David Serrano.

El director lleva al Teatro Rialto de Madrid su versión de Buena gente, de David Lindsay-Abaire, con Verónica Forqué, Juan Fernández, Pilar Castro, Susi Sánchez y Diego París.

David Serrano (Madrid, 1975) se ganó al público con las comedias Días de fútbol y El otro lado de la cama. Lleva cinco años sin rodar -desde Una hora más en Canarias- porque el teatro lo abdujo. Especialista en musicales (Hoy no me puedo levantar, Más de cien mentiras) y en adaptar obras que han triunfado en Broadway o Londres (La Venus de las pieles, Lluvia constante, Días de vino y rosas), ahora presenta en el Teatro Rialto de Madrid Buena gente, de David Lindsay-Abaire. Verónica Forqué da vida a una mujer madura, en paro, que debe pagar un montón de facturas y mantener a su hija discapacitada. Un buen día se reencuentra con su amor adolescente, convertido en un médico de prestigio al que le sobra el dinero. Una obra para seguir creyendo en los golpes de suerte.





Pregunta.- ¿Qué le gustó de esta obra de David Lindsay-Abaire como para querer adaptarla?

Respuesta.- Tuve la suerte de ver la función en Buenos Aires, en un montaje con Mercedes Morán y Gustavo Garzón, dirigido por Claudio Tolcachir. Fui a la ciudad a dirigir una obra de teatro y aproveché para ver casi todo lo que había en cartelera, que es prácticamente infinita. En tres meses vi 50 o 60 obras y esta fue la que más me gustó. Y curiosamente, la vi el primer día que llegué.



P.- ¿Envidia esa efervescente escena teatral de Buenos Aires?

R.- Sí. Por supuesto, no todo es maravilloso, pero tienen un nivel medio altísimo y, a diferencia de Madrid y Barcelona, la cartelera del teatro privado es muy interesante, y llevan muchas obras de Broadway y de Londres.



P.- ¿Cómo se ha planteado la adaptación?

R.- El texto cuenta una historia universal que puede ocurrir en cualquier ciudad del primer mundo, eso hace que sea más interesante. En la versión de Tolcachir no se decía que era Buenos Aires ni en la mía menciono que es Madrid, pero se sobreentiende. A mí es que cuando me hablan de John y Margaret y de dólares me distancio bastante, no lo puedo evitar.



P.- ¿Diría que es la historia de una cenicienta moderna?

R.- Es una obra sobre una mujer que lucha para tener la mejor vida posible, sin grandes sueños ni delirios de grandeza. A lo que aspira es poder pagar el alquiler y atendera su hija de 40 años, disminuida psíquica y física a la que ha criado sola. Es la lucha del personaje por encontrar trabajo, y Lindsay-Abaire te lo cuenta en tono de comedia, ahí radica su brillantez, porque si lo conviertes en un dramón, para mi gusto pierde el interés.



P.- Esta obra estadounidense demuestra que el drama del paro, especialmente en personas maduras, es universal.

R.- El otro día me dijo Antonio Ripoll, del Teatro Palacio Valdés de Avilés, que es muy significativo que la gran obra sobre el paro la haya escrito un americano, no un español ni un argentino ni un griego. Los dramaturgos norteamericanos tienen una gran virtud: recogen muy bien lo que pasa en la sociedad y lo introducen en la historia sin dogmatismos ni voluntad panfletaria.



P.- La protagonista es interpretada por Verónica Forqué, una actriz que siempre ha despertado el cariño del público. ¿Por qué la eligió?

R.- Hace cuatro años vi su maravillosa interpretación del monólogo Shirley Valentine y le pedí a Carlos Lorenzo, el productor, que le pasara el texto de Buena gente. Creo que le va muy bien el personaje, porque es entrañable y a la vez contradictorio, mete la pata, tiene una lengua que le pierde... Es perfecto para Verónica porque es muy tierna pero también tiene un poco de mala baba...



P.- La obra también pone de manifiesto la gran brecha entre ricos y pobres, que sigue ensanchándose.

R.- Sí, en todas las crisis los que más sufren son los de abajo. Pero es que, además, en esta obra David Lindsay vuelca su experiencia personal, ya que él era de un barrio humilde de Boston, consiguió una beca en una universidad muy potente de allí y se convirtió en un dramaturgo muy importante. De forma paralela, en esta obra aparece un médico nacido en ese barrio que se marcha a otra ciudad a estudiar medicina y se convierte en un reputado oftalmólogo. Consiguió salir del barrio, pero también cometió el error de olvidar sus raíces.



P.- No es la primera obra extranjera que adapta, ya lo hizo con La venus de las pieles, Lluvia constante y Días de vino y rosas. ¿Le gusta ser "importador" de teatro?

R.- Lo cierto es que sí. Se aprende muchísimo haciendo adaptaciones porque ves el fondo de la obra, cómo está escrita, la analizas por completo. Es como si tuvieras a todos los escritores del mundo a tu servicio. Me lo paso muy bien produciéndolas y dirigiéndolas.



P.- También ha trabajado mucho el género del teatro musical, que ha aguantado muy bien la crisis.

R.- Como hice El otro lado de la cama y su secuela, me encargaron Hoy no me puedo levantar [con canciones de Mecano], el primer musical que se hizo en España de ese tamaño y luego vino Más de cien mentiras [con canciones de Joaquín Sabina]. Ahora lo que más me apetece es escribir un musical original, sentarme con un músico a componer nuestras propias canciones.



P.- ¿Tiene algún proyecto cinematográfico?

R.- En verano vuelvo a rodar. Llevaba mucho tiempo sin hacerlo porque he estado muy centrado en el teatro y los musicales. Rodaremos un guión que escribí el año pasado con Diego San José. Será una comedia romántica muy sencillita, sin más pretensión que la de hacer reír.



P.- ¿Ha notado un aumento de la dificultad para hacer una película desde que empezó la crisis?

R.- Desde luego, sobre todo si quiere hacer un cine más personal o un drama. Las comedias y las películas de género están encontrando mejor cauce, pero la falta de dinero para hacer cine no es el motivo por el que me he centrado más en el teatro últimamente, no fue una decisión tan inteligente por mi parte. Sí tuve algún proyecto de cine que no salió adelante por desencuentros con los productores. Ahora han cambiado mucho las reglas del juego.



P.- ¿En qué sentido?

R.- TVE produce mucho menos, las subvenciones son de broma y las televisiones privadas tienen cada vez un papel más importante en la producción. Es lógico que sus películas sean de lo más comercial, si no, estarían locos. Lo positivo es que al mismo tiempo se están involucrando mucho en el desarrollo de los proyectos y la venta de las películas. El grandísimo éxito actual del cine español tiene mucho que ver con Antena 3 y Telecinco. No puedes pedirle a Telecinco que haga una película sobre un pastor que vive solo mirando las estrellas o sobre una madre que ha perdido a sus tres hijos, pero luego te encuentras sorpresas como el hecho de que Antena 3 haya producido una película como La isla mínima, que a priori no parecía que fuera a triunfar en taquilla.