Letras

El camino a la democracia en España (1931-1978)

Manuel Álvarez Tardío

5 enero, 2006 01:00

Manuel Álvarez Tardío, por Gusi Bejer

Ediciones Gota a Gota. Madrid, 2005. 514 págs. 27 euros

La historia política del siglo XX en España puede ser descrita como un permanente intento, erizado de dificultades, para asentar un sistema político democrático. Las dificultades procedieron, en un primer momento, de las deficiencias del régimen demoliberal de la Restauración que terminaría desembocando en una respuesta dictatorial, alentada por los sentimientos antiliberales que pululaban por Europa desde comienzos del siglo XX y dieron vida a los totalitarismos de entreguerras.

Allí naufragó un primer proyecto demócrata que estuvo en la mente de figuras como Canalejas o Melquíades álvarez.

Más adelante, se ensayó un régimen radical republicano que puso los intereses de la República -definidos por los que la gobernaban- por encima de las instituciones democráticas, y que desembocó en el gran desastre colectivo que fue la guerra civil y en una prolongada dictadura que se situó en las antípodas de la gran tradición liberal que se había desarrollado en España durante más de cien años. Resultaba, por lo tanto, muy adecuado que, en una serie de libros que editó la Sociedad Estatal España Nuevo Milenio para ofrecer las claves del siglo XX, se diera al volumen de historia política que coordinaba Antonio Morales el título de El difícil camino a la democracia, muy similar al que origina estas líneas.

Esta difícil trayectoria es la que ilustra en este libro Manuel álvarez Tardío, un profesor de ciencia política de la Universidad madrileña Rey Juan Carlos que se inició en la investigación con el análisis de la cuestión religiosa en la segunda República española y ha profundizado en el pensamiento liberal con una excelente edición de textos de lord Acton (1834-1902), una de las grandes referencias del pensamiento liberal de todos los tiempos. No está de mal recordar aquí que a lord Acton se debe la frase de que "el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente".

En esta ocasión, el nuevo libro de álvarez Tardío, que lleva un inteligente prólogo de Rafael Arias-Salgado, trata de comparar los dos momentos de cambio democrático abrupto que se produjeron en España durante el siglo XX: el que sucedió a la proclamación de la segunda República, en abril de 1931, y el proceso de transición a la democracia que se acometió tras la muerte de Franco en noviembre de 1975. Procesos que habían quedado separados por la guerra civil y por la prolongada dictadura franquista. Ambos momentos tuvieron una evidente relación y no faltaron -no faltamos- quienes pensaron que por ser experiencias contiguas, aunque no cercanas, los acontecimientos de 1975 tendrían que acomodarse a las pautas de 1931. De hecho, la reactivación del interés, al que se asiste estos días, en torno a la caracterización de aquel régimen republicano, en la que algunos se empeñan en denunciar la aparición de un revisionismo neofranquista, tiene mucho que ver con la revisión que ahora se pretende hacer sobre las características de la transición española y del orden constitucional que se alcanzó en diciembre de 1978.

La segunda República española, que fue presentada durante mucho tiempo como un paradigma de régimen democrático, está necesitada desde hace años de una visión más ajustada en la que, junto a la generosa intención de algunos de sus proyectos reformistas, se pongan también de manifiesto aquellos aspectos más sombríos en los que se difumina el elemento liberal del régimen. De entrada, el carácter escasamente conciliador del texto constitucional de 1931, en el que no se sintió representada una buena parte de la sociedad española, y el radicalismo que presidió la discusión constituyente, con un Gobierno que trataba de dominar a duras penas las presiones de un Parlamento que, como dijo Ortega, parecía el escenario preferido de tenores, payasos y jabalíes. También estaría necesitada la imagen de la República de que se reconociera de forma clara las dificultades que encontraron las libertades individuales que son, en última instancia, un elemento indispensable para la configuración de un régimen democrático de ascendencia liberal. La ley de Defensa de la República, de octubre de 1931, contenía elementos gravemente atentatorios contra la libertad de expresión y permitió que las garantías constitucionales estuvieran suspendidas durante largos periodos.

La transición política a la democracia a partir, sobre todo, de la formación del primer gobierno de Adolfo Suárez a primeros de julio de 1976 se hizo, por el contrario, con una fuerte voluntad de integración que tuvo su fundamento en la asunción de los principios liberales. El primer fruto de esa transición por la vía de transacción, como ha sido descrita por uno de los politólogos que álvarez Tardío cita en su estudio, fue una Constitución de consenso como la de 1978, en el que ningún sector de la sociedad española se sintió deslegitimado, aunque tampoco viera recogidos sus puntos de vista al ciento por ciento.

