Image: Cineastas versus escritores

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Cine

Cineastas versus escritores

21 noviembre, 2001 01:00

¿Adaptar es morir? ¿Quién da más, el autor de la idea narrativa o el director que la interpreta? La publicación de La promesa de Shanghai de Víctor Erice, una "promesa" de película frustrada, ha abierto la herida: la relación entre cineastas y escritores. Con este motivo, El Cultural repasa los conflictos recientes en la historia de las adaptaciones. En esta explosiva convivencia aparecen nombres como Vicente Aranda, Gracia Querejeta, Gerardo Herrero, Juan Marsé, Javier Marías, Antonio Gala, Almudena Grandes, Pérez Reverte y Vázquez Montalbán, entre otros. Conclusión: la culpa la tiene el montaje, el guión, el fracaso comercial y las "interpretaciones locas".

Lo dijo Billy Wilder: "Escribir una película es lo mismo que jugar al ajedrez, escribir un libro es lo mismo que hacer solitarios". Una sustancial diferencia que quizá explique la dificultad de adaptar una obra literaria. Ambas disciplinas, el cine y la literatura, viven un romance necesario desde el nacimiento del séptimo arte, alimentándose y enriqueciéndose mutuamente, pero lo cierto es que ha vivido un idilio acostumbrado a las infidelidades y las traiciones. La última relación tormentosa entre ambas artes del patio cultural español ha surgido a partir del anuncio de la publicación del guión La promesa de Shanghai de Víctor Erice (que sale mañana a la venta), el resultado de un trabajo de tres años en la adaptación de la novela de Juan Marsé El embrujo de Shanghai. El autor de El sur, quien recibió el encargo del productor Andrés Vicente Gómez para escribir y dirigir la película, quedó descolgado del proyecto semanas antes de iniciar el rodaje, que finalmente ha dirigido Fernando Trueba con otro guión. La postura de Juan Marsé ante el embrollo de acusaciones que ha despertado la inminente publicación del libro antes de que se estrene el filme de Trueba ha discurrido por los terrenos de la diplomacia y el silencio elocuente. "Prefiero no pronunciarme sobre el tema -dice-, al menos hasta que se haya estrenado la película, porque no quiero interferir en el proceso".

Secretos y mentiras

Marsé considera muy desafortunado el trato que el cine ha dado a sus novelas. De momento, el único responsable es Vicente Aranda, pues en él ha recaído la dirección del filme las tres veces que una novela del escritor catalán ha dado el salto a la pantalla grande: La muchacha de las bragas de oro (1980), Si te dicen que caí (1989) y El amante bilingöe (1993). "La menos mala de las tres es la primera, la fotografía es excelente y las interpretaciones muy buenas -argumenta el escritor-. Las otras las considero un desastre. Si las dirigió es porque a mí no me gusta reventar productos ni ser un aguafiestas. Naturalmente me envió los guiones de las tres películas y yo señalé los defectos que encontré en ellos, pero él los desoyó completamente". Según el director de Juana La Loca, a pesar de la opinión del autor sobre las adaptaciones anteriores, éste también le ofreció llevar a la pantalla El Embrujo de Shanghai, pero el cineasta rechazó la oferta y la relación entre ambos se quebró: "Me mandó el manuscrito y le dije que yo esta película ya la había hecho en Si te dicen que caí, que era prácticamente lo mismo y que no quería repetirme. Le dije además que no podía poner orden ni hacer digerible esa novela para un público llano y corriente. Desde que ocurrió esto él aprovecha cualquier oportunidad para soltar barbaridades de mí". Preguntado al respecto, la réplica de Marsé es contundente: "Todo eso es mentira. En ningún momento le envié el manuscrito ni le ofrecí que la dirigiera, y añado que en conversaciones con Andrés Vicente Gómez propuse tres nombres por orden de preferencia para dirigir la película: Víctor Erice, Fernando Trueba y Manuel Gutiérrez Aragón. Señalé además que en ninguno de los casos quería que la película la dirigiera Aranda. No tengo nada en contra de él, sino en contra de sus películas. Le considero un mal adaptador y un cineasta sin estilo".

