Image: Mireia Sentís

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Exposiciones

Mireia Sentís

13 enero, 2005 01:00

Mireia Sentís: De la serie Castillos de Castilla, 2004

Moriarty. Almirante, 5. Madrid. Hasta el 16 de enero. Precio único: 1.700 euros

Desde aquel conjunto retrospectivo de fotografías sueltas hechas entre 1977 y 1999 que se exhibiera en Moriarty hace ya casi un lustro, no había tenido lugar en Madrid una individual de Mireia Sentís (1947). Y sí: la presente exposición de obra reciente da impresión de haber sido recopilada con tiempo. Castillos de Castilla es una serie con asunto común y una clara visión de conjunto en lo formal, casi denominación de origen. La fotógrafa de origen catalán creció en Francia y ahora vive en Castilla. Su fascinación por las tierras de la meseta norte y por los antiguos castillos y posadas fue lo que motivó en un principio una serie que ha acabado convirtiéndose irónicamente en una crónica amistosa e ingenua de la resplandeciente austeridad de ese pedazo de tierra a través de sus modernas atalayas. No encontramos en estas estampas en blanco y negro de tonos plateados restos ni ruinas de aquel pueblo de reconquistas, serenidad y rectitud militar, sino algo más parecido a una arqueología del presente. Un paisaje despoblado y cuya apariencia intemporal y desolada sólo se ve interrumpida por aisladas edificaciones. Silos, amontonamientos de fardos de cereal, postes de telecomunicaciones, centrales eléctricas, edificios sin terminar, vallas publicitarias, vertederos o naves industriales son los nuevos castillos que retrata Mireia Sentís: los nuevos vigilantes en el honroso desierto castellano, las nuevas columnas que unen el raso del cielo y la llanura o la colina, las nuevas unidades de poder, gigantes suspendidos en el aire que hacen resonar el vacío. De nuevo, acaso sin darse cuenta, Sentís vuelve al negativo de la presencia humana. Su ausencia en el plano es una sonora presencia fuera de campo. El hombre no ocupa esas tierras, no las desborda, pero su huella y la del mundo que tiene configurado en la actualidad está ahí presente, en medio de las soledades, en una nebulosa de tiempo.