Image: Hannah Collins, el aroma del tiempo

Image: Hannah Collins, el aroma del tiempo

Exposiciones

Hannah Collins, el aroma del tiempo

El olor a jazmín

7 julio, 2005 02:00

True Stories (Londres)#1, 2005

Javier López. Manuel González Longoria, 7. Madrid. Hasta el 30 de julio. De 14.000 a 20.000 e

En los últimos tres años, desde que Javier López incorporó a Hannah Collins (Londres, 1956) a su galería, tres han sido también las posibilidades de acercarnos aquí a sus trabajos. En 2002, una miscelánea que incluía ya algunas imágenes de la serie True Stories (Historias verdaderas), iniciada en 1998 y de cuya continuación hasta este mismo 2005 ofrece ahora cuatro piezas nuevas. Después, en 2003, pudimos contemplar parte de la última serie realizada por la artista, concluida a finales de 2002, y titulada Supermarket, California, de cuyo comentario me ocupé yo mismo. Ahora la muestra incluye obras de True Stories, de la serie dedicada al pabellón alemán de la Exposición Universal de Barcelona, obra de Mies van der Rohe, y otras dos, más recientes, fechadas en 2004, Bernabeu, y 2005, Jasmine; ésta última sirve, además, para dar título a la exposición, El olor a jazmín.

En el período comprendido desde 1998 hasta hoy, Collins ha desarrollado, simultáneamente a su trabajo fotográfico, otro, igual o aún más relevante, en el campo de la imagen en movimiento. De algún modo, aunque soy consciente de que la diferenciación no es del todo exacta, mientras en la fotografía prima, desde los albores de su producción, esa ausencia de la persona que caracteriza a buena parte de la práctica vigente en el panorama internacional en las últimas décadas, para ceñirse más estrechamente a las soledades del paisaje urbano o de la fábrica arquitectónica, en el cine, son éstas, las personas, y sus modos de vida, las más de las veces marginales, oprimidas hacia las afueras del centro y de la riqueza y cuyo entorno ha sido construido desde la estética del desposeimiento, sus exclusivos protagonistas. Recuerdo con especial intensidad el filme sobre La Mina, el barrio gitano chabolista de Barcelona, y las inmensas fotografías -de ahí lo inexacto que decía de la distinción entre una y otra- de la serie Medir la verdad, expuestas en la galería Joan Prats, también en 2002.

Lugares, pues, y gentes; y un tercer componente que es igualmente esencial en el entender de Collins: el tiempo, su transcurrir o la solidificación de su detenerse. No en vano, la exposición que realizó en la sala Parpalló de Valencia, justo en 1997, titulaba una de sus dos secciones In the course of time y, también, se sugiere aquí ese aroma a jazmín que únicamente puede ser evocación, recuerdo de haberlo olido.

Apuntaría, además, un efecto que ha venido interesándole desde hace algunos años, la ambigöedad perceptiva generada por la estampación de la fotografía, modificada digitalmente sobre lienzos de tamaños cuando no generosos, enormes. Destaca en ellas el uso de colores inducidos, que resaltan los originales a la vez que les confieren un aire artificioso, que se adecua, al menos en lo ahora visto, unas veces mejor que otra al resultado final.

La reunión efectuada en Javier López no constituye propiamente hablando una exposición, por más que tenga un motivo común, la arquitectura y el paisaje urbano, sino que señala o apunta hacia diferentes aspectos y modelos. Puestos a elegir, quizá la obra que propone un camino más fecundo sea Jasmine, tanto por la neutralidad aparente de su contenido, como por ser la que lleva más lejos la indeterminación visual que antes reseñaba. Las más bellas, aunque sin que esa perfección me lleve a mayores reflexiones, son las dos vistas de Londres, y la que se emplea con mayor tesón en su ostentación constructiva, Bernabeu, cuyas vallas publicitarias me remiten, sin embargo, a los supermercados californianos de los que hablé hace dos años.