Image: Horizonte cercano

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Exposiciones

Horizonte cercano

Ante el horizonte

1 noviembre, 2013 01:00

Monet: Las rocas de Belle-ite, en la costa salvaje , 1886

Fundación Joan Miró. Parque de Montjuïc s/n. Barcelona. Patrocina: Fundación BBVA. Hasta el 16 de febrero.

¿Es el horizonte el lugar de la pintura, la línea donde se concentran los retos y las paradojas de la actividad pictórica? Esta exposición lo analiza con una curiosa reunión de horizontes pintados y fotografiados, con alguna incursión en el mundo de la escultura, la instalación y el Land Art.

Nos sorprende esta exposición, que viene a ser una lección de pintura. Acostumbrados como estamos a otras muchas de corte sociológico y político, esta muestra, que explora el tema del horizonte, resulta hasta insólita, pues la cuestión que plantea la Fundación Miró no es otra que la pintura y cómo observarla. Se trata de una exhibición como las de antes, como aquellas que analizaban la perspectiva, aspectos iconográficos o cualquier otra problemática específica de la materia. Sin embargo, para nosotros, que nos hemos formado como historiadores, el motivo del horizonte no es en modo alguno baladí. Está relacionado con la aparición de una sensibilidad nueva y con los orígenes del arte contemporáneo. Y es que el surgimiento de este tema en la historia de la pintura no es algo casual. La aparición del paisaje en la pintura a finales del XVIII, con el horizonte como motivo central, implica la introducción de una nueva dimensión, el infinito, lo que acabará modificando el mismo concepto de pintura y la relación del espectador con ella.

Grosso modo, hasta entonces el cuadro era como un escenario en cuyo interior, habitado por dioses, personajes mitológicos y héroes, se narraban leyendas. Con la incorporación del paisaje y el horizonte, la pintura va disolviendo esta dimensión narrativa, sustituyéndola por nociones como la imaginación, la subjetividad, la infinitud... En todo caso, los paisajes y el horizonte abrirán el camino a la abstracción y acabarán por convertirse en pantallas en blanco en las que el espectador proyectará su intimidad, sus sueños.

La exposición no sigue un hilo cronológico sino que se estructura en núcleos temáticos buscando las asociaciones entre obras de periodos y artistas muy diversos. Martina Millà, comisaria de la muestra, ha explicado que el punto de partida es la noción de anacronismo, tal y como la ha definido el historiador Georges Didi-Huberman: frente a la linealidad de la historia del arte académico, éste entiende que presente y pasado están en constante diálogo e intercambio, y alumbran dialécticamente significados. La pregunta que nos hacemos es si todo es relacionable y si todas las imágenes se prestan a ese ejercicio de diálogo cruzado. Las asociaciones inesperadas representan la aportación de la muestra, pero tal vez algunas de estas conversaciones pueden derivar simplemente en monólogos de sordos.


Marc Chagall: El viejo y el cabrito, 1930 (detalle)

A modo de ejemplo de aquellas conversaciones anacrónicas entre obras y artistas citamos, en el primer núcleo de la exposición, la de tres artistas catalanes en los que se teje una relación de ida y vuelta: Modest Urgell, Joan Miró y Perejaume. En el microclima catalán, Urgell representa una suerte de simbolismo o romanticismo tardío. Fue un pintor que se especializó en paisajes melancólicos de formato apaisado con una composición muy elemental determinada por un eje horizontal y otro vertical. La suya no es tanto una pintura de reproducción de las apariencias, como un arte de la evocación y la sugestión. Frente a Urgell se exhibe a Miró. ¿Qué relación hay entre uno y otro? Recordemos que Urgell fue profesor de un joven Miró y que Pere Gimferrer observó que, cuando Miró era anciano, con demencia senil, garabateaba papeles y hacía unos paisajes muy elementales definidos por una horizontal y una vertical, que dedicaba, -y esto es muy importante-, a su antiguo maestro. Urgell depositó una enseñanza en Miró, y ésta no es otra que la de una pintura del ojo interior, el arte como un ejercicio de imaginación. Entre los cementerios de Urgell y los monocromos de Miró (como es el tríptico Azul I, II y III) existe una continuidad. Se trata de un arte de la contemplación, de la exploración del yo...

Falta saber cómo se interrelaciona Perejame con Urgell y Miró. Aquél presenta Quatro horizontes (1991), líneas realizadas con marcos dorados sobre la pared que dibujan la silueta de un paisaje. Puro fetichismo, porque en esta obra intuimos la voluntad de tocar, de hacer palpable ese espacio que con Urgell, y especialmente con Miró, se ha convertido en algo ilimitado, casi virtual. Perejaume intenta asir ese horizonte infinito manipulando el marco de la pintura, aquello que lo delimitaba. De alguna manera, se cierra el círculo.