Antonio Lamela, junto a una maqueta del Santiago Bernabéu. Foto: Jaime Villanueva

El ejemplo más característico de su arquitectura son las Torres Colón, en las que volteó por completo el esquema seguido tradicionalmente para estructurar un rascacielos (la llamada arquitectura suspendida) y que encarnaban un tipo de modernidad inédito en España que les valdría ser escogidas mejor construcción de 1975 durante el Congreso Mundial de Arquitectura y Obra pública celebrado en Nueva York. Pero el estilo constructivo de Antonio Lamela (Madrid, 1926-2017), fallecido esta madrugada en su ciudad natal a causa de una insuficiencia pulmonar, siempre fue inconformista, audaz y pionero. En Lamela convergían un acusado interés por las innovaciones tecnológicas y técnicas, por los planteamientos novedosos y originales, con un carácter pragmático y comercial que hicieron de él un arquitecto inclasificable, a medio camino entre intelectual y hombre de negocios.

Dos años antes de licenciarse, en 1954, funda el Estudio Lamela, regentado desde hace décadas por su hijo Carlos, cuya sede en la calle O'Donnell, 34 fue un anuncio de su estilo por su innovación en los materiales, las formas y las soluciones tecnológicas, que incluían novedades hoy consideradas plenamente vanguardistas, como la supresión de espacios cerrados. Su faceta viajera y cosmopolita dotó a Lamela de la inquietud de modernizar una España que por entonces se desperezaba de la posguerra, tarea que emprendió inspirándose en ciudades como Nueva York y Londres. Los años siguientes, subido en una ola de optimismo arquitectónico propia de un país que pretendía despegar, fueron de frenética actividad.

Protagonista crucial de los años del desarrollismo y el boom turístico, levantó los primeros moteles y hoteles de concepto y diseño moderno en España en la década de los sesenta y proyectó también conjuntos residenciales en zonas turísticas. Muchas de sus innumerables construcciones marcaron la Costa del Sol y las playas mallorquinas con edificios que en su época fueron vistos como símbolo del progreso, aunque luego fueran tildados de especulación. Destacan entre ellos proyectos que forman parte de la historia de la arquitectura española como el Motel El Hidalgo (Valdepeñas, 1959), el conjunto Caleta (Palma de Mallorca, 1962) o el Hotel Melià Princesa (Madrid, 1963).

Entre 1956 y 1958 levantó en el Paseo de la Castellana de Madrid el primer edificio de viviendas que incluía novedades como el aire acondicionado, fachadas ligeras suspendidas, tabiques móviles, vertederos de basura individualizados... A este proyecto le sucedieron otros complejos residenciales y la planificación de barriadas, como la de San Ignacio de Loyola (1964-1970), el Conjunto Galaxia (1965) o el Edificio Pirámide (1972). Y es que fue en Madrid, donde Lamela construyó a lo largo de los años ochenta y noventa una serie de edificios que modificarían el paisaje urbanístico hasta el punto de reconfigurar la imagen de la ciudad. La remodelación de la Plaza de Castilla, la ampliación del Estadio Santiago Bernabéu (1988) o la realización de la Terminal T4 de Madrid, acometida junto al británico Richard Rogers tras ganar el primer premio en el concurso internacional en 1997, son brillantes ejemplos de la voluntad de innovación que siempre sostuvo su actividad.

Ese sentido de innovación y vanguardia le llevó a crear en 1973 la primera compañía de Dirección Integrada de Proyectos, Gestión y Control 73, con la que trataba de responder a una idea que exploró desde el principio de su actividad profesional: plantear una práctica en la que el arquitecto controlase todas las fases del proyecto. Respondiendo a esa misma filosofía fundó otras compañías relacionadas con su ámbito profesional, como ADI (Arquitectura, Decoración e Ingeniería), que ofrecía un servicio en el que se integraban las tres disciplinas.

Humanista de vocación y precursor en su época de la reflexión sobre el papel de la arquitectura como factor transformador de la ciudad y su integración en la naturaleza y el espacio, su visión holística de la arquitectura, plasmada en publicaciones como Cosmoísmo y Geoísmo (1976) y Estudio Lamela. Urbanística y Arquitectura. 1954-1992 (1992), le hicieron ser un anticipador de conceptos que ahora predominan en el campo del urbanismo o la ordenación de territorio, como la sostenibilidad. Mirando hacia el futuro de su profesión, Lamela afirmaba ya en 2004 que "tendremos que hacer en cada lugar que la arquitectura sea adecuada para ese sitio, de acuerdo con su clima, materiales, paisaje, ubicación y tantas cosas... es ahí donde está la inteligencia".