“Saluda a Borat”, me dijeron varios amigos cuando conté que iba a visitar Kazajistán. El estrafalario personaje de Sacha Baron Cohen, una amalgama de tópicos de brocha gorda, es la única referencia que muchos españoles tienen del país centroasiático. Pero cuando uno llega a Astaná o Almaty, los estereotipos empiezan a caer como fichas de dominó. Como explica a El Cultural el ministro de Exteriores, Kairat Abdrakhmanov, el país es “víctima de los prejuicios asociados a todos los países cuyo nombre termina en -istán. Tras la desaparición de la URSS en 1991, el nuevo Kazajistán independiente, apoyado por una economía pujante gracias a su riqueza en recursos naturales, inició un largo proceso de reconstrucción identitaria y cultural, aún en marcha, tomando como referencia el legado de las antiguas tribus nómadas y ganaderas de las que descienden, y al mismo tiempo adoptando como orgullo nacional la convivencia de más de cien nacionalidades y multitud de religiones.

Este crisol de culturas se ha ido forjando durante varios milenios a base de migraciones y conquistas. La invasión por parte del emperador mongol Gengis Kan (s. XIII) dio paso al kanato (reino) kazajo a partir del siglo XVI, del que surgieron una cultura y un idioma kazajo diferenciados. También ha jugado un papel importante en la historia de la región su ubicación estratégica en la Ruta de la Seda que unía Europa con Asia. La última oleada migratoria importante tuvo lugar en la década de 1940, cuando Stalin deportó de Rusia a Kazajistán a minorías étnicas que consideraba indeseables, como recuerda Abdrakhmanov.

Con un tamaño cinco veces superior al de España, Kazajistán es el noveno país más extenso del mundo y el más grande de los que no tienen salida al mar, si consideramos el Mar Caspio como un gran lago. Sin embargo solo tiene 18 millones de habitantes, la mayoría distribuidos en las zonas fronterizas del país, que limita con Rusia, China, Uzbekistán, Kirguistán y Turkmenistán. La etnia mayoritaria es la kazaja, seguida de la rusa, y también hay uigures, uzbekos, ucranianos y tártaros, entre otros. Desde la independencia de la URSS, se estableció la libertad de culto; tres cuartas partes de la población son musulmanas y el cristianismo ortodoxo es la segunda religión con más adeptos.

Mezquita de Nur-Astaná, una de las más grandes del país. FDQ

El país se encuentra ahora inmerso en un triple programa de modernización política, económica y cultural. Su sistema de gobierno es fuertemente presidencialista, pero las reformas políticas de este plan de modernización van encaminadas a que el presidente Nursultán Nazarbáyev, en el poder desde 1991, ceda paulatinamente algunas de sus competencias al parlamento, de modo que haya un mayor balance entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.

En el plano económico, la hoja de ruta apunta a una reconversión de los sectores productivos, basculando de los recursos naturales (hidrocarburos y minerales) hacia las energías renovables, la industria, el sector terciario y, dentro de este, especialmente el turismo, que actualmente solo supone el 1 % de un PIB que en 2016 fue de 134.000 millones de dólares (en España, donde es el principal motor de la economía, supone el 16 %). Reducir la desigualdad económica es otro objetivo importante de la modernización: “Solo el 25 % de nuestro producto interior bruto es generado por pequeñas y medianas empresas; necesitamos construir una clase media”, afirma el ministro Abdrakhmanov.

Durante nueve siglos, el idioma kazajo se escribió con caracteres árabes y, antes de adoptar el alfabeto cirílico en los años 40, se usó el latino en el primer tercio del siglo XX. Uno de los puntos más importantes de la modernización cultural es la actual transición del alfabeto cirílico al alfabeto latino, sobre todo por cuestiones prácticas, ya que “el alfabeto latino es la base de todas las tecnologías digitales y el 90 % de los artículos científicos y académicos del mundo se escriben en inglés”, explica el lingüista y exembajador Adil Akhmetov, director del Centro de Lengua, Literatura y Terminología de la Academia Túrquica Internacional.

Vista de Astaná con el palacio presidencial al fondo

Astaná, una capital futurista

La modernización de Kazajistán se hace evidente a los ojos nada más llegar a Astaná, capital del país desde 1997, cuando Nazarbáyev decidió trasladarla desde Almaty, que sigue siendo la ciudad más poblada y con mayor poso histórico y cultural. Astaná (que significa literalmente “ciudad capital” en kazajo), se ha construido en plena estepa y prácticamente desde cero a lo largo de los últimos 20 años. Hoy está salpicada de modernos rascacielos, varios de ellos proyectados por el starchitect Norman Foster, como el centro comercial Khan Shatyr, inspirado en las yurtas (tiendas) tradicionales de los nómadas, que cuenta incluso con una playa artificial en la última planta. Al otro extremo de la avenida principal de la nueva ciudad se yergue una inmensa pirámide, también encargada a Foster, el Palacio de la Paz y la Reconcilicación. En medio, un descomunal palacio presidencial, inspirado en la Casa Blanca estadounidense pero varias veces más grande y coronada por una gran cúpula azul. Lo flanquean dos rascacielos gemelos dorados, que albergan las sedes de la banca y el fondo de seguros estatales.

