Care Santos. Foto: Jordi Soteras

La escritora presenta su última novela, Diamante azul, una historia sobre su propia familia, que coincide con el estreno en noviembre de la adaptación televisiva de su novela Habitaciones Cerradas.

Care Santos (Mataró, 1970) lleva muchos años escribiendo literatura infantil y juvenil, pero también ha alternado desde hace tiempo con la literatura para adultos. Y visto el éxito cosechado con las dos, ambas respaldadas con premios como el Ramon Llull o el Barco de Vapor no es de extrañar que opine que no existe gran diferencia entre ambas, aunque reconoce que el público juvenil es "mucho más exigente". Después de ganar el Premio Edebé con Mentira, la escritora de Habitaciones cerradas, El aire que respiras y No preguntes quién soy, se embarca en la aventura "largo tiempo postergada" de plasmar viejas historias familiares y anécdotas vividas o escuchadas para recrear el Mataró de la plena expansión industrial. Además de por la novela, la escritora está de enhorabuena porque durante el próximo mes de noviembre se estrenará en TVE la adaptación de su novela Habitaciones cerradas, dirigida por Lluis María Guell y protagonizada por Adriana Ozores.



Pregunta.- Su carrera comenzó escribiendo libros juveniles, además de gran éxito, ¿por qué decidió dar el paso a la narrativa para adultos?

Respuesta.- En realidad empecé con libros para adultos. Lo que pasa es que primera novela está descatalogada y está muy bien donde está. Realmente durante años se me ha conocido por mis libros para jóvenes porque en seguida me metí en la literatura juvenil por recomendación de una amiga editora que me conocía bien. Yo no me había aplanteado jamás escribir para jóvenes y fue ella la que me dijo "prueba porque creo que se te va a dar bien". Lo hice y me encantó, vi que realmente me gustaba el público, la voz que hace falta para escribir para jóvenes, y ahora compagino ambas cosas.



P.-¿Qué diferencias hay entre esos dos públicos? ¿De qué distinto modo se abordan a la hora de escribir?

R.- La diferencia más grande que es que los jóvenes son unos jueces implacables, son el peor lector en el buen sentido, el más crítico, el menos permisivo, el más exigente por decirlo en una sola palabra. Si eres capaz de seducir a este lector tan difícil es que estás en plena forma. El día que deje de gustarles empezaré a preocuparme y a pensar que igual debo hacer algunos cambios. En cuanto al tratamiento no creo en una literatura juvenil que dé las cosas masticadas. Al lector juvenil no hay que tratarle como si fuera un niño porque ya no lo es, no hay que explicarle las cosas como si fuera tonto. Hay que conocerle, saber para quién escribes y así saber cómo seducirle, porque en el fondo la escritura es una maniobra de seducción.



P.- En general sus novelas para jóvenes se enfocan más en la actualidad y sin embargo en las novelas para adultos viaja mucho al pasado, ¿por qué?

R.- Primero porque la búsqueda de la memoria no es un tema juvenil, sino un tema de madurez. Realmente te empiezas a preguntar de dónde vienes y que herencia has recibido de tus mayores con una cierta edad, con quince años te importa un rábano porque todavía estás pensando hacia dónde vas. Yo opino que la novela con un cierto regusto histórico es difícil que sea para jóvenes, aunque los lectores se encargan de dementirlo constantemente porque tengo lectores muy jóvenes incluso en esas novelas que creo que estoy escribiendo para gente de 50 años.



P.- También es recurrente la aparición de sagas familiares que se prolongan en el tiempo, ¿es más cómodo recurrir a una misma familia para abarcar un periodo amplio de tiempo o simplemente es recurso para estructurar la narración?

R.-Lo hago porque creo que los dos grandes temas de la vida son la familia y el tiempo, que dan no para una novela, sino para escribir toda la vida. Y para vivir también. En Habitaciones cerradas había una cita de Yasmina Reza que decía "El tiempo, ese único tema". Realmente el paso del tiempo es uno de los pilares de toda novela. Y la familia... de eso no terminaremos de escribir jamás. En el caso de Diamante azul siento que la novela es un poco como un puerto. Todo lo que he escrito antes que se pueda parecer o tener un aire familiar ha sido como un ensayo para llegar a esta novela.



P.- ¿Lo dice porque en ella habla de su propia familia?

R.- En buena medida sí. Se basa en la historia de mi propia familia y en la novela vuelco algunas historias familiares muy personales que me debía desde hace mucho. Llevaba muchos años pensando que la escribiría pero por falta distancia o de tiempo, o de coraje, porque para hablar de tu gente también hace falta echarle redaños, lo he ido postergando. Y ahora ya tocaba enfrentarse a esto y saldar mis deudas conmigo misma.



P.- Un elemento de peso en la novela es la importancia de las innovaciones como el tren pero especialmente el cine, ¿qué representa en la historia?

R.- El cine tuvo un origen muy plebeyo y nadie apostaba por él, lo cual demuestra lo idiotas que somos los seres humanos ante cualquier tipo de cambio que se nos pone por delante, pero me encantan los orígenes tan a ras de suelo de algo que ha llegado a ser lo que todos sabemos que es. Me impacta como en sus inicios era un espectáculo para obreros al que los ricos no se acercaban ni de casulaidad. También va asociado a los grandes cambios de la industrialización, esas revoluciones obreras que eran tan necesarias. El cine también era muy necesario, un pequeño lujo o una distracción al alcance de todos, de gente como tú o como yo. A la vez es un recurso técnico en la novela porque al estar tan anclada en un entorno muy local me pareció que la historia necesitaba a gritos algo más universal, y el cine me vino muy bien porque es muy local pero a la vez universal en el sentido de que por primera vez en la historia un señor de Mataró se emocionaba con lo mismo que un señor de la Quinta Avenida de Nueva York.



P.- De momento al cine no, pero sí que se ha adaptado una obra suya a la televisión...

R.- Es una cosa muy sorprendente ver de repente una obra tuya transformada a otro lenguaje y vista por otros ojos. Es muy interseante ver que hace con tu material otro creador, y en este caso además he tenido mucha suerte porque Habitaciones cerradas está dirigida por Lluis María Guell, un hombre a quien admiro mucho. Desde que supe que estaba en sus manos mi felicidad fue enorme. Yo soy todo lo contrario a la imagen tópica del novelista enfadado con la adaptación de su libro, soy una fan absoluta de lo que Guell ha hecho con Habitaciones cerradas.



P.- ¿Cómo se vive un proceso así?

R.- Básicamente con mucha emoción. Es muy extraño porque el primer día que llegué al rodaje de pronto me parecía que estaba dentro de mi novela, en los escenarios de mis personajes y en la casa de mis protagonistas. Era como si me hubieran invitado a entrar en mi libro. Por lo demás mucha emoción, intentando creérmelo y procurando ser útil, aunque en un rodaje estorbas mucho.



P.- Con una novela recién publicada parece precipitado, pero ¿qué nuevos proyectos tiene en mente?

R.- Pues ya estoy escribirendo otra cosa. Me apunto a aquello que decía Patricia Highsmith de que entre libro y libro descansa quince segundos. Aunque en realidad yo alterno, entonces cuando termino una novela como esta, de larga andadura, me viene bien cambiar de aires y suelo hacer un infantil, que es en lo que estoy ahora. Pero estoy pensando ya en la siguiente. Esta novela no siento que esté terminada, siento que hay más historia que contar y voy a contarla, aunque no sé si será enseguida porque ahora me apetece un cambio de aires y hacer algo más contemporáneo, aunque habrá continuación. Seguro.