Image: Ignacio Gómez de Liaño: Un saber que no está en la memoria es sólo espejismo

Image: Ignacio Gómez de Liaño: "Un saber que no está en la memoria es sólo espejismo"

El Cultural

Ignacio Gómez de Liaño: "Un saber que no está en la memoria es sólo espejismo"

6 julio, 2018 00:00

Ignacio Gómez de Liaño. Foto: Antonio Heredia

Con cordialidad desbordante, Gómez de Liaño explica que el origen de El Juego de las Salas de Salas (Siruela) está en una de sus primeras novelas, Musapol (1999), que recupera en este libro porque “seguimos necesitados de utopías. La utopía que proponía entonces ha logrado completarse con las imágenes que forman El Juego... en que culmina el viaje a Musapol”.

Pregunta.- ¿Cómo, en qué ha evolucionado como autor?

Respuesta.- Más que evolución se ha producido una recuperación. He recuperado mi época de poeta experimental de los años 60 y, sobre todo, los experimentos poéticos que realicé en la Ibiza de 1972. Ahí está el origen de mi Juego y mi Utopía.

P.- ¿Y qué ha prestado de sí mismo y de sus experiencias a los protagonistas del relato?

R.- Todo. Ahí está mi vida en la Ibiza de los primeros 70, en la Medinaceli de los 90, mis viajes por China, el Xinjiang uigur, la Ruta de la Seda y el desierto de Gobi, mis viajes por la Siberia oriental hacia Buriatia. Casi todos los personajes que aparecen en El Juego se basan en personas reales, aunque, por tratarse de una novela y de un juego, aparecen transfigurados.

"Al viajar por la Ruta de la Seda pensé en lo grotesco que es el nacionalismo fragmentario y disgregador"

Gómez de Liaño comenta el viaje de los protagonistas del relato, Alejo y Javier, hacia Siberia y hacia sí mismos, y lo relaciona con lo vivido por él mismo en los años 60 y 70. Lo contó en su diario En la red del tiempo 1972-1977, y vuelve a hacerlo en El Juego... quizá porque ese año, 1972, fue especialmente intenso: le expulsaron de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid; en el Instituto Alemán creó un laberinto de polietileno, con forma de tripa, por el que se podía circular, y en el festival de arte experimental y transcultural “Encuentros”de Pamplona aportó buena parte de la poesía experimental que allí se expuso.

“Luego me fui a Ibiza, y pasé en el campo seis meses realizando maquetas poéticas, como El Jardín Gramatical, La Orografía poética, El Teatro del ojo, Las Ruedas de la Fortuna… En esa parte y en otras de mi Diario, aún inéditas, está la base de las peripecias que se relatan en El Juego...”.

Juegos y experimentos

P.- ¿Está en deuda este libro también con su primera novela, Arcadia (1981)?

R.- Desde luego. El Juego de las Salas de Salas es, como Arcadia, el relato de un viaje, pero si en Arcadia es un viaje al pasado, en El Juego el viaje se proyecta hacia el futuro. En uno se trata de reconstruir una psique individual averiada; en el otro se construye una ciudad preparada para afrontar las disfunciones que padece la sociedad contemporánea por el estado de atrofia y servidumbre en que ha caído al hacerse esclava de las máquinas.

Conviene tenerlo claro: todo en la obra de Gómez de Liaño está imbricado. Por eso, la poesía juega con la filosofía; los viajes, con el arte... Y por eso es imposible comprender su último libro sin la exposición Los Juegos del Espinario. Experimentaciones poéticas, celebrada en Ibiza en 2016. Como la parte más significativa de los experimentos visuales la hizo en Ibiza, la directora del Museo de Arte Contemporáneo de la isla decidió celebrar una exposición de esa parte de su obra. “Para este libro la exposición ha sido fundamental, pues de ella procede una buena parte de las 80 imágenes que representan el Juego”.

P.- El libro narra un viaje iniciático a Siberia, pero también hay ecos de viajes a Oriente, se reflexiona sobre los contagios entre culturas... ¿es esa transculturación el tema pendiente de nuestro tiempo?

R.- Sin duda. A mis viajes por el Extremo Oriente dediqué Extravíos. En esa novela los juegos poéticos que hice en Ibiza los trasladé a la islita de Coloane, cerca de Macao. Uno de los aspectos más fascinantes de esos viajes de los años 80 y 90 es que me movía por zonas totalmente alejadas del turismo, como las regiones periféricas del Tíbet, Mongolia, etc. El sentirse solo en medio de ruinas de ciudades abandonadas hace más de mil años es una experiencia extraordinaria donde se palpa el misterio de la condición humana. Recuerdo que cuando viajaba en camiones desvencijados por la Ruta de la Seda, y veía la semejanza de todos los seres humanos no podía menos que pensar en lo grotesco que es el nacionalismo fragmentario y disgregador que en España enarbolan los nacionalistas catalanes, vascos y esa nueva forma de la ultraderecha que representan el PSC y Podemos. ¿Se puede ser más ignorante? Claro que esa casta política está demasiado acostumbrada a viajar en plan lujo estándar, sobre todo cuando se pone el hábito de la izquierda, digo, de la hipocresía.

