Image: Carlos Cruz-Diez, el color adictivo

Image: Carlos Cruz-Diez, el color adictivo

Exposiciones

Carlos Cruz-Diez, el color adictivo

Cruz-Diez

23 septiembre, 2016 02:00

Cromointerferencia espacial 30, 1964-2015 (detalle)

Galería Cayón. Blanca de Navarra, 7. Madrid. Hasta el 19 de noviembre. De 140.000 a 500.000 €

Carlos Cruz-Diez (Caracas, 1923) celebra su 93 cumpleaños y el 60 aniversario de su primera exposición en España con esta exposición en Cayón, su galería en Madrid, y con una instalación efímera que recuerda a la que hizo en 1991, gigantesca, en el Parque Ferial Juan Carlos I y titulada Fisiocromía.

Fijémonos un momento en fechas y datos. El artista venezolano lleva más de 60 años como figura principal del cinetismo y su trabajo ha recorrido la historia de la contemporaneidad española. Cuando expuso por primera vez en Madrid todavía no se habían presentado públicamente grupos tan populares como "El Paso" y "El Equipo 57" y el transcurso del tiempo no ha restado ni fuerza a su obra ni razón a sus presupuestos sobre la obra de arte y la importancia del color en su recepción, que él considera puramente afectiva.

Son obras que cumplen con el mayor deseo del artista: recuperar el placer de contemplar una pintura

De formación tradicional, Cruz-Diez abordó en los años 40 una pintura figurativa de carácter social y de denuncia sobre la pobreza de sus compatriotas, una dedicación y una forma de abordarla que fueron diluyéndose por la necesidad de acometer la pintura de una manera diferenciada de la estática superficie pintada y colgada devotamente en la pared. Tras detallados estudios de los textos de Chevreul y otros autores sobre teorías del color, concibió en los años 50 unas pinturas murales realizadas con pequeños objetos de diversos colores que permitían la intervención del espectador.

A finales de esa década inició sus primeras estructuras ópticas con la intención de construir con el color el espacio: su máxima hasta hoy. Su obra se ha desarrollado de acuerdo a las que él mismo ha clasificado como sus líneas fundamentales de investigación: "son neologismos que pretenden explicar la obra en sí por su título" -le confiesa a Hans Ulrich Obrist en la entrevista publicada en el catálogo de la exposición-. "Por ejemplo, el vocablo Fisicromía indica que se trata del color físico. […] Inducciones cromáticas informa que estamos ante un fenómeno inductivo. Transcromías señala que vemos a través del color. Las Cromointerferencias son interferencias cromáticas capaces de generar colores que no están químicamente en el soporte". Habría que añadir el Color aditivo, la Cromoscopía, el Color en el espacio y las Cromosaturaciones, obras de dimensiones generosas en las que el espectador literalmente se sumerge en el color, para completar sus ocho líneas de trabajo.

De la poco más de una docena de piezas realizadas en los últimos tres años que componen la exposición destacan, numéricamente, las fisicromías, a las que los nuevos materiales industriales dotan de una perfección casi insultante. Sorprendentes resultan las dos cromointerferencias espaciales, en las que unos simples hilos negros elásticos dispuestos paralelamente ante las bandas de colores alteran por completo su percepción. Al fondo de la exposición, en el despacho, una extraordinaria Inducción al amarillo certifica todas sus intuiciones, entre el azul y el blanco impoluto, y ese color solar viene a deslizarse en el ojo del visitante.

En las seis ventanas de la fachada del convento vecino a las salas de la galería, Carlos Cruz-Diez ha superpuesto otras tantas inducciones cromáticas de doble frecuencia que, de modo semejante a lo que ocurre con las piezas de interior, se transforman de acuerdo con la luz ambiente y, también, con las diferencias del día y la noche y con el deambular del espectador. Estas obras son puramente sensoriales, de una eficacia extrema, y cumplen con el mayor deseo del artista: recuperar el placer de contemplar una pintura. Que no es poco.