Prácticamente la mitad de las películas que ha dirigido Vicente Aranda están basadas en novelas contemporáneas, y en todas ellas siempre ha preferido que el autor se mantuviera al margen. "Creo que para hacer una adaptación es mejor que el autor esté muerto, porque así no va a protestar", ironiza Aranda, quien se muestra convencido de que las películas generalmente mejoran la novela: "La explicación es muy sencilla: nosotros, los cineastas, tenemos montador y los escritores no, así que somos capaces de ir a la esencia de la historia y quitar todo lo que sobra".

Un árbol sin hojas

De ahí se explica el comentario de Antonio Gala cuando leyó el guión de La pasión turca antes de que comenzara el rodaje: "Es como un árbol sin hojas", dijo. Cuando se estrenó el filme en 1994, Antonio Gala y Vicente Aranda mantuvieron una dura polémica que incluso tuvo como escenario los platós de televisión. El escritor reprochaba al cineasta el final que le había dado a la película y sostuvo que la adaptación no le había gustado nada "porque es una historia de cama y encoñamiento superficial que no tiene nada que ver con la novela". "También dijo -recuerda Aranda- que había convertido su libro en una historia pornográfica. Es algo que no entiendo. Si él piensa que es pornográfico enseñar una teta...". El autor de Amantes reconoce que todos los escritores vivos a los que ha adaptado, excepto Fernando G. Delgado por La mirada del otro, han protestado al ver la película. "Con el tiempo, sólo Andreu Martín (Fanny Pelopaja) ha rectificado su postura", añade.

La polémica más encendida, sin embargo, la mantuvieron el escritor Javier Marías y el productor Elías Querejeta en 1996 a raíz del estreno de El último viaje de Robert Rylands, dirigida por la hija del productor, Gracia Querejeta, y "basada libremente" en la obra Todas las almas. Después de una serie de acusaciones, réplicas y contrarréplicas que mantuvieron en la prensa nacional, en las que Javier Marías consideraba "algo milagroso" que el filme tratara sobre la homosexualidad y la eutanasia, "dado que en la novela no hay ninguna eutanasia y la homosexualidad aparece de forma anecdótica", el escritor decidió llevar el asunto a los tribunales considerando que el productor no había cumplido las condiciones del contrato y que, más que una adaptación libre, era una "adaptación loca" que traicionaba el espíritu de la novela. "Hubo una actitud muy chulesca por parte del productor, como invitándome a los juzgados - recuerda ahora el autor de Corazón tan blanco-; y cuando alguien se me pone chulo normalmente le tomo la palabra". Querejeta fue obligado a indemnizar a Marías con seis millones de pesetas y a retirar de los créditos toda referencia a la novela y al autor. El productor recurrió la sentencia y de momento no se ha dictado el fallo. "Ha pasado mucho tiempo y el asunto ya no me preocupa -dice Gracia Querejeta-. Creo que todo ha sido producto de las paranoias literarias del señor Marías, pero el asunto está recurrido y prefiero no comentar nada". Visto a través del prisma del tiempo, Marías asegura que el contencioso se podría haber evitado si hubiera existido "algo de educación" por parte del productor. "No soy un autor pijotero, pero me sentí completamente ignorado y despreciado. Tuve que enterarme por la prensa que el filme iba al Festival de San Sebastián, no me enviaron los guiones y había un enorme desprecio hacia la base literaria que habían comprado. Sólo espero que la sentencia sirva de precedente para que los abusos que a veces cometen los productores con los escritores no queden impunes".

Desde la experiencia

El productor de Tornasol Films y director Gerardo Herrero habla desde la experiencia que le ha reportado trasladar al cine novelas de Juan Madrid (Al acecho), Horacio Vázquez-Rial (Desvío al paraíso), Almudena Grandes (Malena es un nombre de tango), Arturo Pérez-Reverte (Territorio comanche) y Belén Gopegui (La conquista del aire): "En todos los casos trato de incorporar al autor al proceso de escritura, para que sienta que la película también es suya. Belén Gopegui y Pérez-Reverte, por ejemplo, se mojaron mucho con el guión y quedaron satisfechos. Sin embargo, con Almudena Grandes no ocurrió lo mismo. Le enseñé el guión y más tarde la película terminada y esa fue toda la relación que tuve con ella".