Vestimenta del "guerrero dorado" saka (s. III a.C.) / Frasco de perfume en miniatura de oro (s. XV). FDQ

Uno de los núcleos culturales de la ciudad es el Museo Nacional de Kazajistán, un moderno edificio de 74.000 metros cuadrados de planta, construido en 2014. Se trata de un museo principalmente etnográfico y arqueológico que atesora las reliquias sobre las que se sustenta la identidad del país. Recibe al visitante un amplio vestíbulo coronado por un sol y una gran águila dorada (el emblema nacional) que mueve sus alas mecánicas mientras suena el himno del país. El corazón del museo es la Sala de Oro, que alberga la vestimenta ceremonial de un “guerrero dorado” del pueblo saka, compuesta por centenares piezas de oro. Data del siglo III a.C. y es una muestra (como el resto de piezas de oro puro, en su mayoría originales, que alberga esta sala) de la rica artesanía de esta cultura que habitó la estepa kazaja durante siglos.

Transición a una economía verde

Kazajistán sabe que la economía basada en el petróleo y el gas tiene los días contados. Por eso está haciendo un esfuerzo considerable en la promoción de las energías renovables. De hecho, Astaná acogió en 2017 una exposición internacional dedicada a la energía del futuro. Su pabellón es una gran esfera (el edificio más grande del mundo con esta forma) y tras la Expo se ha convertido en un museo permanente sobre energías renovables, donde se exhiben los últimos avances en este ámbito con una didáctica y muy visual puesta en escena.

Vistas interiores del Museo de la Energía del Futuro, pabellón de Kazajistán en la Expo 2017 FDQ

Pero entre todos los edificios futuristas que jalonan la ciudad, destaca por su altura la torre Bayterek, que recrea los principales símbolos de la leyenda nacional: un huevo de águila depositado sobre la copa de un árbol. En la última planta corona la estancia un atril con un molde dorado de la huella de la mano del presidente Nazarbáyev.

En el mapa arquitectónico y cultural de Astaná contrasta, entre los rascacielos de estilo hi-tech, la nueva ópera de la ciudad, un coliseo de 64.000 metros cuadrados con pórtico neoclásico y lujosos interiores, inaugurado en 2013. Dotada de los últimos avances en maquinaria escénica y un presupuesto inconcebible para muchos grandes teatros de ópera europeos, en ella se estrenó en noviembre una gran producción de Carmen dirigida por el italiano Lorenzo Amato, con un elenco de cerca de 180 personas (y hasta dos caballos y un burro en escena) encabezado por la mezzosoprano kazaja Dina Khamzina y un decorado y vestuario realistas que transportaron a la audiencia a la Sevilla del siglo XIX.

Almaty: capital cultural al pie de las montañas

Al pie de las montañas Ile-Alatau, pertenecientes a la cordillera de Tian Shan (“montañas celestiales” en chino), se extiende Almaty, la ciudad más poblada de Kazajistán, ubicada al sur del país. A mediados del siglo XIX, la ciudad, entonces en decadencia, fue absorbida por el Imperio Ruso, que construyó el fuerte Verni, origen de la ciudad actual. Tribus kazajas nómadas se asentaron en ella, así como numerosos campesinos rusos. El nombre de Almaty (Almá-Atá durante la época soviética), significa “padre de las manzanas”, ya que se cree que esta fruta procede originariamente de esta zona.

Vista de Almaty desde el monte Kok Tobe FDQ

Almaty cuenta con una rica vida cultural. Entre sus instituciones culturales destaca el Museo Estatal de Arte Abilkhan Kasteyev, el museo de arte más importante del país. Cuenta con una vasta colección de artes gráficas y decorativas tradicionales de Kazajistán, así como colecciones de arte oriental, arte ruso, arte europeo, arte contemporáneo extranjero y pintura kazaja del siglo XX. El museo lleva el nombre de uno de los pintores más importantes en la historia de Kazajistán, exponente del realismo socialista, con magníficos paisajes que ensalzan los complejos industriales soviéticos o el trabajo agrario en las granjas colectivas.

