En la Bienal de Venecia de 2009 forró el techo de caramelos que se derretían con el calor, provocando una experiencia "sensorial muy intensa". Ha buceado en los sótanos de las instituciones de medio mundo rescatando todo tipo de materiales con los que construye sus instalaciones expansivas. Y nos ha trasladado a otros lugares de la mano de los personajes fantásticos de sus vídeos. El trabajo de Sara Ramo (Madrid, 1975) no es de consumo rápido. Hay que mirarlo una vez. Y dos. Y tres. Y cada mirada nos abre nuevos caminos. Cuando en Desvelo y traza (2014), su impecable intervención en Abierto x obras, colocaba al visitante a oscuras en la sala durante veinte minutos, le invitaba a parar, a estar. Así, sin más, sin móvil, sin luz. Nuestra vista se adaptaba poco a poco a esa oscuridad y comenzaba a adivinar las figuras que se escondían tras las sombras.

Su pasaporte dice que nació en Madrid, pero su biografía ha transcurrido entre España y Brasil, donde vive, aunque –reconoce– en España le surgen muy buenas oportunidades. Dos de ellas la han traído de vuelta a su ciudad natal con poco más de un mes de diferencia, lindalocaviejabruja en el Reina Sofía (desde el 24 de julio) y La caída y otras formas de vida en la Sala Alcalá 31 (a partir del 12 de septiembre). Dos exposiciones en las que los espacios –los armarios del antiguo hospital y el bosque de columnas del banco mercantil que intervendrá con pequeños gestos y nuevas formas– tendrán mucho peso. Entretanto, la Sala de protocolo del Reina Sofía se ha convertido en sede temporal de su taller, con marionetas y jarrones en el alféizar de la ventana, textiles enroscados en la escalera de caracol y armarios entreabiertos llenos de materiales más propios de una mercería.

Pregunta. ¿Son todo esto pistas de lindalocaviejabruja?

Respuesta. Hay muchos guiños. El punto de partida es una y otra vez, un vídeo inspirado en Punch y Judy, ese guiñol en el que el señor pega con una cachiporra a la mujer. Aunque inicialmente no lo era, se transformó en un espectáculo infantil y esos títeres son una sublimación de la violencia vista de una manera muy naturalizada. En el vídeo, un telón hecho con retazos de ropa vieja prestada sube y baja. A la proyección se accede por un espacio doméstico que replica las proporciones de los vanos de los armarios de la otra sala. Tiene reminiscencias de Una habitación propia de Virginia Woolf y de las formas de los cuartos de Dorothea Tanning. De la pared, empapelada con un wallpaper que he dibujado, sale un monstruo-bicho-cola que habita en el subsuelo y aparece por trozos en distintos puntos. Siempre he cuestionado mucho los lugares de las cosas, lo doméstico y los espacios en general.

La obra de Sara Ramo pone en valor las pequeñas cosas. Cada objeto encierra una historia. En los espacios del Reina Sofía, de una fregona sale una lengua de jabón, entre las flores del papel pintado con flores se cuelan cuchillos, y en uno de los armarios varios pintalabios aplastados parecen una reja. "Los búcaros –aclara Ramo– esos cuencos hechos de arcilla roja que se usaban para perfumes, esconden una historia tremenda. Los usaban las mujeres para tener la piel más pálida, les atacaba el hígado, los vemos en Las meninas cuando doña María Agustina Sarmiento le ofrece uno a la Infanta Margarita en una bandeja de plata".

Rescata, combina y manipula elementos cotidianos que transforma en presencias misteriosas. Trabaja con vídeo, instalación, escultura y collage pero "lo importante –cuenta– son los asuntos, la relación con los objetos, con los espacios, con lo que somos, y con lo extraño. Cambio de un formato a otro de una manera muy intuitiva. Si no tengo un espacio, hago un vídeo. La escultura está presente porque es una manera de estar construyendo. Incluso cuando saco las cosas de su sitio y las reorganizo, es un proceder instalativo y escultórico, al fin y al cabo es materia en tres dimensiones". Habla de cuando vaciaba los cajones de los baños de sus conocidos. Movía todo absolutamente, lo fotografiaba antes y después y lo devolvía a su lugar. De ahí dio el salto a otra escala, con propuestas como la de la Bienal de Sharjah de 2013, en la que construyó un jardín de objetos encontrados en el edificio.

“Sé que mi trabajo es exigente, requiere tiempo, pero no hace falta ser un intelectual para entenderlo”

P. ¿Cómo ha sido su relación con el espacio de Alcalá 31?

R. Es un sala singular, llena de columnas que supuestamente la están sustentando. Me interesaba hacer una propuesta más arquitectónica, más teatral, en torno a la idea de columna. Un parque de esculturas en el que cada una tendrá su particularidad, un diálogo entre formas, una reunión de seres. Las dos exposiciones tienen muchos puntos en común. Toda mi obra habla de lo mismo, de las relaciones de las cosas, como si fueran fragmentos de algo.

P. También está muy presente en su trabajo la oscuridad.

R. Sí, es un punto muy importante que va a aparecer también en el Reina Sofía. Me refiero a distinciones que en realidad no son tan claras: lo que es luz y lo que es sombra, lo masculino y lo femenino. La luz está asociada a algo positivo, al progreso, y lo oscuro a las tinieblas y a mí me gusta la oscuridad, las sombras, en las que creo que podemos ver muchas cosas. De niña tenía mucho terror nocturno e intentaba controlar lo que veía pero al final eran unos monstruos horribles. Pasaba mucho tiempo mirando algo que luego resultaba ser una sábana, o un peluche. Para Matadero me inspiré en esto. Empecé a pensar a fondo en la oscuridad cuando me invitaron desde la Fundación Eva Klabin de Río de Janeiro a hacer un trabajo en la casa de esta mujer que había sido muy rica y tenía una colección de arte antiguo. Cuando su marido murió, decidió que todo lo iba a hacer por la noche. Hice una instalación con su ropa y sus objetos, igual que en Matadero cogí todos los materiales de una de las naves.

P. ¿Qué ocurre con todas estas obras cuando se acaban las exposiciones?

R. Las piezas están vivas y pasan por distintas fases, es una obra abierta. Los objetos vuelven a su lugar original porque, aunque en muchos casos sean viejos, pertenecen a alguien. Es un trabajo que anda, que cambia, está en continuo movimiento y a veces se transforma en otra obra. Todo ello tiene que ver con una forma de estar, recopilando, reagrupando, haciendo conjuntos.

P. En el Reina Sofía habrá muchos escondites, ¿qué rastro debe seguir el espectador?

R. Cada visitante tendrá que ver si encuentra, si no encuentra... No es algo muy visible, tiene sus distracciones, hay que estar atento y buscar. Sé que mi trabajo es muy exigente, que hay que fijarse bien, ver los detalles, estar muy abierto. Y que requiere tiempo. Pero no hace falta ser un intelectual para entenderlo, puedes ser un niño, sí necesitas paciencia, una cierta generosidad, curiosidad. Te tienes que dejar llevar. E incluso buscar.

P. ¿Alguna obra o muestra que haya sido crucial en su trayectoria?

R. El mundo del arte es muy cambiante y yo sigo haciendo lo mismo que he hecho siempre. Ha habido momentos en los que ha gustado más y en otros menos.

@LuisaEspino4