Ilustración de Ajubel

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Arte

La respuesta de la crítica

Hoy son los críticos de arte quienes entran en escena para terciar en este debate casi eterno: la labor del crítico, funciones, incompatibilidades...

25 octubre, 2007 02:00

La semana pasada fueron los artistas los que analizaban el papel de la crítica de arte contemporánea y hoy son los propios críticos quienes entran en escena para terciar en este debate casi eterno: la labor del crítico, funciones, incompatibilidades... Junto a nuestros habituales Miguel Fernandez-Cid, Elena Vozmediano y Mariano Navarro (presidente del Consejo de Críticos de Artes Visuales) hemos invitado a José Luis Brea, profesor y ensayista con abundantes trabajos sobre el tema; Juan Antonio Álvarez Reyes, colaborador de ABCD, y Sergio Rubira, director adjunto de Exit.

La tarea de la crítica (en siete tesis)

Por José Luis Brea

1. El objeto último de la crítica de arte, como de todo análisis cultural, es la puesta en evidencia de las condiciones, dependencias e intereses -de toda índole: sociales, técnicos, políticos, de género, de dominación económica, cultural, etc.- bajo las que la práctica se produce. Es preciso alejar el espejismo de la inocencia: nunca una práctica de representación -y el arte no es otra cosa- es “inocente”. Evidenciar su falta de inocencia siempre es tarea de la crítica.

2. Es tarea de la crítica contribuir al proceso de construcción social del significado. Éste no pertenece a la obra -que en sí misma no es más que un modesto e incompleto envío-. Sino a todo el proceso social en el que ella se implica. La parte en que la crítica ha de contribuir no ha de ser otra que la más desmanteladora, la que mejor contribuya tanto a dispersar esa productividad significante -la crítica ha de ser máquina de proliferación del sentido- como a socavar la ilusión de que éste le pertenece a la obra. El sentido pertenece a la productividad de los múltiples agentes que participan en los procesos de la comunicación social que llamamos arte.

3. No es tarea de la crítica operar “dentro” de la institución-Arte: sino ejercer incondicionalmente la crítica. Una buena parte de la tarea propia de la crítica es la crítica de las políticas culturales, la crítica de la institución. Entre otras cosas, para poner en evidencia que la fantasía de la “crítica institucional” integrada no es más que eso: una fantasía interesada. Ni comisariando ni dirigiendo museos se hace crítica, sino institución. Y cuanto más se predica contra ella desde dentro más se favorece el juego de la falsa conciencia en el que ese esquema se produce.

"Una buena parte de la tarea propia de la crítica es la crítica de las políticas culturales, la crítica de la institución"

4. No es tarea de la crítica difundir la actividad ni de la institución ni del mercado del arte. La excusa de que se “informa” al público -cuando lo que se hace es lo anterior, servir de instrumento de propaganda larvado- no es más que una pura coartada, la que sirve al periodismo cultural para instituirse como agencia de decisivo poder en el seno del sistema arte.

5. El territorio para el ejercicio de la crítica no puede ser otro que el del ensayo, por tanto el del libro o acaso el de la revista especializada. Y no sólo porque en la distancia y autonomía (relativa, pero superior a la de las otras instancias) que permiten ambos medios se abre un grado aproximado de independencia -sin el que no hay crítica- sino porque en sí misma la forma ensayo -como modalidad específica de la escritura orientada a hacer emerger las carencias de cada forma del discurso, la propia inclusa- es la única dotada para llevar adelante el trabajo desmantelador (2) que es propio de la crítica.

6. No es tarea de la crítica propagar la fe en los objetos que analiza: sino, al contrario, poner en evidencia las trampas sobre las que esa fe se instituye. La crítica no ha de servir para aumentar la -infundada y tramposa hasta los tuétanos- fe contemporánea en el arte (la religión de nuestro tiempo, decía ya Nietzsche): sino, al contrario, contribuir a desestabilizar esa fe -secularizando críticamente su análisis en los términos del de los imaginarios dominantes- tanto como esté en su mano.

7. La crítica ha de aceptar y afrontar con todas sus consecuencias el impacto del “devenir online” -que el escenario de los nuevos medios-, con la carga de pérdida de autoridad que el confrontarse en un espacio multiplicado de voces conlleva. Diría que combinar ese efecto de extravío de su autoridad institucionalizada con el compromiso radical con su trabajo desmantelador y secularizador, es el reto que por excelencia concierne a la crítica en nuestros días.

Interlocutores válidos

Por Mariano Navarro

La crítica de arte es un ejercicio de la inteligencia, que se emplea sobre una materia a la que colectivamente hemos confiado nuestra necesidad de simbolización y permanencia. Históricamente concurren la libertad personal reclamada por los artistas y la irrupción de la crítica. Somos, en ese sentido, compañeros de viaje o, como quería Duchamp, conspiradores que intercambiamos mensajes.