A. Kasteyev: Celebración en una granja colectiva (1937)

La ciudad cuenta también con numerosos teatros, entre ellos el Teatro de Ópera y Ballet Abay, así como varios teatros nacionales propios de cada comunidad étnica, cada uno con su propia compañía residente: el teatro kazajo, fundado en 1926; el teatro ruso, de 1933; y el teatro uigur, creado en 1934. Mientras que la programación de estos teatros tiende al academicismo y la tradición, varios proyectos independientes tratan de modernizar el panorama teatral de Kazajistán creando una escena off más orientada a la experimentación. Uno de estos espacios es el recién nacido Transforma, un espacio alternativo de creación y exhibición multidisciplinar: “Apoyamos proyectos escénicos de creadores emergentes que estén relacionados con la vida contemporánea en Kazajistán, ya que la música y el teatro en nuestro país están demasiado constreñidos por una concepción muy tradicional de los roles del público y de los artistas. Queremos que la experimentación florezca, por eso nuestro espacio es una gran caja negra que se adapta a las necesidades de los artistas”, explica su director artístico, Antoine Doukravets.

En cuanto a la música, además de la popularidad de la música clásica y de géneros populares como el pop, Kazajistán siente mucho apego a su música folclórica, que se interpreta con instrumentos tradicionales. El más popular de ellos es el dombra, una especie de laúd con dos cuerdas, seguido por el kobyz, un instrumento de cuerda frotada con arco que también consta de dos cuerdas y que se sostiene entre las piernas. En Almaty se encuentra el Museo de Instrumentos Musicales Kazajos, con más de 60 tipos diferentes.

Los habitantes de Almaty presumen de sus montañas. El esquí, el patinaje sobre hielo y el alpinismo son algunos de sus deportes favoritos. En las afueras de la ciudad se encuentran la estación de esquí de Shymbulak y Medeu, la pista de patinaje sobre hielo más alta del mundo, a 1.691 metros sobre el nivel del mar. Construidas ambas en los años 50, tanto la estación de esquí como la pista de patinaje fueron de las más populares de la URSS y el principal centro de preparación para los representantes soviéticos en las olimpiadas de invierno.

Estación de esquí de Shymbulak FDQ

Entre los deportes típicos también figuran los “juegos nómadas”, una variedad de deportes practicados tradicionalmente en las regiones esteparias, como el kokpar o buzkashi, un deporte en el que dos equipos formados por decenas de jinetes se enfrentan en una amplia llanura disputándose el cadáver de un animal. En 2014, Kazajistán participó en el primer mundial de juegos nómadas y en junio de 2017 se celebró en las afueras de Almaty el festival de la Confederación Mundial de Deportes Étnicos, que incluía este y otros deportes como tiro con arco a pie y a caballo y actuaciones de música folclórica de distintos países.

Patrimonio de la Humanidad en Turkestán

Cerca de la ciudad de Turkestán, al sudoeste de Kazajistán, se encuentra uno de los mayores monumentos del país y uno de los mayores centros de peregrinación de los musulmanes de Asia Central: el mausoleo del maestro sufí Khoja Ahmad Yasavi, que vivió en el siglo XII. La construcción actual, sin terminar, data del siglo XIV y fue ordenada por el conquistador turco-mongol Timurlán, el último de los grandes conquistadores nómadas de Asia Central. El monumento fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2003. Cerca de allí, a pocos kilómetros de la desaparecida ciudad de Otrar y entre camellos que trotan por la estepa en régimen de semilibertad, se encuentra otro mausoleo, de menor tamaño, construido también en el siglo XIV en honor del místico Arystan Baba.

Mausoleo de Khoja Ahmad Yasavi, en Turkestán

Literatura kazaja

El gran padre de la literatura kazaja moderna es el poeta y filósofo Abai Kunanbayev (también transliterado como Abay Kunanbayuli, 1845-1904), autor de poemas de carácter nacionalista recogidos en el Libro de palabras y traductor de literatura rusa. Antes de él, la literatura kazaja era eminentemente oral y cumplía la función de transmitir de generación en generación las tradiciones de la cultura nómada. Hoy la universidad nacional de Kazajistán lleva el nombre de Abai, así como importantes calles de Astaná y Almaty.

La poesía es el género literario principal de Kazajistán, a menudo improvisada en competiciones, y la narrativa contemporánea se centra sobre todo en la exaltación del pasado nómada del país, dentro de ese marco general de recuperación de la memoria histórica. Una de las obras principales de narrativa del siglo XX es la trilogía Los nómadas (1976), de Ilyas Esenberlin, que cuenta la historia del pueblo kazajo del siglo XV al XIX.

El poeta Ulykbek Esdaulet, uno de los más premiados del país, es uno de los autores de los siglos XIX, XX y XXI seleccionados y traducidos al español por el poeta y traductor Justo Jorge Padrón en Antología de la poesía kazaja contemporánea (editorial Vitruvio, 2016). Esdaulet explica a El Cultural que en los tiempos de la URSS, la literatura kazaja era exportada al resto de repúblicas soviéticas, por lo que se publicaban más libros que ahora y con tiradas más grandes. Desde la independencia, el sector editorial se redujo considerablemente. “Durante la URSS las tiradas podían llegar a los 200.000 ejemplares, tras la independencia y por problemas económicos, esta cifra se redujo a solo 2.000 ejemplares, pero ahora estamos empezando a incrementar de nuevo las tiradas”.

@FDQuijano