Música

"Hay que enseñar sin ofender"

Josep Pons dirige "la flauta mágica" en la temporada del Liceo

6 junio, 1999 02:00

"Frente a las orquestas invitadas, las propias tienen todas las de perder. Cuesta menos traer a la Sinfónica de Londres todas las semanas que mantener una orquesta propia"

Esta "Flauta mágica", cuyo reparto está encabezado por Eva Mei y Josep Bros, contará en el foso con Josep Pons, director que ha conseguido un notable prestigio tanto con el Teatre Lliure como con la Orquesta Ciudad de Granada, a la que ha dotado de una de las más imaginativas programaciones de Europa. De su mano, además, la formación andaluza cuenta con una discografía muy aplaudida. Hombre pausado, tímido, entrañable, posee una cabeza muy bien amueblada, que le ha llevado a comprender la dinámica del mundo musical.
-Es difícil configurar una orquesta con personalidad.
-Mucho. Sobre todo es muy complejo establecer cuál debe ser la utilidad de un conjunto en función del público potencial. En alguna medida hay que partir de un punto de vista empresarial. Sólo si la gente está contenta amará a su orquesta. Y es que no es nada fácil hacer una buena orquesta. Más aún, es muy difícil construir un conjunto que goce de buena salud. Estoy harto de orquestas enfermas.

Un proyecto colectivo
-¿Esa enfermedad es producto de fallos de disciplina o económicos?
-No suele ser un problema de disciplina. El gran reto en una orquesta viene del diseño de un proyecto. Esto no se puede hacer sin comprender la psicología del músico. Es un aprendizaje individual vertido en un colectivo. Ello exige poner las cosas en común con todo lo que lleva consigo, desde miserias humanas a problemas artísticos, junto a problemas de trato.
-Es verdad que no se suele comprender al músico de orquesta.
-En mi opinión, es muy bueno que pueda asomarse a otras latitudes. Hay que diseñar las programaciones para que los solistas puedan salir y el conjunto se resienta lo menos posible.
-Los reglamentos de las orquestas acaban convirtiéndolas en entes.
-Cada cual debe asumir su posición desde el principio. El reglamento debe ser posibilista para conjugar los planteamientos individuales con las exigencias del colectivo. Entiendo que es un honor para cualquier orquesta tener a sus integrantes en puestos de prestigio. Es el caso del conjunto "Lur Metals", que ha ganado un concurso muy importante. Cuando están excedentes les echo en falta pero soy feliz viendo que triunfan.
-Cuando usted llegó la Orquesta Ciudad de Granada era un caos. ¿Cuál fue su receta de salvación?
-El ideario que se trató cuando entré hace cinco años exigía trabajar en una única dirección. La crisis económica se resolvió gracias a un gerente que puso orden. Existía un potencial muy bueno pero había que encauzarlo. El director es sólo un coordinador de voluntades.
-Su programación ha recibido el aplauso general. En pocos sitios se plantea el concierto como algo coherente en el terreno cultural...
-Para mí, nuestra programación debía cumplir dos máximas: acercarse al mayor número de personas, puesto que todos sufragan el conjunto con sus impuestos, y ofrecer algo que las demás orquestas no ofrecen. Como ideario me parece igual de válido para cualquier ciudad. Siempre he dicho que frente a las orquestas invitadas las propias tienen todas las de perder. Más aún, cuesta menos traer a la Sinfónica de Londres todas las semanas que mantener una orquesta propia. Partiendo de esto, ¿con qué sentido se forma una orquesta en un lugar determinado? Creando un proyecto para la ciudad, descubriendo a sus gentes un mundo que está ahí, pero que no ha sido descubierto. Si una orquesta no está enraizada en el lugar donde se ubica es mejor cerrarla.
-De ahí la programación en bloques.
-Trabajamos por ciclos culturales. La restricción del repertorio ha hecho mucho daño. Siempre se toca lo mismo, y hay que reivindicar mucha música que está considerada, en tantos casos injustamente, de segunda fila. Una orquesta debe mojarse más, potenciando los comités de lectura.
-Su apuesta por directores especialistas es bastante excepcional.
-Desde el primer momento tuvimos muy claro que teníamos un espacio en España como orquesta clásica, donde hay poca competencia. Por ello nos han visitado los mayores especialistas en el barroco como Fabio Biondi, Rinaldo Alessandrini o Christoph Spering. Christopher Hogwood aceptó venir esta temporada después de oirnos en Bruselas. El año pasado vino Malgoire y el próximo lo hará Bröggen.
-La nómina de directores invitados es muy interesante, y algunos la califican como la más atractiva de España.
-Apostamos siempre por aquéllos que puedan aportar algo y ofrecer un trabajo que interese a la orquesta. Es importante la química que pueda establecerse para un trabajo a medio plazo. Así, la estrecha relación con Salvador Mas, titular de la Israel Chamber y la Sinfónica de Dösseldorf, con el que se ha montado todo un Festival Brahms.
También han venido este año David Atherton, Sian Edwards, Serge Baudo o Matthias Bamert. En todo caso, cuando hablamos con un director le indicamos qué tipo de programa aspiramos a hacer. Todo es negociable, pero es el proyecto cultural el que justifica a la orquesta.

Música y repostería
-Son famosas sus ideas atrevidas.
-Hemos hecho apuestas arriesgadas. Montamos un programa dedicado a la gastronomía y lo llevamos a conventos donde se elaboran dulces muy famosos en Granada. El éxito fue absoluto porque en los programas de mano había recetas o se degustaban dulces. Hay mucha gente que no va a los auditorios porque piensa que no va a saber comportarse. Hay que enseñar sin ofender, sin que se arme un escándalo porque la gente aplauda a destiempo. Los resultados son soberbios, y lo mismo puedo decir de los ciclos en la universidad.
-Algunos cuestionan por demagógico llevar la música a los barrios.
-Es una cuestión social. Los barrios mantienen a la orquesta igual que el centro. De hecho, yo me pregunto por qué no van los demás.
-Con "La flauta mágica" usted se presenta como director asociado del Gran Teatro del Liceo.
-En realidad, no supone ni más ni menos que oficializar una relación que ya existía y sistematizarla con mi presencia a través de una ópera y un concierto o dos óperas.
-Usted ha tenido una experiencia agridulce en Cataluña.
-He tenido con el Lliure muchas satisfacciones y, también, muchos disgustos. Cataluña es un país pequeño con todo lo que ello comporta. En el ámbito cultural es muy estrecho de miras. Salvo en el caso del Liceo, que tiene un equipo excelente, lo que se destina a la cultura es bastante triste. Ni siquiera hemos sido capaces de ordenar nuestro patrimonio. Es curioso que la única biografía de Gerhard se haya editado en Oviedo. El Centro de Documentación de la Generalitat da risa si lo comparamos con lo que hace el de Andalucía. Se nos llena la boca de hablar de nosotros pero se queda en meras palabras. Desgraciadamente, hasta ahora, los promotores privados son los únicos que sostienen el pulso.