"El pensamiento crítico se ejerce no sólo por intermedio del ensayo o la reseña, sino de modo más amplio a través de la investigación y el comisariado"

El arte es uno de los más potentes y profundos sistemas de representación e interpretación de lo real, de ahí que una de las fascinaciones del arte contemporáneo sea su continuo fluir al ritmo de la existencia. La función del crítico es la elaboración libre de otro discurso argumentado que sitúe y analice la propuesta artística concluyendo en una reflexión que afecta tanto a lo específico estético como a lo real. Si es indudable que el arte tiene su lenguaje, no puede serlo menos que la crítica haya elaborado en el transcurso de siglos el suyo propio. El pensamiento crítico se ejerce no sólo por intermedio del ensayo o la reseña textuales, sino de modo más amplio a través de la investigación y el comisariado de exposiciones, que deben ser, como quiere Rosenblum, visualmente inteligibles aunque no tengamos ningún contexto o estructura con qué dotarlas. También por la participación en tareas de asesoramiento a instituciones y colecciones.

La crítica que ejerzo exige dosis parejas de pasión y de compromiso en un triple sentido: con los artistas, con el lector y con el hecho mismo de la escritura. Aunque debo aclarar que mientras la bondad de la escritura resulta legible y los artistas aunque son tan diferentes entre sí no me resultan cómplices difíciles, no acabo de saber muy bien cómo definir a mi hipotético lector. ¿Para quién escribo? Parafraseando a un artista: para interlocutores válidos.

¿Versus?

Por Miguel Fernández-Cid

Para mi generación, la frontera entre escritura, crítica, teoría e investigación histórica es borrosa: unas nos llevaron a las otras. Escribíamos sobre arte porque nos gustaba escribir y nos interesaban las artes plásticas. En España no existía una enseñanza específica para estas disciplinas, por lo que cada uno definía su perfil. Conocíamos el idearium de Baudelaire y sabíamos que el crítico debe ser una especie de intermediario culto entre la obra y el público, pero que nuestro medio era la escritura. En esencia, sigue ocurriendo lo mismo, con la diferencia de que el arte del que más se ocupa la crítica (la vanguardia, la novedad, la moda) es un poco más críptico, y el campo de trabajo (número de artistas, de exposiciones, de opciones) se ha multiplicado, por lo que es necesario mantenerse atento, actualizarse, abrir los ojos, mirar sin complejos, reflexionar sin ideas preconcebidas.

"No entiendo la máxima 'artistas versus críticos': nos entendemos mejor mezclados que cada uno con su grupo"

Los objetivos y la función de la crítica siguen siendo hoy los mismos: transmitir el diálogo que uno mantiene con lo expuesto, apuntando algunas claves de entrada a las obras, valorando si el artista ha conseguido lo que parece proponerse. Creo que desde una revista especializada uno puede ser más duro y militante, mientras que en un periódico debe explicar con claridad sus argumentos y, si discrepa de lo visto, empezar contando el lugar que otros otorgan al artista que expone. Ni entonces ni ahora le doy a la crítica más valor que el de una opinión matizada: me aburren los que citan al Baudrillard de turno antes de dar los buenos días y ya no hago el esfuerzo de releer aquello que no entiendo desde el principio. Simplemente, pienso que está mal escrito. Entiendo la crítica como un diálogo: casi siempre con el artista, pero también con el público. Para quien la ejerce, leer crítica resulta un ejercicio duro: siempre crees descubrir intenciones secretas, y el balance final no es positivo. No entiendo la máxima Artistas versus críticos: nos entendemos mejor mezclados que cada uno con su grupo. Aunque discrepen en un momento, si son inteligentes terminan conectando; algo que no ocurre cuando se trata de iguales, sin duda porque el debate no es de opinión sino de poderes. Sé que entre los dos, el crítico es el prescindible, pero también lo es el artista entre él y la obra, y ésta si la enfrentamos al público.

La necesaria independencia

Por Elena Vozmediano

La crítica de arte, es verdad, arrastra muchas servidumbres. Como engranaje, cada vez más accesorio, del sistema del arte contemporáneo, es utilizada por galerías (como publicidad gratuita en los suplementos) y por instituciones (como promoción de sus exposiciones y reclamo de espectadores). Cuando hay que publicar un catálogo, se tira del crítico que necesita redondear ingresos como pluma a sueldo. Sus opiniones, si es que le parece legítimo expresarlas, importan a pocos. No afectan en absoluto al mercado o son enmudecidas por el ruido publicitario. Aún así, a veces creemos que sólo nos leen los directamente interesados, y tenemos la tentación de dirigirnos sólo a ellos. Cuando, como muy bien apuntaba Luis Gordillo, la crítica periodística, la que aquí hacemos, no debe escribirse para los profesionales sino para el público. Hay quienes creen que no hay posible solución para este formato y claman por su extinción. Pero para la mayoría de las personas que no pertenecen al mundo del arte, los medios de comunicación, con todos sus defectos, son la única fuente de información sobre lo que los artistas están haciendo. No se puede cerrar ese canal. Lo que hay que hacer es reformarlo.

