Exposiciones

Cecilio Pla, cronista de la Belle Epoque

24 mayo, 2000 02:00

"Mujeres detrás de una cortina", 1895. Óleo sobre lienzxo, 204 * 222

Torreón de Lozoya. Plaza de San Martín, 5. Segovia. Hasta el 2 de julio

Cecilio Pla nació en Valencia, mediado ya el siglo XIX. Pronto se trasladó a Madrid donde estudió en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, una vez abandonados los estudios de música en la Escuela de Artesanos de Valencia. En 1880 viaja a Italia y se establece en Roma. Visita también, Francia y Portugal. A finales de los 80 obtiene dos premios importantes con las obras tituladas "Dante" y "El entierro de Santa Leocadia", así como una Medalla de Honor en la Exposición Universal de París, en 1900. Ocupa en 1910 la cátedra de "Estética del color y procedimientos pictóricos", en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y tiene como discípulos a Cossío, Juan Gris y Solana.

Casi exactamente un siglo antes de que Trueba rodara Belle Epoque, la película que ganó el penúltimo Oscar español, Cecilio Pla había pintado una de sus escenas. Eso al menos me pareció a mí cuando la estaba viendo: las cuatro hijas de Fernando Fernán Gómez, su protagonista, se ocultaban coquetas tras un pesado cortinaje en un lienzo monumental del valenciano: Mujeres detrás de una cortina, de 1895. Claro está que había algunos anacronismos, pero Pla retrataba el mismo espíritu, la misma luz, un juego idéntico de miradas ante el espectador. Esta anécdota verídica puede servir para poner de manifiesto el interés de muchos de estos cuadros para un espectador actual. Cecilio Pla (1859-1934) forma parte del grupo de notables artistas que en la Valencia de la segunda mitad del siglo pasado constituyeron una de las vías de modernización del arte español: Joaquín Sorolla, Emilio Sala, Ignacio Pinazo, Francisco Domínguez Marqués, José Benlliure, Joaquín Agrasot, Muñoz Degrain.

Desarrollaron todos ellos su labor en un ambiente intelectualmente inquieto, en el que se daban cita influencias diversas. Una de ellas fue la política de desarrollo cultural impulsado por la I República, que favoreció una enseñanza rigurosa de las técnicas del dibujo y el color, junto con un aprendizaje de la percepción directa. Por otro lado, el contexto artístico en el que se formaron y dieron sus primeros pasos no podía ser más conservador: primaba una pintura historicista, apoyada por los estamentos oficiales, o costumbrista, favorecida por la aceptación del público. Finalmente, la Valencia de su tiempo se encontraba netamente aislada de las corrientes internacionales e incluso de los vacilantes intentos de renovación que se fueron haciendo cada vez más acusados en capitales como Madrid, Barcelona o Bilbao. La opción de estos pintores fue, en esas circunstancias, dirigir cada vez más su mirada a su propio entorno, con una franqueza que acabó librándoles en algunos momentos tanto del corsé academicista como de la servidumbre folclorista.

Tal y como señala Elena Requena en el catálogo, el interés de la obra de Cecilio Pla ha sido reconocida tardíamente. El año pasado la Fundación Mapfre llevó a cabo una magnífica antológica de su obra, comisariada por Javier Pérez Rojas. ésta del segoviano Torreón de Lozoya, comisariada a su vez por Fernando Francés, supone sin embargo una aportación singular por cuanto en ella ocupan un papel destacado las obras sobre papel, gouaches y acuarelas, que muestran la faceta de ilustrador y cronista gráfico de Pla -fundamentalmente para la revista Blanco y Negro. Son, desde luego, sus creaciones más circunstanciales, pero también sirven para completar rigurosamente su retrato. Junto a ellas están las que a mi juicio son las más interesantes: óleos de factura suelta, de pincelada espesa y por momentos impresionista, que dejan en muchas ocasiones al descubierto el cartón del soporte. A diferencia de su paisano Sorolla, en sus playas la luz no ondea en el aire, sino que está fija y multicolor en rostros y ropajes. A diferencia también de Sorolla, sus cuadros carecen de esa moral programática que en muchas ocasiones lastra el lenguaje pictórico hasta convertirlo en la ilustración de una idea. Sorolla es sin duda un extraordinario pintor, pero eso ya lo sabemos. En el caso de Pla hay que destacar su vocación de cronista de un tiempo y un lugar, con lo que esto supone de positivo y negativo y, junto a ella, una importantísima labor docente -como profesor y pedagogo- de la que dan muestra sus dos Cartillas de Arte Pictórico. Su influencia fue decisiva para toda una generación de pintores. Manuel ángeles Ortiz, Bores, Cossío, entre otros muchos, han señalado la impronta que el maestro dejó en su obra. Vale la pena contemplar esta hermosa exposición para comprobarlo.