Image: Los poemas póstumos

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Letras

Los poemas póstumos

por Paul Celan

11 diciembre, 2003 01:00

Paul Celan, por Grau Santos

Paul Celan dejó, tras su suicidio, una obra inédita igual en cantidad a la publicada y en no pocas ocasiones igual también en intensidad. Nacido en 1920 en Czernowitz, Rumanía, Celan vio en 1942 cómo sus padres morían en un campo de concentración. él sobrevivió y en 1948 se instaló en Francia. Veinte años después, cuando parecía que todo había acabado, comenzó su tortura psíquica: la depresión, los repetidos internamientos en clínicas psiquiátricas. El 20 de abril de 1970 se lanzó al Sena desde el puente Mirabeau, el mismo que había cantado Apollinaire. En Los poemas póstumos, que por primera vez edita ahora Trotta en castellano en traducción de José Luis Reina Palazón, se descubren nuevos matices de la poliédrica obra de Celan. El Cultural anticipa hoy a sus lectores ocho poemas de un libro que es, sin duda, uno de los más importantes acontecimientos poéticos de la temporada.

No te extingas...

No te extingas del todo -como otros hicieron
antes que tú, antes que yo,

la casa, después de la lluvia de capullos,
después del
abrazo,
se amplía sobre nosotros,
mientras la piedra
crece firme,

un candelabro, grande y solo,
se inmerge también,
reconoce,
cuando la concha toda de pórfiro
se rompe, cómo
pulula lo oculto,
inevitable,

experimenta
dónde los ojos abiertos están ahora,
de mañana, al mediodía, de tarde, de noche.


Nadie, no olvides...

Nadie, no olvides, nadie
se laceraba escarbando por caminos
del corazón en tus tiernos adentros.
Hasta que una palabra salió de tu boca
reservada y resilenciada:
con ella, no lo olvides, vives tú,
de ella te crece la fuerza
de escucharme cuando te digo:
ven, yo te quiero,
yo no te quiero amar.


Heráldica de cicatrices...

Heráldica de cicatrices en lo oscuro, nosotros,
los descicatrizados, en medio,
con toda
la pompa irradiada de nuestro destino,

tú me cantas
pérdida, yo te
supero, yo te digo aquí
imperioso algo presabido,
así como una segunda
poderosa felicidad.


Canción báquica

¡Luz escapada de los sueños, fuego fatuo del amor, soles en el pantano nocturno!
¡Ebrios los vasos, ebrias las mesas, ebrios los bebedores delante!

En los pensamientos, en los sepultados, retornamos nosotros futuros-
¡Oh cómo me sabe bien lo que escanciasteis -me espuman aliento aún y resplandor!

¡La que a vosotros en el fondo de la niebla os da la voz -tomadla en los corazones, la luz!
¡Pero la claridad se cierne como una oscuridad -mirad, no nos ilumina!

Hermosa como una cabeza que sólo en el sueño es coronada, rueda ahora la tierra cercana:
¡El más fuerte entre vosotros, dioses, es el que ahora me puede ver sonreír!


Detrás de la calma...

Detrás de la calma del cerebro, en
el jardín
de cascajos,
se asienta el complaciente futuro,

se airean
rojos, redondos sombreros en el saludo,
delgados bastones se dan ánimo,

jovialmente
se embandera desde las ventanas,

también tú pasas, una clara
botella entre los hombros,

a veces, dos pulgadas de alto,
salta el corcho del habla lejos de ti,
con íntima
comprensión.


Il cor compunto

Agua de letrinas, de letrinas. Agua y mierda.

Volcado por
dedos danzantes del pie,
vueltos dúctiles por toda
la alfarera lascivia alrededor, por toda
su diligente
saliva y sudor:

todavía, todavía,
de nuevo y siempre
lo mismo -un cáliz-:
así va lo extasiado de mano en mano,
de mano en mano, de mano en mano.

¡Bebed, bocas, bebed!
¿A quién va dirigida la chispa desleída?
On the rocks sorbida, on the rocks.

Con ella va un rey, el hastío.
él procura heces y heces.


La muerte

La muerte es una flor que florece una sola vez.
Pero cuando florece, florece sólo ella.
Florece cuando quiere, no florece en el tiempo.

Viene, una gran mariposa, que adorna tallos vacilantes.
Déjame ser un tallo tan fuerte que la alegre.


El dolor duerme...

El dolor duerme con las palabras, duerme, duerme.
él duerme añadiéndose nombres, nombres.
él se duerme hasta la muerte y hacia la vida.

Brota una semilla, sabes,
brota, brota
una semilla de noche en las olas, un pueblo
crece así, una estirpe
de dolor y de nombre: constante
y como desde siempre ahogada
y fiel: la no
existida, la mía
viva, la
tuya.



Un angélico alfabeto

Según Steiner, "toda la poesía de Celan es traducción al alemán". La frase es tan divertida como certera e irónica: Celan fue un poeta sin patria que vivió en el extranjero de la suya. "El Hülderlin de nuestro tiempo", como Nelly Sachs lo llamó, es -y así hay que leerlo- uno de los pocos grandes poetas religiosos de nuestro tiempo, como el crítico del TLS lo definió. Su obra es un viaje al centro de la lengua: una excursión a los límites del sentido y una incursión en la mudez. Celan buscó un "angélico alfabeto transparente al espíritu" y lo encontró en el tono más íntimo de la confidencia y en lo que la frase gnómica tiene de tensa arquitectura mental. Su "dice verdad quien sombra dice" constituye el fondo último de toda su poética: una poética que habría sido muy del gusto de Gracián por su capacidad de trastocar conceptos, o de crearlos, a partir de un cambio de sílaba, de consonante o de vocal; que habría hecho las delicias de Quevedo por su facilidad de generar compuestos inventar neologismos o poner en curso inusitados participios.

Toda la poesía de Celan está "a la caza del significado" y "a la fuga del significado" a la vez. Toda la poesía de Celan está hecha de "restos acústicos", en los que las cosas aparecen veladas por "la niebla del lenguaje", que exige lo que él denomina "dientes de escritura", porque el poema -su poema, al menos- tiende "a enmudecer", ya que es -y es sólo- "la configuración del lenguaje singular de un individuo" que está tan solo en sí como el poema en él. De ahí su afirmación: "Los poemas están de camino: rumbo a algo" que no se sabe exactamente lo que es. "De camino", pues, a la contrapalabra que es quien los recoge desde lo único que el poeta puede utilizar: su "absoluta precisión", "su oficio" que, para Celan, "es condición previa de toda poesía"; de una poesía que él identifica con "lo fatalmente único del lenguaje", que es, a su vez, lo único que produce el nombre que nombra: el nombre máximo que, según Celan, es solo la Verdad.

Jaime SILES