Arte

Andres Serrano, país de héroes

América

3 noviembre, 2005 01:00

Ken Cox, Set Designer, 2002

Juana de Aizpuru. Barquillo, 44. Madrid

Tres años ha estado trabajando Andres Serrano (Nueva York, 1950) en su última gran serie, América, que pretende acercarse con 112 retratos a la multiplicidad del pueblo estadounidense. Ambicioso proyecto que continúa la estela de empeños similares en la historia de la fotografía: el de su admirado Edward Curtis en The North American Indian, el inmenso Hombres del siglo XX de August Sander o el más reciente In the American West de Richard Avedon. Se trata en todos estos ejemplos insignes de reflejar una sociedad por medio de la acumulación de retratos individuales en los que, aun incluyendo algunas celebridades, prima el personaje anónimo como representación de un tipo (eco de las colecciones de tipos populares que en los siglos XVII y XVIII difundió el grabado). Serrano, que se ha mantenido en la cresta de la ola durante más de dos décadas gracias a sus polémicas fotografías de temas religiosos, cadáveres y fantasías sexuales, ofrece una visión de su país a la que le falta profundidad sociológica y, sobre todo, dimensión artística.

Todo comenzó con una lista de personajes y profesiones. A juzgar por lo visto, al artista le interesaban básicamente las ligadas al mundo del espectáculo (también el religioso) y aquellas que son fácil e inmediatamente reconocibles por un uniforme. Del actor o el rapero de éxito (Snoop Dog) al bombero o la cartera. En la exposición actual tenemos además a la mujer amish, la bailarina de ballet, el judío, la mujer negra endomingada para ir a misa, el mendigo profesional, la pequeña miss... Todos retratos de busto hechos en estudio sobre un fondo de color degradado que forma una especie de halo en torno a las cabezas, de gusto deliberadamente trasnochado. Son personajes lo mismo típicos que atípicos, siempre simpáticos, mostrados con amabilidad por un Andres Serrano que se queda sin armas al alejarse de lo escabroso y, principalmente, al renunciar a la contundencia y la audacia icónicas de otras series anteriores como las dedicadas a la morgue o el Ku Klux Klan. Al parecer, el 11 de septiembre hizo fortalecerse en él un impulso patriótico que le llevó a mostrar al mundo lo que para él significa su país. Y hemos de entender que la suya es la tierra de los héroes y los santos. La monumentalidad de las figuras, su aire trascendental, las miradas inspiradas y esa aureola de difusa santidad nos hacen pensar en una galería de mártires y santos. Aunque en la serie ha introducido algunas figuras menos complacientes, como un enfermo de sida, un drogadicto o un neonazi, lo cierto es que predomina un aire de opereta que excluye todo dramatismo, toda negatividad. Ha querido dar la mayor dignidad a cada ciudadano, sea cual sea su situación y su función en la vida, mostrar, en sus palabras, que "todos son hermanos". Y a pesar de que todos son lo que dicen ser, todos parecen disfrazados. Como retratos reproducen sin más aportación que la intención paródica que le queremos suponer ese tipo de imagen idílica de las viejas fotos retocadas, y la anulación, por medio también de dicho tratamiento formal, de la marginalidad en lo marginal. No parece una América muy real, sino el "gran teatro del mundo" americano de Andres Serrano: una farsa, una divertida grande parade.