En un momento en el que la fotografía se consume de manera masiva el trabajo de Richard Learoyd pide tiempo, calma, observación. La gran cámara oscura que ha creado y perfeccionado a lo largo de los años le lleva a tomar 4 o 5 instantáneas al día. 6 como mucho. Su estudio se compone de dos habitaciones entre las que sitúa la lente y el papel fotográfico. Así, las suyas son imágenes únicas. No hay copias, tan solo una toma que requiere de una preparación inicial afinada y no permite equivocación: no hay edición posterior posible. Son muchos los que dicen que su trabajo está cerca de la pintura, de grandes maestros como Ingres. Y él lo puede entender: el color y la composición son dos cuestiones muy trabajadas en su proceso creativo.

Desde pequeño le interesó este medio y, sin embargo, hasta que no tuvo 40 años no consiguió vender una sola imagen. Y es que cuando él empezó esta disciplina aún no estaba considerada como un arte. "Cuando me interesé de verdad por ella tenía unos 19 años, sería 1996. Entonces se podía saber mucho sobre su historia porque la fotografía era joven, tendría cerca de 150 años. Ahora, todo se ha acelerado y es increíble el interés que suscita". Y es cierto, desde que llevamos un móvil en el bolsillo la cantidad de imágenes que consumimos al día se ha disparado. De modo que a los jóvenes les pide que estén dispuestos a comprometerse con lo que hacen si realmente quieren hacerse un hueco. "Hay mucha gente esperando a ser descubierta y no creo que eso vaya a pasar, tienes que ser un individuo dinámico, determinado y preparado para esperar el tiempo necesario", asegura Learoyd. Aprovechamos El silencio de la cámara oscura, una exposición en la Fundación Mapfre de Barcelona compuesta por 51 imágenes que resumen el trabajo de una década, para charlar con él.

Pregunta. ¿Cuándo supo que quería ser fotógrafo?

Respuesta. Realmente nunca he hecho otra cosa, dejé la escuela e hice un curso de arte. A los 15 o 16 años supe que la fotografía era algo que me interesaba. Tan solo tengo una habilidad y creo que es bueno saber hacer una sola cosa porque escoges un camino más claro. Si no sabes hacer nada más, más vale que seas bueno en ello. Hoy en día los jóvenes son muy inteligentes y son buenos en muchas cosas así que pueden decidir qué es lo que quieren hacer. Yo nunca tuve ese problema.

P. ¿Cuándo creó su propia cámara? ¿No le convencía la tecnología que tenía a su alcance?

R. Siempre me ha interesado explorar diferentes modos de hacer fotografía. La primera versión de esa cámara la hice cuando tenía 18 o 19 años, cuando estaba en el colegio de arte. Me parecía una progresión lógica. Hay mucha gente que se centra en la imagen y a mí siempre me ha interesado fotografiar objetos o experiencias. Quería inventar yo mismo algo, eso es lo que estaba intentando hacer.

P. Dado el tamaño de la misma, ¿cómo prepara y trabaja las imágenes?

R. Durante años tuve un estudio de dos habitaciones; una oscura y un cuarto de luz, y la lente entre ambas. Es un proceso de aprendizaje, he estado en el estudio durante 12 o 13 años, el proceso evoluciona y se vuelve más sofisticado.

P. ¿Hasta qué punto es diferente el trabajo con el protagonista?

R. Si vas a un estudio a hacerte una foto, el fotógrafo tomará 100 fotos, las verá, las editará y encontrarás la que quieres. Con mi proceso se hace todo esto antes, las tomas están muy compuestas, muy organizadas. Necesito entre 15 y 20 minutos antes de proceder. Esto me permite tomar decisiones sobre qué voy a hacer después. Es un proceso de toma de decisión en el que no hay espacio para el azar. Excepto por lo que hace el protagonista de la imagen. En un día podemos hacer 4 o 5 fotos, a veces 6.

