Image: Paloma Sánchez-Garnica

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El Cultural

Paloma Sánchez-Garnica

"La literatura aporta unos matices que no alcanzan el cine y la televisión"

8 junio, 2016 02:00

Paloma Sánchez-Garnica

La escritora publica Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido (Planeta), una historia coral sobre los secretos familiares y el valor del perdón, con la que ha ganado el Premio Fernando Lara de Novela 2016.

Carlota Molina recibe de madrugada una llamada de su hermana, Julia Balmaseda. El padre de ambas, Clemente Balmaseda, se está muriendo y quiere ver a Carlota. Esta llamada, aparentemente normal, no lo es en absoluto en el caso de ambas. Porque esta es la primera vez que Julia y Carlota, hija ilegítima, han cruzado palabra en su vida. Con esta premisa, la escritora Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) teje Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido (Planeta), una novela donde se entremezclan amores, desamores y, sobre todo, secretos familiares envenenados, indagando en lo más profundo de las emociones personales y reflexionando sobre el perdón, ese único sentimiento salvador. Tras conocer el éxito con títulos como El alma de las piedras, Las tres heridas y La sonata del silencio, recientemente adaptada a la pequeña pantalla por TVE, acaba de obtener el Premio Fernando Lara de Novela con esta nueva obra, de la que la escritora reconoce que le ha costado mucho meterse en la historia porque "toca conflictos que están a mi alrededor y yo percibo, no como en las anteriores, en las que miraba al pasado desde una ventana".

Pregunta.- La clave de su novela es la dificultad de pedir perdón por el pasado. ¿Se aprende a pedir perdón? ¿Y a perdonar?
Respuesta.- Se aprende a pedir perdón como nos enseñan a todos de niños. Pero cuando nos vamos haciendo mayores las afrentas pueden ser muy graves o muy dolorosas y se hace muy difícil a veces tanto pedir perdón, porque el orgullo puede ser muy fuerte, y sobre todo perdonar. Pero hay que perdonar. Cuando uno perdona se libera del rencor, del deseo de venganza, y el acto subjetivo y privado de perdonar es una liberación. No quiere decir que se olvide ni que haya una reconciliación, pero sí es liberador.

P.- En la historia van apareciendo en torno a Carlota un cúmulo de secretos y mentiras, ¿todos escondemos algo?
R.- Siempre, pero hay pasados y pasados. Todos tenemos secretos, sobre todo con los años, y vamos arrojando lo que no queremos tener presente, cosas de las que nos avergonzamos o las equivocaciones que cometimos. Pero hay familias en particular donde estos secretos lastran la vida de los descendientes, como ocurre en la novela. Esto le ocurre a Carlota, que siente ese lastre, de contenido desconocido para ella, que le crea inseguridad, infelicidad y un desasosiego terrible hasta que recibe una llamada de la hermana que no conoce.

P.- ¿Qué supone para Carlota ser una hija ilegítima?
R.- Hoy vemos con total normalidad que una mujer decida tener un hijo sola, pero en aquel entonces era un problema grave a nivel legal y social. Hasta el año 81 no se equipararon los derechos de los hijos legítimos e ilegítimos, y aunque el padre reconociera al hijo ni siquiera podía ponerle el apellido. En el caso de Carlota, tuvo que entender muy pronto que su vida era un engaño, y guarda un fuerte resentimiento a la vez que una vulnerabilidad provocada por el abandono de su padre.

P.- En La sonata del silencio exploraba los límites legales y sociales de la mujer. Esta historia está protagonizada por una mujer exitosa, ¿cuáles son sus limitaciones, vienen del interior?
R.- Carlota es un ejemplo perfecto de esa sensación que se produce cuando anhelamos lo que consideramos idílico en otros sin darnos cuenta de que el idilio lo tenemos que vivir con nosotros mismos, con lo que tenemos y somos. Ella idealiza y vive anhelando lo que considera idílico en la otra familia, y cuando se encuentra con su hermana comprende que el idilio lo tenía que haber vivido con su propia vida. Muchas veces tenemos todo para ser felices y nos empeñamos en mantenernos en la infelicidad, cuando solamente depende de nosotros.

