Aurelio Arteta

El filósofo y escritor publica A pesar de los pesares (Ariel), un luminoso ejercicio de reflexión sobre el día a día del envejecimiento.

Aurelio Arteta (Sangüesa, Navarra; 1945) compone en A pesar de los pesares (Ariel), un libro hermoso y lúcido, casi un dietario, sobre la vejez y el envejecimiento. Autor de Tantos tontos tópicos (Ariel, 2012) y de Mal consentido (Alianza, 2010), el catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad del País Vasco entreteje diálogos con pensadores clásicos y contemporáneos y también estampas costumbristas y fogonazos que funcionan como aforismos de sabiduría. Una obra sobre el día a día del envejecimiento, con una moraleja clara: mejor haber nacido.



P.- ¿Qué dio origen a este libro?

R.- Pues yo mismo. Pasados los 60 empecé a percibir fenómenos que hasta entonces eran desconocidos para mí y que todavía me parecen sorprendentes. En la vejez te das cuenta de que estás abocado a un punto final muy claro y la única manera que tienes de afrontarlo con cierto dominio es precisamente reflexionando sobre ello. Sócrates dice en los diálogos de Platón que una vida no examinada no merece la pena ser vivida. En este sentido, me parecía que examinar mi vejez me daría más capacidad para poder controlar un proceso que en último término desemboca en la muerte.



P.- ¿Y por qué hacerlo por escrito?

R.- La ensayista francesa Viviane Forrester, cuestionada por Octavio Paz sobre las razones por las que escribimos, respondió que lo hacemos para "morir un poco menos". En realidad anticipas la presencia de la muerte escribiendo sobre la vejez. Pero también es morir un poco menos en el sentido de que responde a la voluntad de examinar la muerte. Por eso creo que una vejez reflexionada es una vejez mejor que una que no se reflexiona y en la que te vendrá un achaque y luego otro sin que apenas te des cuenta de lo que te está pasando.



P.- ¿Y es realmente posible controlar la vejez?

R.- Siempre me he preguntado si este es un libro tramposo porque uno se hace la ilusión de tratar de controlar la vejez e incluso de introducirla en la vida para que la muerte no te coja de sopetón. Pero la muerte no aparece al final, está de antemano con nosotros, desde que nacemos. Si uno se hace consciente de ese momento definitivo y lo integra dentro de la vida parece que puede olvidarlo un poco. Pero también puede ser un falso consuelo, además de un autoengaño y un engaño para los lectores. No era consciente de que podía haber una impostura.



P.-¿Es la muerte el elemento configurador de la vida?

R.- La muerte no está al final, la muerte está desde el principio. La muerte configura toda nuestra vida. Es el verbo que hay que utilizar, configurar. Sabemos que somos mortales y por eso introducimos urgencia y seriedad en nuestra vida. El tiempo se escapa, es breve, hay que aprovecharlo... La muerte se introduce desde el principio en nuestras vidas a menos que uno sea un inconsciente absoluto. La vejez sería sin embargo, y esto lo dice Jean Amery, la época en la que pensamos la muerte. El niño no piensa en ella, el joven poco, el maduro bastante más, pero el viejo está obsesionado.



P.-¿Cómo seríamos si fuéramos inmortales?

R.- Para empezar lo que te estoy diciendo no tendría ninguna importancia. Como escribía Borges, si fuéramos inmortales no existiría la compasión, no la necesitaríamos para nada. Si alguien se despeña y se queda tirado en una roca, nadie le haría caso porque acabaría tarde o temprano recuperándose. Desde cualquier punto de vista la muerte configura todo lo que queremos o deseamos.



P.- Ahora tenemos una esperanza de vida más larga que la que tuvieron nuestros antepasados en cualquier época. ¿Cómo ha modificado esto la vejez?

R.- En primer término la ha retrasado y por tanto también ha retrasado nuestra propia conciencia sobre la misma. Por una parte se puede vivir más desentendido del momento final aunque también puede ser que provoque una cierta obsesión. Hoy en día hay mucha más preocupación por el propio cuerpo. Cualquier síntoma temprano de una enfermedad nos asusta más. La medicina y la higiene obsesionan en los pueblos más ricos y desarrollados. Los pobres tienen una relación más cercana con la muerte, es un fenómeno más cotidiano.



P.- ¿La relación con el tiempo se modifica durante la vejez?

R.- La vejez se puede entender como la conciencia de la rapidez del tiempo. De críos el día era mucho más largo que lo es ahora para mí. Aunque el ritmo de un viejo es aparentemente más lento en sus movimientos y en sus reacciones, el tiempo pasa más rápido porque es imparable y no se puede extender, tu límite está marcado.



P.- La vejez también es una época de despedidas de amigos, familiares... ¿Sabemos afrontar el duelo hoy en día?

R.- Tenemos ciertas ceremonias pero no sé si afrontamos bien la muerte. Solemos tener mala conciencia por lo rápido que se nos olvidan las muertes de las personas queridas. Siempre me llama la atención ese tópico de que el muerto hubiera querido que ahora nos divirtiéramos... Realmente no lo sabemos, es una explicación tranquilizadora que uno se da precisamente cuando descubre que ya lo ha olvidado o que quiere olvidarlo. El muerto hubiera deseado no morir y que estuviéramos pensando la injusticia que él ha sufrido y tú no. Después está el espectáculo escandaloso de los tanatorios en el que todo el mundo habla de todo menos del muerto. Me da una impresión terrible. Casi nadie pasa a ver al muerto, yo creo que le debemos ese acto de piedad y compasión.



P.- ¿Pero necesitamos ese proceso para asimilar la muerte de personas cercanas?

R.- Hoy en día lo que queremos es quitarnos la muerte de encima lo antes posible. De ahí creo que viene la moda incineradora. Ahora reducimos inmediatamente a cenizas a los muertos. La rapidez de su extinción es significativa, como si el duelo fuera ya también menor. Pero el duelo interior de cada cual no es fácil de calcular.



P.- ¿Cuál es la mejor manera de afrontar la vejez?

R.- La vejez es una etapa muy dada a la impotencia, a la tristeza, incluso a la vergüenza porque el cuerpo te va fallando ¿Cuáles son los antídotos frente a la vejez? Solo se me ocurren fórmulas de buena voluntad. Por ejemplo, tratar de ser joven y viejo a un tiempo. No hay que aceptar ciertos prejuicios y no hay que tener miedo de expresar los propios deseos. También hay que romper el tópico de que el viejo está retirado. Además hay que aprender a desprenderse porque tarde o temprano lo vas a dejar todo. Y también hay que pensar que cada año que cumplimos es un año más y no un año menos. Quitarnos las máscaras y, eso sí, vivir sin esperanza final o última pero sí con esperanzas penúltimas.



@JavierYusteTosi