Image: Fernell Franco, cazador de vida

Image: Fernell Franco, cazador de vida

Exposiciones

Fernell Franco, cazador de vida

Casa de América

23 junio, 2005 02:00

De la serie Amarrados

Paseo de Recoletos, 2. Madrid. Hasta el 24 de julio

Esta muestra individual sirve muy bien como introducción a la obra de un artista del que convendría saber más: el colombiano Fernell Franco (1942), poco conocido en España. Auténtico virtuoso del blanco y negro, es un cazador de la vida en movimiento y en transformación de las urbes suramericanas que ha hecho de la calle, sus lugares y, sobre todo, transeúntes, el objeto de su mirada. El artista tiene marcada la biografía con su propia emigración a la ciudad forzada por la violencia en el medio rural, elemento aglutinador de muchos de los llegados desde mediados del s. XX a los incipientes núcleos urbanos en Colombia. En las dos series que se exhiben aparecen dos formas de mirar a la ciudad donde él recalara, Cali, y la gran urbe de Suramérica en general. El acierto de la muestra es que permite recibir esas dos miradas, separadas en el tiempo, tanto como dos formas de ciudad y dos fotógrafos que son el mismo.

Por un lado, hallamos una mirada juvenil, fascinada y ya maestra en el encuadre, entre un fotoperiodismo de calidad y el documento social. Son las instantáneas de Galladas, la serie más antigua de las dos expuestas. Imágenes de los años sesenta y setenta que muestran a las pandillas de los barrios populares de Cali, influidas en su indumentaria y actitudes por una moda y un look ya bastante globalizados (esos gallos podrían ser del Bronx o de Harlem). La actitud que Franco capta con su máquina denota cambio y confianza hacia el presente propio, pero también violencia e inestabilidad. Es una imagen perfecta de la ciudad restallante en exuberancia y desorden; un lugar donde aún es posible todo pero donde el crimen y la agresividad comienzan a instalarse al amparo de las diferencias sociales. La ciudad crece a la par que deposita el germen de su destrucción.

En la otra serie, que recorre años posteriores hasta casi nuestros días, aparece una mirada más concentrada y madura y, también, más oscura y proclive a la abstracción. Es la llamada Amarrados, y consta de fotografías de fardos, mercancías cubiertas por lonas o telas posteriormente aseguradas con sogas atadas. Son grandes paquetes solos y casi escondidos en las sombras de trastiendas o almacenes. Con ellos, Franco quiere representar, con cierta melancolía y dureza, la pervivencia desubicada de la raíz indígena, una presencia que se ha querido arrinconar en lo fantasmal.