Marcos Ordóñez

Publica Juegos reunidos (Libros del Asteroide), una autobiografía sentimental compuesta por textos sueltos que no siempre tienen en el centro a este veterano escritor y crítico teatral.

Dice Marcos Ordóñez (Barcelona, 1957) que Juegos reunidos (Libros del Asteroide), una recopilación de textos, algunos nuevos y otros ya publicados, "no es un ejercicio de nostalgia sobre una época maravillosa". Sin embargo, los relatos breves y novelas cortas que componen este libro, ambientados a partir de los 70, vienen a completar las memorias de infancia y juventud de Un jardín abandonado por los pájaros. Si aquel libro era una autobiografía al uso, ahora Ordoñez se muestra casi siempre de manera lateral dejando en el centro a veces a películas como American Graffiti, otras veces a actrices como María Asquerino e incluso a personajes de ficción como el Jep Gambardella de La gran belleza de Paolo Sorrentino. Una suerte de autorretrato sentimental de su autor y también de su ciudad, Barcelona, una presencia imprescindible en estos Juegos reunidos.



Pregunta.- ¿Cuál es el origen de este libro?

Respuesta.- Hace un par de años publiqué unas memorias tituladas Un jardín abandonado por los pájaros en las que me remontaba en mi saga familiar hasta el siglo XIX y después abordaba historias de mi infancia y de mi primera adolescencia. Me apetecía seguir contando más historias a partir de entonces, de mediados a finales de los 70, pero sin repetir el esquema de aquel libro. Buscaba otra cosa.



P.- ¿Se inspiró en algún referente en concreto?

R.- Hay un modelo de libro que me gusta mucho y que viene marcado por aquel Música para camaleones de Truman Capote. En su momento dijeron que era demasiado fragmentario pero si se juntaban la piezas que conformaban esa impresionante panoplia de géneros, formas y tonos aparecía Capote de un modo más vivaz y nítido que en otros libros suyos. También pienso en otras obras como La vuelta al día en 80 mundos o Último round de Julio Cortázar. Todo esto me marcaba un camino a seguir, no he inventado nada, y con el título de Juegos reunidos pues reflexiono sobre lo biográfico y la memoria de forma muy diversa. Algunos textos son directamente biográficos y otras de un modo más oblicuo.



P.- ¿De dónde proceden estos textos?

R.- Algunos habían aparecido en un blog que tenía en El País. A veces los he reescrito o reinventado y luego he escrito piezas nuevas.



P.- ¿Cómo fue el proceso de selección de los textos? ¿Cuándo sabía que un texto podía formar parte del libro?

R.- En principio elegí los más memorialísticos. Después están aquellos en los que, sin ser estrictamente memorialísticos, hay una proyección de mí mismo o algo resuena de manera especial.



P.- ¿Por ejemplo en Runaway?

R.- Sí. Ahí escribo sobre American Graffiti de George Lucas porque me permite profundizar en el personaje que interpreta Richard Dreyfuss, con el que me sentía muy identificado en su momento. Además hay otro tema muy afín a lo que me interesa que es la fuga a través del sueño, de la imaginación... American Graffiti refleja una especie de paraíso americano deliberadamente irreal y cuando vi esa película me apeteció escaparme por esa ventana.



P.- También se da una vuelta de la mano de un viejo amigo, Jep Gambardella...

R.- En ese texto hay una proyección hacia el futuro. Jep Gambardella, el protagonista de La gran belleza de Paolo Sorrentino, no está tan lejos de mi edad. Me encanta la fiesta que le dan cuando cumple 65 años y sobre todo como se lleva con la vida. Me apetecía salir a pasear con él como si fuéramos viejos amigos. Aquí aparece lo biográfico de manera más lateral pero creo que también dice muchas cosas de mí.



P.- ¿Por qué, entre todas las actrices que ha conocido, en Tres actrices elige a Mercedes de la Aldea, Concha Bardem y María Asquerino?

R.- Porque en sus tres historias hay distintas potencias narrativas, son personajes con una tremenda fuerza novelesca. Mercedes de la Aldea es un personaje absolutamente trágico que desapareció en plena juventud siendo una promesa. Concha Bardem me permitía conectar con el concepto de barrios mentales, casi un miniciclo en el libro, porque en un momento determinado sale de un teatro y todo lo que ve alrededor está teñido de la misma irrealidad que tenía la función. Y luego está el paseo con María Asquerino... El término 'paseo' lo subrayo porque el libro tiene mucha relación con él: paseos nocturnos, paseos por barrios que ya no existen, paseos por la memoria... El perfil de María Asquerino se esboza a través de un paseo nocturno por los alrededores del Retiro con su perrito. Yo quería que me contara recuerdos del mundo del teatro pero ella contesta con canciones, cantando boleros. Estas tres imágenes conectan conmigo de manera especial.



P.- ¿Por qué el título de Juegos reunidos, que se refuerza con la inclusión de ese peculiar tablero de la oca?

R.- El tema del juego me parece divertido. En Barcelona, y supongo que en Madrid también, están los trileros que esconden la bolita entre tres cubiletes. Aquí tenemos la bola biográfica y a lo mejor está en un sitio o está en el otro o a lo mejor está en los tres cubiletes. Yo creo que pasa con cualquier texto biográfico de cualquier escritor, siempre pienso que me están contando su verdad un poco esquinados, en segunda fila. La verdad nunca está donde se la espera y me gusta mucho este tipo de juego.



P.- En el libro hay una gran diversidad de géneros y estilos, incluso hay espacio para el verso...

R.- Es curioso porque los cuatro poemas salieron en un plazo de un par de años. El primer poema de ese mini-ciclo surgió a partir de la noticia de la muerte de un actor y es raro que no saliera en forma de relato. Nunca sabes a la hora de escribir por donde va a salir el toro.



P.- Barcelona tiene una presencia muy fuerte en el libro. ¿Sigue siendo tan excitante como la que refleja en Nuestra canción?

R.- No hay que perder de vista un hecho capital de Nuestra canción y es que los personajes tiene entre 18 y 20 años. Si a esa edad no encuentran las cosas excitantes... Por otro lado es verdad que el relato está fechado en un momento especialmente efervescente. Primero fue muy espumoso pero la espuma baja con cierta rapidez y eso es lo que pasó en el verano del 77 cuando empezaron a cambiar muchas cosas y pareció que algo era posible aunque no se sabía muy bien el qué. Estaban las Jornadas Libertarias, las primeras elecciones, empezaron a abrirse puertas en Barcelona. Y todo era muy barato lo que permitía un tipo de vida muy particular.