esta regla de tres, ni el uno ni el otro aceptan no ya a Damien Hirst, sino ni siquiera a Duchamp, esto a pesar de que haga ya casi un siglo del dichoso urinario: "Es que cuando Duchamp hizo aquello se alteró toda la idea del arte. Hay que saber que era un intento de destruir lo anterior. Con Warhol sucede lo mismo en el momento en el que afirma que cualquier cosa que lleve su firma es arte. Así que en el libro también tratamos de averiguar por qué hemos llegado a esto", critica Marina, quien considera estas dos obras suyas como una suerte de "novela policíaca" dispuesta a encontrar las razones por las que "el arte dejó de ser ingenio y trabajo". Y añaden: "Cuando la gente paga 12 millones de dólares por un tiburón que se está deshaciendo no podemos sino partirnos de risa".

Picasso, otro que desafió toda la historia del arte precedente, sí goza del respeto de Marina y Mingote, tal vez más que cualquiera de los artistas que surcan las páginas de Pequeña historia de la pintura. "Además de un gran pintor, Picasso fue el gran Dibujante, con la D mayúscula, con él hubo un antes y un después", ensalza Mingote, marcado por el pintor malagueño en toda su trayectoria. "A lo mejor no es apreciable porque mi talento es limitado, pero Picasso es el artista que más me ha influido", bromea. Marina le corta con otro cumplido: "Lo estupendo de Antonio es su capacidad de invención. Conservo yo en mi despacho un dibujo suyo en el que aparece Velázquez pensativo, lamentándose porque no está inspirado, mientras por detrás, justo, entran en tromba todos los personajes de Las Meninas". El propio Picasso, como recuerda el dibujante, expuso en palabras lo que él expresó en aquella viñeta: "Que la inspiración me pille trabajando".

La santa paciencia del que pinta
Y entronca esta cita picassiana con otra de las claves del libro, y es la idea misma del artista como un verdadero currante. "Todos los genios han sido grandes trabajadores", anticipa Marina antes de ahondar en una cuestión que Mingote aclara tirando otra vez de citas: "El genio es una larga paciencia". Otra vez florece la idea del esfuerzo, aquella misma que Van Gogh -artista presuntamente arrebatado- le exponía en a su hermano Oteo en una carta, en la que le aseguraba tener "la paciencia de un buey". Así lo ven los autores de este libro: "Cuando critico a un artista lo hago por su impaciencia, cuando no ha tenido el valor de corregir. Fíjese que Picasso nunca dio por terminado Las señoritas de Avignon", ejemplifica Mingote, artista que, precisamente, tiene su domicilio cuajado de dibujos que desechó y que, según destaca Marina, vacila y corrige tres o cuatro veces hasta dar con la idea que quiere transmitir.

Y sí hay verdad en la idea de Mingote como un artista del esfuerzo, con sus sesenta años en la profesión, su actividad incesante a los 91, una edad que ni le ha robado el gesto decidido ni la capacidad para resolver un libro en dos meses. "Es que no he dejado de dibujar ni un solo día en todo este tiempo, hay muchos que se acomodan cuando algo les sale bien, pero yo he intentado encontrar cosas nuevas, esa es la larga paciencia de la que hablamos", repasa el también académico de la Lengua.

El siguiente atributo del artista, también abordado en estos libros, va más allá de la labor artesana. Se trata del ingenio, que según Marina es la glorificación de la creatividad, lo que logra el artista cuando consigue que no se perciba su esfuerzo. "Es la gracia, esa soltura que es como el envidiado cinturón de Venus de la cultura griega", culmina Marina. Mingote guinda la idea: "Exactamente igual que el leve movimiento de un bailarín", eso es el arte según estos dos creadores. Y se quedan los dos poniendo ejemplos de ingenios y de genios, discutiendo y riéndose, en los minutos previos a la siguiente entrevista.