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Escenarios

'El enigma de Lea', fe contra naufragio

Tras una década de gestación, el Liceo estrena la ópera concebida por Benet Casablancas y Rafael Argullol, una historia de amor con profundo poso mitológico.

31 enero, 2019 14:00

Es llamativo que un compositor tan ecléctico y aventurado como Benet Casablancas (Sabadell, 1956), curtido en mil batallas musicales, no tuviera todavía ninguna ópera en su currículo. Pero esa circunstancia se explica en parte por el tiempo que lleva levantar una, y por todas las adversidades, desvelos, contratiempos y tensiones que debe atravesar un proyecto lírico antes de verse cristalizado sobre la escena. Son tantos los que se quedan por el camino… La gestación de El enigma de Lea, que se representará por fin el próximo sábado 9 de febrero en el Liceo, ejemplifica bien este tipo de travesías azarosas. La suya ha durado casi una década. 

Todo empezó en 2011. Casablancas tocó la puerta de su amigo Rafael Argullol (Barcelona, 1949). Empezaba a sentirse capacitado para afrontar su asignatura operística pendiente. Tanteos como Siete escenas de Hamlet y Seis glosas sobre textos de Cees Nooteboom le iban predisponiendo hacia las dramaturgias musicadas. “Le propuse basarla en su libro El fin del mundo como obra de arte porque intuía al leerlo una dimensión escénica. A Argullol le sorprendió y me pidió un tiempo para pensarlo”, explica a El Cultural, al teléfono desde el Liceo, donde se ha empadronado estas semanas previas al estreno, muy atento a todos los detalles del nacimiento de su criatura. Por allí se deja caer también Argullol a menudo, intentando que su presencia sirva para que los personajes y la historia conserven sobre las tablas el espíritu y los perfiles con los que fueron concebidos. “Le estuve dando vueltas y pensé que era mejor escribir un texto completamente nuevo, no un libreto sino una obra literaria, una especie de cuento mítico en verso libre para facilitar el canto”, señala el escritor.

"El texto de Argullol me encantó y me emocionó. Fue un catalizador y un revulsivo"Benet Casablancas

Reniega Argullol del término 'libreto' porque presupone una subordinación a la música. “Es algo que empezó a darse en el siglo XIX. El texto era casi una excusa y el público a veces ni le prestaba atención. Contra esta costumbre se rebeló precisamente Wagner escribiendo él mismo sus óperas, dándoles un carácter unitario, coherente con el origen del género. Música y palabra se ponían entonces a la misma altura. Había un equilibrio perfecto entre ambas”, apunta Argullol, que reivindica, al alimón con Casablancas, el legado de Monteverdi como ejemplo paradigmático de ese trabajo en pie de igualdad entre músico y escritor. Conjuntamente, también decidieron que no incurrirían en una tendencia de la ópera contemporánea: la de presentar un collage de ideas y textos. Querían huir de la abstracción y por eso hilvanaron un relato sujeto a la estructura aristotélica: planteamiento, nudo y desenlace. 

El arranque, que sí toma un elemento de El fin del mundo como obra de arte, concretamente su atmósfera apocalíptica, nos presenta la posesión divina sobre Lea. No falta violencia en esa escena, subrayada con la danza espasmódica de la joven, encarnada por la mezzo Allison Cook, que ya ha desplegado su cruda sensualidad en Quartett de Francesconi o en la Salomé de Strauss. A partir de ahí empieza su errancia eterna por los siglos, convertida en la prostituta de Dios y portadora de un secreto que no puede revelar.

Cabía sospechar, considerando el exhaustivo dominio de la galaxia mitológica clásica de Argullol, que el personaje de Lea tendría su origen en ella. Y sí, efectivamente, lo admite: “En su conformación original parte de Io, la muchacha de la que abusa Zeus en el Prometeo encadenado de Esquilo. Pero esta referencia es sólo un cinco por ciento de su enigma, porque la orientación que le doy luego es diferente”.

"Expongo un mundo distópico, referencia visual para cualquier europeo del siglo XXI. Puro terror"Carme Portaceli

Para desencriptarlo hay que acudir a María, también poseída por Dios. Alumbrar a su hijo fue una responsabilidad que le desbordó. “Es algo que refleja muy bienL'Annunciazone de Antonello de Messina, un maravilloso cuadro donde María aparece desconcertada y apartándose del rayo de luz al intuir lo que se le viene encima. Pero yo espero que la gente no se quede sólo con la vertiente violenta y humillante de la posesión sobre Lea porque esta también recibe [como María] una fuerza especial. A partir de ese instante, será un ser excepcional porque ha podido ver más allá de los límites de su condición humana”. Eso sí, tiene vetado compartir la experiencia. La vigilan en su peregrinaje por el tiempo y el espacio dos figuras monstruosas, Milojos y Milbocas, comisarios al servicio de la divinidad abusadora. Tal control vuelve a recordar a algunas versiones de los últimos días de María en Éfeso, como la de Colm Tóibín en el Testamento de María, donde aparece confinada por Juan y otro seguidor de Jesús cuyo nombre no se revela.