"La casta política está acostumbrada a viajar en plan lujo, sobre todo cuando se pone el hábito de la izquierda"

P.- En El Juego de las Salas de Salas ¿dónde termina la indagación filosófica sobre el ser, y comienza la aventura poética?

R.- Lo bueno del género novelístico al que pertenece mi Juego es que, como se ve en el Quijote, Genji Monogatari, y tantas otras grandes novelas, se puede dar acomodo a la poesía. En mi caso, una poesía con forma de juego y de máquina de hacer poesía. Y también se puede dar acomodo a la filosofía al hilo de las peripecias.

Sabiduría aparente, espejismo

P.- Al final del viaje, los protagonistas descubren una sociedad que ha renunciado a la tecnología por el arte de la memoria. ¿Es la última utopía posible?

R.- Lo bueno y lo malo no se dan en estado puro, sino mezclados. A todos nos parece bueno ese arsenal de medios que nos han proporcionado las técnicas de locomoción y comunicación en los últimos dos siglos y las de tipo digital desde hace unos 50 años y, sobre todo, en los últimos diez. Ahora hasta el mayor ignorante del mundo puede pasar por un Menéndez Pelayo solo con pulsar unas teclas de su teléfono móvil… Pero se trata de una sabiduría aparente. Lo que se hace sin esfuerzo no vale nada. El saber que no está en la memoria, que solo está en los aparatos, es un espejismo.

P.- Sí, pero ¿en qué consiste ese “arte de la memoria”?

R.- Fue el método o arte de la memoria que empecé a estudiar en 1972 en las obras de Giordano Bruno, lo que me abrió el camino que me llevaría a la ciudad de Musapol y al Juego de las Salas de Salas, después de haber pasado años estudiando los diagramas del conocimiento y los mandalas del budismo tántrico. De lo que se trata es de llevar las medidas de la racionalidad al campo de las imágenes mentales y al de la afectividad adherida a ellas, pues solo así el hombre puede convertirse en un ser cabalmente racional. Hasta ahora, la filosofía solo ha llevado las medidas de la razón al uso de las palabras. Y eso no basta. Hay que refundar la filosofía, dándole un carácter práctico. Esa tarea la he expuesto en Iluminaciones filosóficas, El círculo de la Sabiduría y otros libros.

Las anécdotas, los nombres, se multiplican: así, recuerda a Ullán, que en el París de 1975 le dio la dirección del poeta Francisco Pino en Florencia, lo que le acabaría llevando a la Costa Amalfitana, Nápoles, Pompeya, y de ahí, a Olimpia, Delfos...

P.- Hablando de viajes, ¿qué ha pasado para que sean sólo momentos de ocio intrascendente, sin autoconocimiento?

R.- Los viajes programados son pasatiempos que no proporcionan a la mente y a la vida mucho más de lo que le puedan dar un par de revistas ilustradas. Al predominio de las técnicas físicas y digitales se debe esa desustanciación del viaje.

P.- Hace unas semanas, Javier Gomá destacaba la necesidad de dar a conocer el pensar en español fuera de nuestro país...

R.-
Uno de los efectos de la leyenda negra antiespañola es que la mayoría de los “intelectuales” españoles la han asumido y ponen por las nubes a filósofos, escritores y artistas solo por el hecho de ser franceses, alemanes o norteamericanos, o sea, no españoles. Y si son ilegibles y megalómanos entonces se derriten de emoción. Creo que ha llegado el momento de frecuentar más la filosofía española y contribuir a su difusión.

P.- Sí, pero ¿existe una filosofía solvente en español?

R.- Creo que sí. Empezaría por destacar la obra de mi viejo compañero de estudios Fernando Savater. También destacaría la de Gomá. Hace poco leí varios libros filosóficos de Marañón de gran interés. Ortega, Unamuno, D'Ors, Zubiri, son sobradamente conocidos, pero quiero citar a otro no tan reconocido: Campoamor, autor de una obra singular, El personalismo.

P.- Como poeta, ¿qué autores actuales le interesan más?

R.- Entre los extranjeros me interesa en especial la obra del poeta experimental norteamericano Alain Arias-Misson. Entre los españoles, los primeros que me vienen a la cabeza son Eduardo Scala, Luis Alberto de Cuenca, Antonio Colinas, Ángel Guinda y Guillermo Aguilera, el autor de Los adioses.

P.- Hace años renunció a dar clases y no parece que la situación haya mejorado: ¿qué consecuencias tendrá, a su juicio, minusvalorar las Humanidades en los planes de estudio?

R.- Renuncié porque vi que la Universidad se había convertido en una oficina burocrática, en una especie de versión académica de El proceso de Kafka. La renuncia a las Humanidades viene a ser la renuncia a la civilización.

P.- ¿Cómo será el humanismo en la sociedad 3.0?

R.- Habrá auténtico humanismo solo si a la mayor disponibilidad y accesibilidad de los conocimientos se une el rigor, la concentración y la memoria. El mayor peligro está en que el saber se transforme en un espejismo del saber.

@nmazancot