Image: Kentridge, cómo decir la verdad y ser artista

Image: Kentridge, cómo decir la verdad y ser artista

Exposiciones

Kentridge, cómo decir la verdad y ser artista

Basta y sobra

3 noviembre, 2017 01:00

I am not me, the horse is not mine, 2008

Museo Reina Sofía. Santa Isabel, 52. Madrid. Comisarios: Manuel Borja-Villel y Soledad Liaño. Hasta el 19 de marzo

Recogió el Premio Princesa de Asturias en Oviedo el viernes 20 de octubre y un día después estaba en Madrid, paseando por los aledaños del Retiro cuando se celebraba la Luna de Octubre con proyecciones, instalaciones y eventos variados que transformaban el casco urbano en una fiesta espoleada con mayor o menor fortuna por el arte nuevo. Imagino que alguna que otra de las intervenciones de artistas le interesaría, pero no tengo duda de que ante todo había de sentirse atraído por las aglomeraciones y los movimientos de gente por las calles en torno a piezas y actuaciones visuales y sonoras que aquí y allá habían sido programadas. La noche festiva hacía de la ciudad un teatro colosal cuyos actores eran los viandantes, a quienes, como un figurante más, acompañaba este hombre, William Kentridge. El lunes le esperaba la tarea de atender el montaje de su exposición Basta y sobra.

Como ningún otro artista domina Kentridge la representación de lo humano como multitud. La muchedumbre en movimiento, desfilando de lado a lado de la pantalla, incluso encadenando pantallas, concurriendo como procesión de sombras sobre los muros, asistiendo a su presente como humanidad política dotada de banderas y de útiles de trabajo, de ilusiones tullidas y de expectación dramática ha sido magistralmente registrada por este artista sudafricano. Su medio estrella son las animaciones cinematográficas artesanales que llama dibujos para proyección. A sus retratos de la explotación y del expolio, de la ruinosa construcción de la historia, asiste una humanidad movida mecánicamente por hilos de marioneta que encarnan su destino. En un cruce de las avenidas Pieter Brueghel el Viejo y Samuel Beckett se levanta presumiblemente el estudio de este autor prolífico. Extraordinario dibujante, ha transferido el dibujo con ayuda del cine a la figuración de la corriente del tiempo, para que se sustancie como acción teatral de trazo áspero y de evolución grotesca. Y por él marchan a perpetuidad actores anónimos.

Estudio de vestuario para La Nariz, 2009-2015

William Kentridge estudió mimo y teatro y se dedicó durante años a las artes escénicas antes de volcar por completo su trabajo en el campo de las artes visuales. Con todo, sus colaboraciones con el mundo del teatro y la ópera han sido numerosas como escenógrafo, figurinista y demás, y en esta faceta de su producción se concentra la exposición a la que nos convoca el Museo Reina Sofía. Sin duda supone un gran acierto, pues por vez primera se programa una muestra de este reconocido autor con esos contenidos, y porque atiende a un factor incuestionablemente decisivo de su obra. De un artista tan completo como Kentridge no es fácil hacer una exposición sintética que evite la dispersión. Sus tapices, libros de artista, esculturas, estampas, sus múltiples motivos no directamente ligados a la colaboración con el teatro dan para muy largas conversaciones y muestras. Pero alrededor del teatro casi todas las facetas del autor se dan cita. En Basta y sobra se nos ofrece un acertado y rico recorrido por su trabajo centrado en seis temas: Woyzeck (Büchner), Fausto (Goethe), Ubú (Jarry), La nariz (Gogol), Lulú (Wedekind) y Ulises. En torno a cada una de esas figuras se despliegan diversas realizaciones. Por ejemplo, con el tema de Woyzeck trabajó en 1992 en colaboración con la compañía de marionetas Handspring para la puesta en escena de una adaptación de la obra teatral que se tituló Woyzeck en el Alto Veld, pero también en 2017 ha sido el escenógrafo de la ópera de Alban Berg sobre el soldado Woyzeck representada en el Festival de Salzburgo; incluso la temprana película de animación de Kentridge Monumento guardaba analogías con el drama de Büchner al tratar el asunto de la explotación. Precisamente en Monumento creó al personaje despótico Soho Eckstein, cuya presencia es una constante en trabajos posteriores y se funde con otros de los temas señalados, como el de Ulises, y en concreto con la música de Monteverdi para Il ritorno d'Ulisse.

