Image: Velocidad variable

Image: Velocidad variable

Arquitectura

Velocidad variable

27 diciembre, 2013 01:00
Enrique Encabo Inmaculada Maluenda

Bricktopia, bóveda tabicada de Map13 en Barcelona.

Especial: Lo mejor del año

¿Qué esperábamos del 2013? En el último lustro, el saber popular iba tirando los años antes de usarlos porque, con seguridad, hasta el siguiente no remitiría la crisis. Esta transitoriedad se nos ha quedado adherida, aguardando siempre a pasado mañana. La arquitectura no es caso aparte y también responde con procesos instantáneos o eternidades circunstancialmente interrumpidas.

Lejos del monocultivo, durante este ejercicio ha ciclado su condición efímera: algunas de las obras más destacables pronto serán solo recuerdos. Como el pabellón de la londinense Serpentine Gallery de Sou Fujimoto, quizá de los más notables de su serie: una nube experimental que dista del pseudo edificio de ediciones anteriores. En Matsushima (Japón), Anish Kapoor -con ayuda de Arata Isozaki- retomó el Leviathan del Grand Palais como auditorio hinchable para el Lucerne Festival. También los españoles han acertado con lo fugaz: Map13 construyó, junto a la barcelonesa factoría de Fabra i Coats, una bóveda tabicada deudora de las geometrías laminares del suizo Heinz Isler; y en Nueva York, Churtichaga y de la Quadra-Salcedo acondicionaron mediante un techo temporal de contenedores un almacén en uno de los piers del río Hudson.

El flujo de exportaciones sigue aumentando: en Viena, Eduardo Arroyo y Carme Pinós han terminado sendos edificios universitarios junto al Prater; y en México DF, Antón García-Abril (Ensamble Studio) el Teatro Cervantes, junto al nuevo museo Jumex de David Chipperfield. También emigra la academia: Iñaki Ábalos fue nombrado Chair del Departamento de Arquitectura de Harvard Graduate School of Design.


El pabellón de la Serpentine Gallery de Sou Fujimoto

En el curso han culminado, en isocronía engañosa, dos procesos de lentitud geológica: tras 15 años, Rem Koolhaas ha inaugurado De Rotterdam, un gigantesco rascacielos pantalla en el área de Kop van Zuid. En Ámsterdam, unos 70 km al norte, y tras 12 años, Cruz y Ortiz han concluido el nuevo Rijksmuseum. La obra de los sevillanos llega en un momento preciso: la arquitectura por venir parece sustentarse en reescrituras de lo existente, con obras notables como la transformación de la alicantina estación de Benalúa por Manuel Ocaña en Casa Mediterráneo, un contenedor de aire azul; o la recuperación trazada por Retes Arquitectos en el Parque Científico de El Espinardo (Murcia), una malla que recubre unos antiguos edificios administrativos, para atrapar y transformar el pinar circundante en patios de paisajes comunes.

El premio Mies van der Rohe dejó un triunfador opinable: el auditorio Harpa, en Reikiavik, de Henning Larsen -fallecido al poco tiempo de recibirlo- y Olafur Eliasson; y otro esperanzador al arquitecto joven, concedido a Langarita-Navarro por su Red Bull Academy en Madrid. El Pritzker, merecido, fue para el japonés Toyo Ito.

Perdimos a Javier Carvajal, Medalla de Oro de la Arquitectura 2012, y Fray Coello de Portugal, un heterodoxo constructor de iglesias modernas. Antes, en abril, nos había dejado Paolo Soleri, autor de la ciudad experimental de Arcosanti, una utopía sostenible en el desierto de Arizona. Su ejemplo demuestra que la huella ecológica puede interpretarse de muchas formas. Véase un caso: la exposición en el Museo ICO dedicada a De la Sota y Fisac -únicos centenarios que se han celebrado commeilfaut- culmina en dos proyectos turísticos tan respetuosos con el entorno como atrevidos en su radicalidad. ¿Cunde el ejemplo? ¿Importa esto algo desde fuera? Desde aquí pensamos que no y constatamos su nula penetración en nuestra cultura: la nueva Ley de Costas disminuirá la zona de servidumbre de protección del litoral de 100 a 20 metros en un acto de negligencia paisajística difícilmente justificable, mal augurio para un país convaleciente de la codicia inmobiliaria. Menos ruletas y más dianas, por favor.