Almudena Grandes, de quien Bigas Luna ya había adaptado Las edades de Lulú, decidió quedarse fuera del proyecto de Herrero, quizá para no cometer los mismos errores que en su anterior experiencia cinematográfica: "Pagué el pato del novelista novato, me impliqué mucho, me iba con Bigas Luna a localizar por Madrid y estaba pendiente del casting. Creo que fue un error", ha señalado la escritora. "Sé que de todas mis adaptaciones -argumenta Herrero- Malena... es la que menos ha gustado a su autor, aunque Almudena no me dijo eso cuando se la enseñé, todo lo contrario... pero luego la criticó duramente". El cineasta aporta una de las claves que considera crucial para comprender el asunto: "Creo que los autores, a la hora de manifestarse sobre adaptaciones que hacen de su obra, están muy al tanto de las reacciones que provoca la película. Si es un éxito, con toda seguridad se subirán al carro de la promoción, porque les interesa. Si es un fracaso, es muy probable que el autor salga con que la película destroza su novela o algo por el estilo".

Cuestion de dinero

El escritor Arturo Pérez-Reverte sintoniza con esta postura: "Considero las películas que se han realizado a partir de mis novelas como una actividad complementaria y lucrativa del libro. Es una forma estupenda de promoción y de ganar más dinero con la cesión de los derechos". Tiene el honor de liderar el ranking de autores españoles vivos cuya obra se ha adaptado mayor número de veces al cine (El maestro de esgrima, Pedro Olea; La tabla de Flandes, Jim McBride; Cachito, Enrique Urbizu; Territorio comanche, Gerardo Herrero; La novena puerta, Roman Polanski, y Gitano, Manuel Palacios), de las que asegura que "la versión más infame es La tabla de Flandes, una bazofia de película que no hay por donde cogerla, mientras que la mejor de todas es la que hizo Pedro Olea y produjo Antonio Cardenal de El maestro de esgrima, que considero un clásico absoluto".

Del resto de sus novelas sostiene que se han tratado correctamente, "o al menos las han tratado, que es lo que importa". Aunque generalmente figura en los créditos como guionista, el autor de El capitán Alatriste (cuya adaptación se prepara actualmente) afirma que nunca trabaja en los guiones: "Como mucho ayudo con los diálogos, pero sin entrometerme mucho en la visión del director". Sin embargo, de algún modo se cubre las espaldas con un contrato por el cual se reserva "unos derechos mínimos, como aprobar un primer tratamiento del guión, aspectos del reparto y el director de la película".

No puede decir lo mismo Manuel Vázquez Montalbán, cuyo personaje Pepe Carvalho ha sufrido un periplo cinematográfico (Tatuaje, de Bigas Luna; Asesinato en el Comité Central, de Vicente Aranda; Los mares del Sur, Manuel Esteban y El laberinto griego, Rafael Alcázar) que nunca le ha dejado contento: "Espero poder ver en el cine antes de morir un Carvalho satisfactorio", afirma el escritor barcelonés. Enrique Urbizu, que dirigió uno de los capítulos para televisión basados en el detective español más famoso, asegura que "Carvalho es un personaje muy abstracto y además a Montalbán le gusta que nadie acierte con su caballo ganador".

Norma de no adaptar

Antonio Muñoz Molina, quien tiene la norma de no participar en las adaptaciones, tampoco se muestra especialmente satisfecho. "Cuando me adaptan un libro, quiero sobre todo que salga una buena película -sostiene-. El invierno en Lisboa no salió bien, Beltenebros tenía un exceso de sombras y de frialdad, y Plenilunio fue injustamente atacada porque el guión original era muy bueno". Lo escribió su mujer Elvira Lindo, escritora que complementa su actividad literaria con la de guionista (como Lucía Etxebarría y Belén Gopegui, entre otros) y que ha visto cómo su criatura Manolito Gafotas ha tomado forma en películas de Miguel Albaladejo y Joan Potau. El cineasta Salvador García Ruiz adaptó de la misma escritora El otro barrio, así como Mensaka, de José Angel Mañas, que considera "superior" a su propia novela, postura insólita que demuestra que el cine no siempre traiciona a la literatura.