Pilar Adón

La escritora publica Mente animal (La bella Varsovia), su último poemario.

Cuenta Pilar Adón (1971) que ya en su último poemario, La hija del cazador, ensayó una ruptura con su estética anterior. "Tenía ganas de indagar en lo que yo conocía, en algo que me clamaba por dentro, volver de algún modo a las raíces y huir de los temas más literarios, de la belleza más clásica". El resultado es lo que presenta ahora, Mente animal (La bella Varsovia), un libro dividido en dos partes ("El mundo hueco" y "Decálogo") en el que la escritora, cuentista y poeta madrileña, autora del celebrado conjunto de relatos El mes más cruel, enfrenta la mente humana, racional, con el lado hostil de la naturaleza.



Pregunta.- Huye en este poemario de lo que llama "biografía literaria". ¿Es un vicio de escritor joven que quería dejar atrás?

Respuesta.- La biografía literaria es muy seductora, muy cálida. Uno escribe porque está absolutamente enamorado de algunos autores, de algunas obras. Creo que la tentación de centrarse únicamente en lo literario y pensar que todo tu universo es literario es una tentación maravillosa. No sé si es un vicio de juventud o es eterno, pero sí que es cierto que ha llegado un momento en el que relaciono literatura con verdad y me he puesto a indagar ahí, siempre con una pátina literaria, claro.



P.- Tengo entendido que su modo de escribir poesía es básicamente de sustracción, de adelgazamiento, digamos. Que escribe mucho más de lo que finalmente se publica.

R.- Sí, sí. Ahora mismo estoy terminando una novela y a la vez escribo poesía, y me doy cuenta del proceso escritura, me doy cuenta de la cantidad de material, de investigación, de buceo, de búsqueda de términos exactos que se queda luego en nada, o se resume en una frase o dos o tres palabras. Yo creo que en este poemario se advierte muy bien ese proceso: ningún verso está sin trabajar.



P.- Esa exactitud, o ese afán de exactitud ¿también lo adquirió con el tiempo? ¿Nota diferencia en este sentido entre sus primeras obras y ésta?

R.- Mucha. Yo no sé si todos somos conscientes de cómo avanzamos. Se suele decir que el autor siempre está más orgulloso de lo último que ha escrito, y en mi caso no puede ser más cierto. Creo que en mis primeros textos me dejaba llevar por una concepción equivocada de lo literario, una especie de barroquismo: mucho adverbio, mucho adjetivo, mucha influencia de la literatura inglesa. Desde mi perspectiva actual todo eso ensucia el texto. Es algo que me ocurre incluso con mis lecturas actuales.



P.- Quizá de entre todos los géneros de su obra, el cuento y el poema, por lo que se oculta, son los más cercanos, ¿no?

R.- Sí, incluso en técnica. Mi sensación es que en poesía y en relato no puedes permitirte que algo sobre, que algo no esté perfectamente encajado. No te puedes permitir un mal verso o una escena de un relato que sea un pegote o no esté trabajada con el conjunto.



P.- El poemario se divide en dos partes. La primera, "El mundo hueco", reúne los poemas de una primera versión, algo así como el núcleo duro del libro, ¿no es así?

R.- Sí, y "Decálogo" funciona como una especie de juego bíblico que hace referencia a un mundo del que todos formamos parte y que estilísticamente me parece muy atractivo. La primera parte es la gestación del "Decálogo". Me parecen atractivas esas referencias bíblicas, no solo por el estilo o el ritmo, sino también por ese cainismo que se oculta detrás, la crueldad, la sensación de no tener una patria, el destierro. Todos son temas muy presentes en Mente animal.



P.- ¿Qué papel juega el miedo -en este caso el miedo a lo salvaje- en este poemario?

R.- Yo aquí hablo de un miedo a lo interior, a lo que se ha vivido y se lleva dentro. Es un miedo que siempre está ahí. Es ese miedo interior, aunque bebe de lo literario, se desarrolla en un territorio muy hostil, que es el de la naturaleza real. Cuando uno tiene miedo, pero se siente arropado (hay un verso que dice: "El hogar está donde está el calor"), el miedo tiende a ocultarse, pero cuando hay frío (y estamos hablando de elementos muy físicos), cuando uno está desamparado y no ve salida en esa naturaleza desprovista de asideros, cuando sucede eso el miedo es absoluto. Cualquiera que haya estado solo en medio de la naturaleza, y no necesariamente de noche, sabe de lo que estoy hablando. Yo creo que por eso el hombre ha huido de la naturaleza o lucha contra ella. En realidad es algo bastante básico.



P.- ¿Se rebela contra esa idea de que la naturaleza está ahí para que la contemplemos?

R.- Sí, aunque fíjese: dos de mis escritores de cabecera han sido siempre Thoreau y Emerson, con ese retorno a la naturaleza. Mi primera intención en Mente Animal era bastante waldeniana, propia del buen salvaje; lo que pasa es que, pensando en esa verdad de la que hablábamos antes, me di cuenta de que esa no era la naturaleza que yo conocía, que está muy lejos de la naturaleza de casa rural o de esta naturaleza Disney que tiende a humanizarlo todo. Leyendo después a Thoreau y a Emerson me he dado cuenta de que no puedo estar de acuerdo con ciertas cosas. Creo que ante ese miedo del ser humano a la naturaleza, la respuesta es la huida o la destrucción.



P.- La destrucción de la naturaleza: ¿diría que hay sentido de denuncia en el poemario?

R.- Inicialmente tuve esa intención, pero después el poemario tomó otro camino. Aunque es verdad que hay tantas lecturas como lectores, y nunca se sabe. Mente animal va más por el lado del hombre, de la dureza de la naturaleza. En el libro, además, estamos en un estadio previo, nos hemos retrotraído años atrás, antes de las salvajadas que se cometen hoy contra el entorno natural.



P.- Ya sé que no es así, pero alguno puede pensar que su tratamiento de la naturaleza, no como un objeto de contemplación, es antipoético.

R.- Bueno, en realidad hay mucha observación de la naturaleza.



P.- Pero no como objeto de deleite.

R.- En ese sentido no, claro. Porque se trata de deleitarse con algo que forma parte de ti; es como si dijéramos: "Me deleito observando mis riñones". Aunque también creo que hay algo de vinculación, en este poemario, con la naturaleza en su sentido más romántico, salvaje, con esa naturaleza que nos arrebata, con las tormentas, el viento chocando contra las rocas, todos estos iconos tan románticos.