Image: ¿Es solo un manojo de pelos sujeto a un mango?

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Exposiciones

¿Es solo un manojo de pelos sujeto a un mango?

¡Explosión! El legado de Jackson Pollock

26 octubre, 2012 02:00

Jackson Pollock: Pintura (plateada sobre negro, blanco, amarillo y rojo), 1948

Fundación Joan Miró. Parque de Montjüic s/n. Barcelona. Patrocinada por la Fundación BBVA. Hasta el 24 de febrero.

En la pintura tradicional, la relación del pintor con la tela está mediatizada por un instrumento. Entre el artista y su obra hay una distancia que se salva por un útil que es el pincel. Éste implica una habilidad y una manera de entender el mundo y el arte. Pero habrá un momento en que "el pintar" no se vehiculará a partir de este utensilio, sino que consistirá en salpicar la tela, orinar sobre el soporte, perforar el lienzo o derramar fluidos dentro de los más variados comportamientos... Éste es el mundo que explora esta exposición, un mundo que surge cuando empieza a cuestionarse algo que parecía tan banal como un manojo de pelos sujeto a mango y que, sin embargo, sustentaba toda una cosmovisión, toda una arquitectura del saber.

Cuando se problematizan las técnicas tradicionales aparece un nuevo panorama. Y la aportación de la muestra radica, precisamente, en trazar una especie de cartografía -o inventario- de unas experiencias, más o menos relacionadas, que se sitúan en una zona ambigua entre la pintura, la performance y el conceptual. El punto de partida está en el "legado de Jackson Pollock", como dice metafóricamente el subtítulo de la exposición, que luego irá a Estocolmo.

Samuro Murakami: Muttsu No Ana (seis agujeros), 1955-2006 (detalle)

Cuenta la leyenda que Pollock buscaba tesoros interiores pero, ¿cómo acceder a ellos? La generación anterior -la de los surrealistas- poseía demasiados prejuicios literarios como para aceptar que un garabato fuera arte o simplemente tuviera sentido. Pero Pollock encontró ahí su verdad. Los mitos y rituales primigenios, que conectan nuestra alma con los misterios de la vida, y el automatismo, la llave que abre el inconsciente, serán aspectos clave de su universo. A la búsqueda de una mayor expresividad, de la exploración de mundos invisibles y subterráneos, el pintor sustituirá el pincel por el derrame de pigmento. Pollock arrojaba la pintura sobre la tela estirada en el suelo -como los dibujos sobre la arena de los indios- con gestos y ademanes corporales acompasados en una suerte de danza o movimiento rítmico que le hacía formar parte, decía él, de la misma pintura. Pintaba sin ninguna idea previa, siguiendo los dictados del inconsciente y las formas aparecían por sí solas.

El derrame transforma radicalmente el concepto tradicional de arte, no sólo porque posibilita ir más allá del surrealismo y sus técnicas automáticas, al ser mucho más directo y espontáneo, sino también porque en él la pintura se confunde con el cuerpo, como si se tratara de la huella o el rastro del movimiento y energía corporales. Aún más: la acción de pintar se realiza en un estado emotivo particular, como de trance, y ello transforma este acto en un ritual, aspecto al que contribuyeron los reportajes fotográficos y documentales que se rodaron con Pollock en plena acción (¿performance?) creativa.

Niki de Saint Phalle y Robert Rauschenberg: Pintura hecha bailando, 2005 (detalle)

En definitiva, la desaparición del pincel implica nuevos valores en relación a la pintura: el derrame, el azar, el cuerpo, la penetración del soporte, la acción... Sin duda, el argumento que nos propone el comisario, Magnus af Petersens, es interesante. Además, la muestra cuenta con piezas impactantes, como Yard, versión 9 de Allan Kaprow, y algunas sorpresas, en especial, como los artistas japoneses vinculados al grupo Gutai, mal conocidos. Y, sin embargo, como ocurre siempre con este tipo de exposiciones que presenta la Fundación Joan Miró, echamos en falta algo más. A la luz del corto texto del comisario, uno se pregunta si un planteamiento como el presente requeriría más reflexión.

Hay un detalle que merece subrayarse: la última pieza del itinerario de la exposición es el vídeo Artist (1999) de Tracey Moffat y Gary Hillberg. Éste consiste en un trabajo de recuperación y manipulación de películas que, directa o indirectamente, han tratado la problemática de la creación y han tenido como protagonistas a los artistas. Los fragmentos intencionadamente seleccionados y encadenados muestran en cascada un sinfín de chorretones, garrotazos, sofocones y gestos convulsos... Es la idea de slapstick aplicada al arte contemporáneo. Literalmente bufonada o payasada, slapstick es el término con el que se nombra el cine cómico mudo, de un Charlot por ejemplo, basado en los golpes, la mímica y el movimiento físico. Puede que el vídeo de Tracey Moffat y Gary Hillberg no vaya más allá de una broma, pero situado en el contexto en que nos encontramos es toda una declaración de principios.

Allan Kaprow: Patio (versión núm.9, 1961 (detalle)

La exposición hace una lectura académica de la pintura de acción y sus derivados, pero en esta última obra hay un mensaje tremendamente irónico. La pretensión de explicar el secreto del universo con cuatro brochazos, el presunto espíritu crítico que parecían poseer ciertas prácticas, la voluntad de hacer aflorar territorios interiores con gestos espasmódicos... parecen inverosímiles a la luz de esta pieza. Y lo que es peor: acaso la baja cultura -pienso en Hollywood y la cultura de masas- se revele simbólicamente como una denuncia de los límites y absurdos de la alta cultura.