"Para los que no pertenecen al mundo del arte, los medios de comunicación son la única fuente de información sobre lo que los artistas están haciendo"

Me parece, como a Pedro G. Romero, necesaria la separación de poderes. Actuar como comisario o establecer relaciones demasiado estrechas con galeristas, coleccionistas o instituciones, por mucho que nos esforcemos para que no afecte a nuestra independencia, crea necesariamente deudas, o quizá sólo “simpatías” difíciles de traicionar. Los medios, por su parte, deberían estar menos atentos a lo que “vende”, ser menos unánimes en lo que se selecciona y dar a los que escriben más espacio y más tiempo para reflexionar.

Es una responsabilidad enorme disponer de un espacio en la prensa. Ningún criterio puede hoy, en tiempos “post-históricos”, pretender ser universal. Ningún crítico tiene, en nuestro país, el poder de hacer o deshacer carreras. Sólo podemos aspirar a la coherencia, a la credibilidad. Y, junto a los canales de participación abiertos en Internet, a generar un debate necesario, múltiples filtros para la avalancha de obras que el mercado y el circuito institucional nos quieren hacer tragar cada día.

Mea culpa

Por Sergio Rubira

La crítica de arte está en crisis. A pesar de su buena salud editorial, apenas se lee. Son pocos los lectores ajenos al medio y las numerosísimas páginas de crítica artística terminan en papel mojado. Existen causas internas, y como la de que los críticos -del verbo griego crino, juzgar- preferimos evitarlo, buscando la justificación en un banal “todo vale”, cuando lo que hacemos muchas veces es autocensurarnos. Tomar posición es peligroso cuando para sobrevivir hay que recurrir a escribir para esas instituciones que criticamos. Los críticos carecemos de autocrítica. Nos hemos instalado en lo previsible. No arriesgamos. Ensimismados, no nos hemos dado cuenta de que hemos perdido la capacidad de arbitraje. A esta pérdida han contribuido causas externas, como la multiplicación de otras instancias “críticas”, el apabullante poder del comisario y la proliferación de canales de difusión.

"La crítica de arte está en crisis. A pesar de su buena salud editorial, apenas se lee. Son pocos los lectores ajenos al medio"

En una encuesta de la Universidad de Columbia a reconocidos críticos estadounidenses -comentada por Elkins en su libro-, se ve lo lejos que ha quedado Diderot. La respuesta más votada a la pregunta sobre cuál era el objetivo de la crítica de arte hoy, fue “dar una descripción” de la obra. La segunda, “proveer de información histórica”. La tercera, “crear un texto con valor literario”. Y las que quedaron en último lugar, “teorizar sobre el significado de las obras” y “ofrecer un juicio sobre las obras criticadas”. No creo que haya que comentar cómo la escala de valores se ha invertido, y cómo se reconocen aquí tres de los cuatro “estilos” que dominan en la crítica hoy: el descriptivo, el contextual y el poético, faltaría el estético-filosófico; “estilos” que también son causa del escaso número de lectores. Y aunque no hay duda de que los críticos tenemos que saber escribir y describir, informar y estar informados, conocer la historia del arte y las corrientes de pensamiento, esto no es siempre así -los trucos para parecer profundos se aprenden pronto- y tampoco tiene que ser sólo así. Al crítico hay que pedirle más, deberíamos pedirnos algo más.

¿Para qué la crítica?

Por Juan Antonio Álvarez Reyes

¿Para qué la crítica?, se preguntaba Charles Baudelaire. “Vasta y terrible pregunta que coge a los críticos por el cuello”, añadía el francés. Parece ser que la crítica -los críticos- tienen un papel relevante en el sistema del arte, pero no se sabe muy bien cuál es. Esto, al menos, opinan otros agentes de ese sistema. Existe esa tonta tendencia a dar demasiada importancia a lo que se escribe, puesto que, todavía hoy, la crítica es la que se ejerce en medios impresos. Es como si -como consecuencia de la herencia de otras épocas- lo escrito estuviera sobredimensionado.

"El para qué de la crítica, por lo menos históricamente, se contestaría como que el público necesita portavoces"

¿Para qué la crítica? Como ha estudiado con acierto Thomas Crown, la crítica (y la información) de arte nació con el público, un público general, no el del reducido grupo del coleccionismo. Esto se produce en el París del siglo XVIII, asociado, además, a los Salones de pintura, en los que un cada vez más numeroso público entraba a mirar y a comentar entre sí las obras expuestas. Con el nacimiento de los medios de comunicación, con las publicaciones de los primeros periódicos, la crítica de arte surge como una necesidad ante un acontecimiento social: los salones. El para qué de la crítica, por lo menos históricamente, se contestaría como que -tal y como describe con minuciosidad Crown- el público necesita portavoces. ¿Pero quién sería el valiente hoy de pretender ser portavoz del público? No creo que nadie que ejerza la tarea de crítico actualmente se arrogue tal representación.

Por retomar a Baudelaire -tan socorrido para estas cuestiones-, la crítica debe estar “hecha desde un punto de vista exclusivo, pero desde el punto de vista que abra más horizontes”. Creo que podría ser éste un buen punto de partida para un crítico que opere desde una postura ética y política; independiente y, a su vez, comprometido con el presente, con la vida; con una inequívoca vocación de producción de sentido y, a la vez, sin enredarse en maniobras paramilitares o en actuaciones policiales.