Image: Daniela Fejerman

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El Cultural

Daniela Fejerman

"Adoptar no es ningún acto de caridad, es un acto burgués"

13 noviembre, 2015 01:00

Daniela Fejerman

La cineasta argentina estrena La adopción, una denuncia de la corrupción de un sistema podrido y una crónica vivencial de una pareja que se enfrenta a una situación límite.

Directora junto a Inés París de divertidas comedias como A mí quién me manda meterme en esto (1997), A mi madre le gustan las mujeres (2002) o Semen. Una historia de amor (2005), y tras su colaboración con Angeles González Sinde en 7 minutos, la cineasta Daniela Fejerman (Argentina, 1964) vuela sola en La adopción, donde retrata la odisea de una pareja de españoles burgueses y cuarentones en busca de un niño en el laberinto de corrupción de Lituania. Nora Navas y Francesc Garrido dan vida a ese matrimonio frustrado por su incapacidad para hacerse con un niño sano en el que la crisis aflora sus más íntimos desgarros.

Pregunta.- El cartel de la película dice que La adopción está inspirada en una historia real, ¿en cuál?
Respuesta.- Está inspirada en una y en varias historias reales. El punto de partida es una historia personal que viví en Ucrania cuando fui a adoptar a un niño. Fue desesperante y se lo iba contando a mi amigo Alejo Flah por Skype hasta que llegamos a la conclusión de que teníamos base para hacer una película. A partir de aquí también fui incorporando otras experiencias aparte de la mía, historias que me habían contadon antes o que contaban las parejas que me encontré allí. También nos inventamos cosas como la historia del abuelo médico para cerrar mejor el argumento y darle un poco ese aire de thriller. Y con todo eso, la idea finalmente era centrarse en los conflictos de esa pareja.

P.- Casi por curiosidad personal, ¿cómo acabó su adopción?
R.- Acabó bien y hoy mi hijo tiene ocho años. Pero me propuse que a pesar del final feliz no iba a olvidarme de la tortura que supuso conseguirlo porque tendemos a olvidarnos de las cosas cuando acaban bien.

P.- En el filme, el proceso acaba afectando a la viabilidad de la pareja. ¿Quería hacer una especie de remake de Viaggio in Italia de Rosselini, como aquella Copia certificada de Kiarostami?
R.- No lo había pensado. Más bien me fijé en películas que tratan la adopción directamente como La pequeña Lola de Tavernier. Lo que vemos es cómo en una situación extrema las asimetrías que siempre hay en una pareja salen, y de la peor manera, lo que hace que cuestionen su amor.

P.- No solo eso, la tensión de la situación también aflora aspectos ocultos de su personalidad.
R.- En los dos salen cosas de las que no son del todo conscientes. Francesc parece más resolutivo pero vive dos etapas, la primera es de violencia, algo que no es ajeno al personaje. Intuimos a un chico de barrio que sabe lo que es solucionar las cosas a bofetadas y que ha desarrollado un gran autocontrol. Después llega una parálisis que lo deja inactivo, como anulado. En ella en cambio vemos una determinación casi fanática, sobre todo después de conocer al niño. Ella quiere seguir adelante caiga quien caiga, incluso por encima de su relación.

P.- Podría haber sido una película muy dramática pero mantiene cierta ligereza en el mejor sentido, ¿no quería cargar mucho las tintas?
R.- No había que enfatizar. Se trata de mantener el pulso y estar muy cerca de ellos, comprometidos con lo que les sucede y con el entorno. No quería hacer una película contemplativa ni didáctica, ni tampoco de denuncia. Quiero que el espectador se pregunte qué haría en la situación de los protagonistas. ¿Dónde están mis límites? Y lo contamos con esa tensión de no saber qué va a pasar al minuto siguiente.

P.- ¿Quería plantear en toda su crudeza algunos de los dilemas de la relación entre países ricos y países pobres?
R.- Lo dice en un momento el personaje de la intermediaria, algo así como "vosotros venís aquí a aprovecharos de nuestra debilidad". Hay una realidad que es el desequilibrio económico y adoptar no es un acto de caridad ni es una ONG, es un acto burgués. Pero por otro lado los protagonistas tienen un deseo legítimo de adoptar y se ven sobrepasados por una situación a la que no saben cómo enfrentarse. Finalmente, en estos países ves muy rápido que el dinero cuenta y mucho. Te encontrabas allí con parejas norteamericanas ricas para las que todo era mucho más fácil.

P.- Surge el conflicto eterno de cómo enfrentarnos a la injusticia. Si callas, parece que otorgas, y si protestas, puedes salir perdiendo.
R.- Ese debate existe todo el rato entre pegar cuatro gritos o parecer sumiso y no complicar aún más las cosas. Tratos con la irracionalidad de la burocracia tenemos todos los días. En este caso el desasosiego es mayor porque están en un país desconocido y aislado donde ante la ausencia de la ley las cosas funcionan de una manera mafiosa y nunca sabes muy bien dónde estás apuntando.

P.- ¿Con esta película en solitario apunta a una nueva etapa en la que deja atrás la comedia?
R.- No creo que vaya a realizar historias más dramáticas pero sí más apegadas a la realidad. Esta película surge de una necesidad personal y me interesa contar historias que tengan menos artificio guionístico y argumental, que rocen mucho la vida. Ahora estoy muy interesada en las nueva formas de familia y la maternidad, es una zona en la que quiero seguir explorando. Ése es mi mundo.

@juansarda