Arte

Mimmo Paladino, el enigma de la pintura

Mimmo Paladino

6 septiembre, 2007 02:00

Sin título, 1992

Centro Cultural Contemporáneo Pelaires. Can Verí, 3. Palma de Mallorca. Hasta el 23 de noviembre.

La tradición metafísica de De Chirico y el espíritu ancestral mediterráneo. La literalidad de la vida y la sutileza conceptual de lo intangible. Lo sacro y lo profano. El pensamiento mítico y la ambición analítica. Máscaras, estrellas y esferas. El hombre y sus signos... o el enigma de esa pintura dramática, catártica y ritual que sigue interpretando sin ambages su operación sustantiva de suplantación de la realidad.

Ciertamente pagano y misterioso es el excelente conjunto de obras representativas de la producción de Mimmo Paladino (Benevento, 1948) que conforman la última propuesta del Centro Cultural Contemporáneo Pelaires. Esas constantes, que nos recuerdan que la ambivalencia es unos de los rasgos característicos del artista, no sólo son uno de los hilos conductores de la muestra sino lo que la relaciona con sus revolucionarias búsquedas de hace más de treinta años.

Conscientes de que el tiempo ha desdibujado ya las intenciones contestatarias que impulsaron a aquel joven transvanguardista, su obra mantiene, sin embargo, ese fondo rompedor que llevó a considerarle como algo más que un continuador de la tradición figurativa expresionista de las vanguardias europeas. Así, su pulso a aquel antagonismo forzado entre la figuración y la abstracción, la confrontación con otras tradiciones contemporáneas más conceptuales y, entre otras, esa sabiduría compositiva que imprime a todas sus obras una misma intensidad independientemente de cual sea su formato, emergen hoy como ayer en las más de sesenta obras que ponen en pie la instantánea del Paladino actual.

De hecho, uno de los aspectos más interesantes de esta exposición es cómo dialogan las pequeñas esculturas y los grandes lienzos, los dibujos y los murales, manteniendo en todo momento muy alta la vibración de esa energía estética que el artista desarrolla activamente en sus numerosas intervenciones espaciales, en sus ambientes e instalaciones. El sentido alquímico de los materiales cobra forma aquí tanto en la utilización simbólica del pan de oro y de los minerales transparentes que convierte en pequeños iconos religiosos algunos retratos profanos, como en ese gran mural rojo que propone una ecuación sin respuesta.

Siempre exhibiendo su característica vehemencia meridional y ese sentido innato para lo arcano propio de un hijo del Renacimiento, sus pinturas, dibujos y esculturas son, en suma, pequeños jeroglíficos, mensajes visuales que conjugan con un mismo verbo cuestiones universales y pequeñeces cotidianas. Mimmo Paladino mantiene firme en su centro a ese hombre dual, místico y mítico, para el que sigue creando fetiches.