La pasión humana de jesús

En ese limbo intemporal topa con Ram, otro ser condenado: purga la osadía de haber fornicado con la muerte en el Río del Tiempo. “Aquello le deja colgado; colgado en un sentido casi lisérgico. Debe afrontar una eternidad vacía, inane, con sus sentidos y emociones mutilados”, explica Argullol. Afirma también que Ram es una figura inventada al cien por cien pero sus lectores podrán vislumbrar concomitancias con su Jesús de La pasión del Dios que quiso ser humano, desencantado con una inmortalidad en la que no puede gozar de placeres mundanos como la caricia de un ser querido. La resurrección de la carne representa la segunda oportunidad que también anhela Ram y que sólo Lea le puede entregar. Pero ella lo tiene difícil para ayudarle, aunque quiera: pertinaces, sus cancerberos la cercan sin darle ni un milímetro de margen en ese universo orwelliano donde se mueven.

Ha sido Carme Portaceli, apoyada en la escenografía de Paco Azorín, quien lo ha plasmado en el coliseo barcelonés. “Expongo un mundo distópico, referencia visual para cualquier europeo del siglo XXI. Un mundo uniforme donde todos piensan y visten igual, como si pertenecieran a una secta de la que salir supone convertirse de inmediato en un outsider que merece un castigo. Puro terror”, explica la actual directora del Teatro Español.

Todos esos inadaptados recalan en una institución aparentemente psiquiátrica en el segundo acto. La rige el Doctor Schicksal (Destino en alemán), un tipo que reviste su crueldad con una vis cómica heredada de su pasado circense (doble faz que firma el contratenor Xavier Sabata). En ese recinto aséptico tienen Ram y Lea una nueva oportunidad de liberarse del yugo divino. Han de consumar el amor que inconscientemente les une. 

Iluminadora intimidad

Casablancas ha confeccionado esta segunda parte como un scherzo con, paradójicamente, mucha miga metafísica. En los últimos tres años ha estado dedicado a tiempo completo a la escritura de El enigma de Lea. Dejó incluso la dirección del conservatorio del Liceo para rematar un proyecto que alumbró bajo el auspicio de Matabosch (detalle que lo acerca al Real de cara al futuro) y que Scheppelmann volvió a impulsar en 2015. “Todo este tiempo he estado sumergido en una iluminadora intimidad con los personajes de Argullol. Sus palabras han actuado en mí como un catalizador y un revulsivo. Me ha llevado a descubrir nuevos registros expresivos que antes no había explorado. El texto me encantó y me emocionó desde el principio. Rápidamente me incitó a ponerle notas, melodías, acordes…”.

"Lo de Orwell es cosa de niños comparado con el totalitarismo que nos autoimponemos hoy"Rafael Argullol

El tercer acto lo resuelve a la manera de un nocturno amoroso por el que se filtra algo de esperanza para Lea y Ram. A ella la caracteriza en todo momento con tonos agudos emitidos por los flautines, los xilófonos y el piano. A él, interpretado por el barítono José Antonio López, con la gravedad de los contrafagots, fagots y tubas. Todos esos matices serán enunciados por la orquesta titular del Liceo, guiada por la experimentada batuta de Josep Pons, que también tendrá bajo sus órdenes al coro del teatro, con tres momentos protagónicos, uno en cada acto. En el primero, de clara inspiración griega, sitúa la historia. En el segundo, nos ubica en el presente tras la singladura por los abismos intemporales. Y en el tercero expresa un reproche paródico contra el conformismo, la vulgaridad y la apatía imperantes en nuestra sociedad. “En la que lo peor -afirma el filósofo- no es la vigilancia a la que somos sometidos sino a la que nos sometemos nosotros mismos. Es muy significativo que una de las frases que más se dice en nuestra época es ‘las cosas son así' o ‘es lo que hay'. Lo de Orwell es una cosa de niños comparado con este totalitarismo autoimpuesto”.

Es el diagnóstico apesadumbrado de Argullol, que ha escrito El enigma de Lea en castellano (publicado por Acantilado), catalán e italiano, lengua esta última en la que se representará finalmente. La decisión resulta congruente con su querencia itálica y con el retorno a Monteverdi que proponen. Y, acaso, les permite eludir cansinas batallas lingüísticas de esta España nuestra. Así que en la lengua de Dante escucharemos su canto a los caminos de errancia, “las patrias más seguras”, y a la fe, “lo único que puede salvar al hombre de su naufragio”. Abboeh.