P.- También aborda el tema de los malos tratos, ¿hemos mejorado desde los años 40 que retrataba en su anterior novela?
R.- Hemos mejorado evidentemente porque estamos hablando de ello. No olvidemos que hasta el año 89 no existían los malos tratos como tal, aún existía el débito marital, y una mujer no podía, por ejemplo, denunciar a su marido por violación. Esto empieza a cambiar muy lentamente hasta llegar a la actual Ley de Violencia de Género, que ha puesto de manifiesto un problema que durante siglos se ha reducido al ámbito de la privacidad doméstica. El problema sigue existiendo, pero hemos avanzado porque estamos hablando de ello y hay estadísticas, noticias, denuncias... Cada uno debemos contribuir con nuestro granito de arena a terminar con esta lacra.

P.- Las protagonistas de sus novelas siempre son mujeres, ¿por qué?
R.- Son las historias que me pide el cuerpo, soy mujer, tengo sentimientos de mujer, y escribo sobre ello. Pero también integro en mis historias personajes masculinos muy potentes, porque vivo con un hombre desde hace mucho tiempo, mis hijos son varones, vivo en una sociedad en la que me relaciono con hombres y veo también los conflictos morales y personales que tienen. La voz narrativa sale y se me impone, no elijo yo, la historia y los personajes me eligen a mí. Es posible que haga una historia con un protagonista masculino, no descarto nada. Hasta hace muy poco tiempo hemos leído con total normalidad historias de escritores que contaban los sentimientos de las mujeres, a veces muy equivocadamente, y ahora somos las mujeres las que escribimos desde nuestro punto de vista.

P.- En sus anteriores novelas, al ambientarse en otras épocas, la labor de documentación era exhaustiva. En esta, que transcurre en la actualidad, ¿cómo ha sido el proceso?
R.- El origen de la historia es una conversación un tanto turbadora con una lectora que a raíz de leer mi anterior novela me cuenta su caso personal de cómo ha lastrado su vida el haber sido una hija ilegítima. Toda la trama que monto después no tiene nada que ver con ella, pero sí me apropio de todas las sensaciones que me cuenta, de las carencias, de esa imposibilidad de perdonar a su padre... A partir de ahí trato de escribir sobre la historia. Para documentarme he hablado con multitud de personas que están presentes en todos los temas clave de la trama como los malos tratos tanto en la parte legal como sanitaria: una jueza, fiscales y abogados, enfermeras, policías...

P.- En otoño se estrena la miniserie de televisión basada en su anterior novela, ¿está satisfecha con el resultado?
R.- Muy satisfecha. He visto únicamente los tres primeros capítulos, pero he ido a algunos rodajes y la interpretación me parece impresionante así como la dirección, la ambientación, el vestuario… Ver cómo transformaban a los actores en mis personajes ha sido impresionante. Creo que la gente va a poder ver una muy buena serie porque se han puesto todos los medios para ello. Aunque hay que decir que es un medio muy distinto, claro. La lectura es un ámbito muy privado, un acto individual, que supone encontrar unos matices que no aparecen nunca en una pantalla de cine o de televisión.

P.- Quizá es un poco pronto, pero ¿hay ya un nuevo proyecto en el horizonte?
R.- Siempre hay algo, porque cuando terminé esta novela a principios de año, comencé a volcarme con la lectura y a leer todo lo que no había podido leer mientras escribía. Entonces siempre surgen cosas. Ahora mismo aún estoy totalmente volcada en esta novela y me cuesta centrarme en algo ajeno, así que tengo todo aparcado, por lo menos, hasta después del verano. Después ya nos pondremos manos a la obra. Los personajes ya andan por ahí fuera pero no han entrado en mi vida, están muy prudentemente a la espera de que salgan los de esta última novela, que ya están comenzando a hacerlo.