Manuel álvarez Tardío aborda la comparación con el utillaje que le proporciona la ciencia política y, del atento estudio de ambos procesos, extrae la conclusión de que se trató de dos sistemas políticos que presentaban fuertes diferencias entre sí, especialmente por la voluntad revolucionaria y rupturista de los hombres de 1931, que apenas encontró eco en la situación de 1975, cuando una nueva clase dirigente, encabezada por el Rey, se adentró decididamente -y esta vez de verdad, no como lo hiciera Fernando VII- por la senda de un sistema constitucional, de raigambre liberal, que fuera protagonizado por toda la sociedad española. El autor sugiere, y demuestra de una forma muy convincente, que se trata de dos modelos de transición política claramente diferenciados. Dos procesos de movilización política que respondieron a circunstancias bien diferenciadas que, de hecho, se resisten al establecimiento de correlatos estrechos entre ambas situaciones.

La sociedad española de 1975, insiste el autor, era muy distinta en su estructura y en sus problemas a la existente en 1931, se asentaba en contextos internacionales muy distintos, y acumulaba experiencias políticas muy distintas, empezando por el trauma de una guerra civil que, a la altura de 1975, una gran mayoría de los españoles parecían empeñados en que no se volviera a repetir.

Como dijera el rey Juan Carlos en 1983, y álvarez Tardío recoge al comienzo de uno de sus capítulos, la historia no está para que nos la arrojemos unos a otros y, en ese sentido, tiene muchísimo interés la última parte del libro, que el autor dedica a la cuestión de la "memoria histórica", que ha cobrado una preocupante actualidad en los últimos tiempos ya que resulta palmaria la voluntad de hacer una interpretación política del pasado y, muy especialmente, de la guerra civil española. álvarez Tardío se remite, en ese sentido, a unas palabras que un especialista del periodo como Santos Juliá escribió ya algunos años, cuando apenas estaba en sus inicios esta corriente reivindicadora del conocimiento de un pasado que, supuestamente, habría sido silenciado de forma interesada. "Roza ya el límite de lo grotesco -escribió Juliá en 1996- insistir en un fantasmagórico pacto de olvido como explicación de supuestas lagunas en la historiografía de la guerra civil".

El análisis del profesor álvarez Tardío esta realizado con profundidad y equilibrio, y significa un contraste sereno en un panorama historiográfico que aparece excesiva-
mente agitado por quienes, desde uno u otro bando, se empeñan en hacer una lectura interesada, por sectaria y partidista, de nuestro pasado más reciente.


1931, la transición de la venganza
-¿Cuáles son las principales diferencias entre las dos transiciones que describe en su libro?
-El régimen político fundado en 1978 fue una democracia liberal y no fue concebida como una venganza. Partió de tres supuestos fundamentales: todos debían participar en la fundación de la democracia; el principio democrático no impedía que existiera un sistema de contrapesos que evitara la concentración del poder; y el objetivo prioritario debía ser un marco de competencia política que permitiera la alternancia pacífica en el gobierno. El sistema político fundado en 1931 no siguió ese mismo camino. Su fracaso está directamente relacionado con la decisión de sus fundadores de construir una democracia enfrentada al liberalismo y de hacer de las reglas del juego un instrumento de partido. La Constitución republicana no fue pensada para reunir en torno a ella al mayor número posible de españoles. Ni los que las diseñaron ni los que más tarde se rebelaron contra ellas creían firmemente en una democracia con límites y contrapesos al poder en la que fuera posible la alternancia de programas políticos dentro de un mismo marco constitucional.


El joven profesor
Manuel álvarez Tardío (Madrid, 1972), en la actualidad profesor de Historia Política en la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas de la Universidad Rey Juan Carlos, es Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense. Su tesis, sobre la cuestión religiosa durante la II República, mereció la calificación de sobresaliente cum laude por unanimidad. Fue profesor de Historia en la Universidad Complutense e investigador invitado en la "Prince of Asturias Chair in Spanish History" de la Universidad de Tufts (Boston, USA) (1997) y en el U.F.R. d’études Ibériques, en la Sorbona (1998 y 1999). Además, es autor de Lord Acton. Ensayos sobre la libertad, el poder y la religión (1999), Anticlericalismo y libertad de conciencia (2002) y ha coordinado el volumen Cien años de educación en España (2001).