Image: Kurt Schwitters, entre la joya y el vertedero

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Exposiciones

Kurt Schwitters, entre la joya y el vertedero

Kurt Schwitters

13 marzo, 2008 01:00

'Eye on cheese', 1939

Galería Leandro Navarro. Amor de Dios, 1. Madrid. Hasta el 27 de abril. De 120.000 a 275.000 E.

Ante este pedacito de Historia de la excelencia que aún resuena con sonido propio, es difícil no acometer una loa. Esta galería (nada extraño dada su trayectoria de entrega de las viejas vanguardias) trae esta exquisita retrospectiva en miniatura del legado de Kurt Schwitters. Con nacimiento en Hamburgo en 1887 y muerte en el exilio inglés en 1948, hablamos de una de las gigantescas y más potentes personalidades que surgieran del estremecimiento del periodo de entreguerras; de esa Europa Central en instantánea y fulgurosa eclosión. Tras una breve comparecencia expresionista, a partir de 1919, el de Hamburgo se convertirá en el lugar de cruce o punto de choque entre Dadá, el cubismo de los papiers colées, el constructivismo, De Stijl y Bauhaus. Un dadaísta antidadá. Un inventor. El artista total, el artista cruzado y el artista Casi: casi pintor (mal pintor académico), casi escultor, casi arquitecto, casi músico (Ursonate), poeta (Anna Blume), poeta visual, inventor de tipografías y escenografías, y primerísima espada de la recombinatoria collage.

Schwitters descubre una isla llamada MERZ: movimiento artístico para él solo, antideología afirmativa, un modo de mirar el mundo y un modelo de creación plástica a partir de éste. "Merz", término que procede de un collage donde recorta tal fonema de la frase impresa en un periódico "Privat und Kommerzbank". La segunda sílaba de "Comercio". El mercio. Parte de atrás del comercio y su inversión. Sustrato, energía sin finalidad concreta, erótica del alma humana. Merz es, cómo no, también el cruce entre todas las disciplinas a las que Schwitters fastidiaba. El hombre-artista casi completando un rompecabezas que súbitamente volvía a abrir otro.
Esta es la primera individual en una galería española y sucede a las celebradas en el IVAM (1995) o la fundación Juan March en 1982 y 1999 (la algo fallida Kurt Schwitters y el espíritu de la utopía): en ella hay veintiuna obras. Sobre todo collages y dibujos Merz (y un óleo sobre tabla) que abarcan el largo periodo fértil de su vida: 1921 a 1947. Son apoteosis concentradas de lo fragmentario, lo inacabado; combinatoria lúdica y casi mística de lo encontrado por azar entre lo arrojado a la papelera, al suelo, al estercolero de la sociedad contemporánea.

Recorrer estas salas supone viajar por el amplio abanico de apariencia estática pero siempre cambiante, agitado por este mago de lo inacabado, lo desechado. Con papeles, con técnicas mixtas que incluyen objetos como piedras o maderas de mayor volumen, siempre objetos de descartados (tickets de tranvía, trozos de sobres matasellados, pedazos de imágenes, láminas, páginas de revista o periódico, esquinas de objetos desvencijados, velas derretidas, y así) compone un espejo fragmentario de lo real, joya y vertedero. Supone hallar a un trabajador-artista, coleccionista de lo nimio en lo cotidiano, praxis plástica de lo cocinado por Joyce en su Ulises, genio anti-bohemio, libertario con un orden más extremo que el burgués. Desde la perspectiva que proporcionan los sesenta años que acaban de cumplirse de su muerte, Schwitters aparece además como prefacio visionario e influencia nada marginal de muchos de las más interesantes inclinaciones del arte de las segunda mitad de s. XX. Lo dicho: imposible no hacer un, por una vez (créannos) justo, panegírico.