Letras

André Malraux, ¿intelectual o aventurero?

31 octubre, 2001 01:00

André Malraux

Hoy Malraux es menos una lectura que un alto nombre de cuando la cultura francesa e ra pivote del mundo. Pero igual que ahora Sartre nos parece antiguo en su grandeza, Malraux puede parecernos antiguo en su intelectualidad.

Entrevistada, Marguerite Duras dijo que Sartre más que un escritor era un moralista. Creo que añadió "un gran moralista". Claro es -podríamos objetar- que ha habido moralistas que escribían muy bien. ¿Podríamos decir hoy -en su centenario- algo parecido de André Malraux? ¿Por ejemplo que fue más un intelectual -palabra tan desdibujada hoy en día- que, estrictamente, un escritor? Es evidente que la percepción que tuvieron de Malraux los lectores de los años 30, cuando se publicó La condición humana (1933) su más reputada novela, cuando vivía él frenéticamente, incluso un tanto teatralmente entre el compromiso político y la aventura (Malraux no ocultó jamás su admiración por ciertos aventureros, digamos T. E. Lawrence) es forzosamente distinta de la percepción que tenemos -o tuvimos- quienes empezamos a leer a Malraux cuando él vivía aún, y era -lo fue desde la guerra- un hombre del general De Gaulle, un izquierdista de derechas, lejano al Mayo francés y amigo -o amante semisecreto- de una elegante escritora y dama de mundo, Louise de Vilmorin... ¿Cuál de esos Malraux preferirá el lector actual? ¿El intelectual de izquierdas que pensaba la revolución en el servicio a la acción? ¿O el desencantado -algo desencantado- caballero gaullista, que pensaba el arte y sus orbes y que escribió aquellas Antimemorias (1967) bastante más convencionales de lo que su título indica?

Como André Gide, Malraux parece ahora una importante figura histórica. Sin embargo tengo la sensación de que sus primeros libros -las novelas de la acción, que algunos tacharon de reportajes- están más vivos que sus reflexiones sobre el arte, cuando se había convertido en ministro o exministro habituado a la buena vida entre alfombras, cócteles y grandes hoteles. Como sea, André Malraux fue una figura capital de su tiempo, pero duda uno -encarándolo- si la tentación aventurera no le hubiera sido más fértil que la pensadora. Hemingway -un personaje con el que une a Malraux más de lo que de golpe parece- también luchó por la libertad. Hemingway era un norteamericano a la vieja usanza, que miraba la libertad y la democracia -algo whitmanianamente- sin ideologías demasiado concretas. Malraux, al contrario y cerca, luchó también por la libertad sin desdeñar la aventura, pero pleno de convicciones metahistóricas. Hemingway fotografiado con los tanques aliados cerca de París no está lejos de la célebre foto de Malraux aviador, junto a su avión de hélice, durante la guerra de España...

En sus inicios -tras haber estudiado arqueología y orientalismo- Malraux con 22 años se marcha a China y a Indochina, y allí escribe una de sus novelas, para mí, más bellas, menos ideológicas: El camino real (La Voie Royale) publicada en 1930. Podemos imaginarnos a un Malraux lejos de su posterior -y sin duda notable- Psicología del arte, siguiendo el camino de la acción? Creo que hoy André Malraux es menos una lectura que un nombre, un alto nombre de cuando aún era la cultura francesa pivote del mundo. Pero igual que el gran Sartre nos parece ahora antiguo en su grandeza, Malraux puede parecernos antiguo en su intelectualidad. ¿Qué es hoy un intelectual? Quizá todo escritor se equivoca cuando antepone cualquier cosa a su escritura. ¿Pero la escritura no es moral, no es también inteligencia?