De este modo nos hallamos ante realizaciones múltiples alrededor de las figuras señaladas y sobre las que vuelve a lo largo del tiempo. En muchos casos en el origen de su dedicación a uno u otro tema está la colaboración con la compañía de marionetas mencionada. Las piezas de exposición no se limitan, como puede entenderse, solo a las que resultan estrictamente del trabajo colaborativo para el teatro; por el contrario, de la proyección de los temas en la imparable creatividad de Kentridge surgen otras obras, sea una serie de dibujos, un grupo de collages, un álbum calcográfico o una vídeo-instalación. Y asimismo se muestran trabajos preparatorios de las obras acabadas, como ocurre especialmente con diversos dibujos utilizados para la realización de los filmes. De modo que el proceso de trabajo mismo forma parte de lo que la exposición cuida transmitirnos.

El orden que se le da a ese conjunto riquísimo de componentes está gobernado por la elocuencia y la accesibilidad. Muchos de los dibujos se exhiben sin la molesta protección de un cristal, e incluso directamente pinchados sobre la pared, y hasta realizados por el artista con carboncillo en el muro para la ocasión. Las maquetas pueden rodearse por completo y verse tan de cerca que participamos de su concepción. La exhibición nos traslada en buena medida a la historia de un taller de ideas. Las relaciones entre las obras seleccionadas estimulan una curiosidad siempre creciente en el visitante. Y una y otra vez nos topamos con producciones de un artista integral y enorme. Es llamativa su maestría como dibujante, pero comprobamos que el impulso de su lenguaje expresivo, aunque nunca contemple el empleo del color, abarca casi cualquier medio. Sus filmes son prodigios del dibujo en movimiento, pero también del collage, del llamado found footage y de un uso muy elaborado del sonido. Y cuando el artista se incorpora incluso como actor o performer paródico a sus piezas, o cuando la instalación, como ocurre en la proyección sobre una maqueta escenográfica con paneles móviles titulada Directo a sus brazos, se convierte en un drama automatizado completo, terminan de cumplirse en las acres producciones de este contemporáneo las fábulas más indeciblemente verdaderas.

Tummelplatz de William Kentridge

De forma paralela a esta exposición, la galería Ivorypress, presenta otra faceta de William Kentridge con su libro Tummelplatz. Esta publicación consta de dos volúmenes en una edición de nueve ejemplares, cada uno con diez fotograbados estereoscópicos (utilizados históricamente por los cartógrafos) y realizados por el artista. La idea para esta publicación surgió del deseo de realizar, de la manera más analógica posible, un libro de realidad virtual que jugase tanto con las tres dimensiones como con el formato plano del papel. Para ello, el artista utilizó la fotografía estereoscópica, una técnica propia del siglo XIX, con la intención de crear una ilusión de profundidad en las imágenes, de modo que las diferentes capas parecen acercarse al espectador desde el libro.

Durante el proceso de creación de cada imagen el artista realizó un dibujo tridimensional en su estudio con carbón de leña, fijando en sus paredes imágenes de horizontes lejanos, paisajes y elementos distantes de los mismos, y seguidamente, fijó los primeros planos, objetos y textos disponiéndolos sobre una mesa frente a la pared. Finalmente, tomó un par de fotografías estereoscópicas de cada uno de los paisajes, y estas posteriormente se convirtieron en fotograbados por Randy Hemminghaus (Brodsky Center, Rutgers, Universidad Estatal de Nueva Jersey) utilizando el gelatinobromuro sensible a la luz, aplicado a una placa de cobre y grabado en diferentes concentraciones de ácidos para lograr la rica escala de grises característica de esta técnica. Estos dibujos tridimensionales se realizaron durante un período de aproximadamente dos años llegando a hacer cuarenta, de los cuales seleccionó los veinte que conforman el doble volumen de Tummelplatz. Tras la realización de las imágenes y de los fotograbados se llevó a cabo la labor de buscar el papel, la encuadernación y el mecanismo adecuado para el libro que se presenta aquí.