P. Le gusta comprar la ropa que va a llevar sus protagonistas. ¿Por qué?

R. Durante años pedí a la gente que trajera su ropa favorita y como he retratado a algunas personas durante mucho tiempo les he visto con las mismas prendas. Además, algunas son muy específicas, tienen logos o frases, responden a un estilo o una moda que es muy actual. Así la fotografía cuenta su vida, su tiempo. La ropa que yo compro es muy neutral en cuanto a los colores y las formas. Las cosas simples ayudan a mi proceso. A veces compro mucho y otras veces no, es frustrante. Creo que la gente se siente diferente cuando no lleva su ropa, se siente un poco como otra persona y eso ayuda. Me interesan los pequeños cambios que hay en ellos. Es un proceso fotográfico que retrata el color de una manera nada predecible. Con los años aprendes que algunos colores funcionan mejor con determinados tonos de piel, es un proceso químico.

P. ¿Cómo trabaja cuando viaja?

R. La cámara es del mismo tamaño pero tengo diferentes versiones para que quepan en el coche. Es como irse de campamento solo que tienes que estar comprometido con la fotografía porque es un esfuerzo enorme.

P. Los retratos son una gran parte de su producción. Son muchos los que dicen que sus imágenes son muy plásticas, que están muy cerca de una composición pictórica. ¿Se siente identificado con esa afirmación?

R. Me gustan los retratos, creo que muestran muy bien cada época. Entiendo el parecido que les sacan a mis imágenes con las pinturas y creo que tiene que ver con la composición y el color. Mi trabajo es un poco diferente a la fotografía a la que estamos acostumbrados, diferente en un medio en el que se toman millones de instantáneas al día.

P. Durante años trabajó en la fotografía comercial. ¿Disfrutó de aquella etapa?

R. Solía enseñar fotografía en la universidad y nos mudamos a Londres cuando a mi mujer le salió trabajo. Entonces empecé a hacer fotografía comercial por dinero. Lo hice durante unos años, me gustaba pero me harté. Aprendí mucho y actualmente no podría hacer lo que hago si no hubiera trabajado en ello porque lo que hago es muy caro. Me permitió experimentar así que era una ecuación muy simple: si no había dinero no podía investigar.

P. ¿Qué fue lo que aprendió de ella?

R. Creo que llegué a hacer medio millón de fotos. Es lo habitual y aprendes sobre composición, sobre luz y sobre cómo retratar a la gente. Pero sobre todo te enseña a ponerte manos a la obra porque hay muchas maneras de hacerlo pero solo una que funciona. Si no te sale sabes que tienes que volver a hacerlo. Es una enseñanza para la vida en general porque está muy bien encontrar la manera de hacer que algo funcione.

P. Actualmente vivimos rápido y consumimos rápido. Prima la inmediatez. Sin embargo, su trabajo requiere calma y una observación lenta. ¿Qué es lo que pide al espectador, cuál es su papel?

R. Me gusta que la gente mire de manera cuidadosa. Las imágenes son simples, son dibujos de la gente. Hay cuerpos, pelo y objetos y me gusta la lentitud. El retrato es eso, ¿no? intentar entender a la otra persona, invitar a que quien lo mire lo pueda ver. Por eso creo que a la gente le gusta la pintura.

P. Hoy en día nos comunicamos más a través de las imágenes que con las palabras. ¿Qué opina del uso que le damos a la fotografía en las redes sociales?

R. Es divertido y no creo que sea una mala manera de comunicarnos. Se convierte en problema cuando todo gira en torno a la imagen personal, ahí es cuando todo empieza a fallar porque la gente puede ser muy crítica consigo misma. Como herramienta de comunicación con grupos cercanos de gente está bien pero para comunicarse con un mundo más amplio es un problema. Yo uso Instagram, tengo amigos en otros países y me gusta ver qué hacen, dónde están o dónde han estado. Pero cuando hablo con gente de otras décadas, de los 50 o 60, me doy cuenta de que no tenemos esos problemas que tienen los jóvenes. Puede ser algo problemático porque cuando tienes 14, 15, 16 años se cometen muchos errores y eso siempre va a estar en internet.

@scamarzana