Toni Montesinos publica Diario de un poeta isleño (La Isla de Siltolá)

El escritor publica el poemario 'Diario de un poeta isleño' (La Isla de Siltolá)

Toni Montesinos (Barcelona, 1972) es un escritor todoterreno al que le cuesta dejar la pluma en el tintero aunque solo sea un rato. Diario de un poeta isleño (La Isla de Siltolá) es el sexto libro de poesía que escribe tras El atlas de la memoria, Labor de melancoholismo, La ciudad gris, La muerte escondida y Sin. También ha publicado dos novelas, Solos en los bares de noche e Hildur. Además, ensayos, críticas, crónicas de viaje... Y, por si fuera poco, colabora con el diario La Razón y la revista Clarín y mantiene una actividad constante en su blog, Alma en las palabras, en el que, entre criticas y comentarios, realiza entrevistas a escritores siguiendo el modelo que utilizó Truman Capote para entrevistarse a sí mismo en Autorretrato. Esta mañana será él quien se enfrente a parte de este cuestionario.



Pregunta.-¿Cuál fue la idea que dio lugar a este Diario de un poeta isleño?

Respuesta.- Configurar un poemario que atravesara toda una vida, la mía en concreto. De modo que un tiempo lejano y otro cercano confluyeran en el concepto y realidad de isla. Estas islas, tanto las metafóricas como las reales (Puerto Rico e Islandia), obedecen a experiencias vitales que están relacionadas con todo aquello que tiene que ver con la existencia, desde lo más vívido a lo mortuorio. En definitiva lo que quería era trazar un libro tragicómico como es la propia vida.



P.- Hay dos conexiones clave en el libro, por un lado la figura paterna y la muerte y, por el otro, la asociación de la vida a la mujer.

R.- Son los dos emblemas del libro, figuras de lo peor y lo mejor de vivir. Para la primera parte quise recuperar poemas de una etapa en la que la figura del padre era tristemente frecuente y su evocación resultaba fantasmagórica. Fue un proceso doloroso e impúdico, reflejo semi-demente de una época desgraciada y lo que pretendía era concretar bien el sentimiento de culpa. Por su parte, la mujer ejemplifica la resurrección, el vitalismo, la capacidad de felicidad dentro de la isla del amor, ejemplificadas en dos islas reales: Puerto Rico e Islandia.



P.- La isla de hielo y fuego hace referencia a Islandia tanto en el léxico como en las imágenes creadas ¿Por qué este viaje?

R.- Esta última de las cuatro partes que componen el libro tiene un corte más lúdico que obedece a un viaje real que fue para mí un auténtico hito. En 2009 publiqué una novela, Hildur, que versaba sobre la relación entre una violinista y un pianista, ambos islandeses. Fue a principios del 2000 cuando visualicé ese relato Órfico que se sumergía en el submundo de Islandia. Esta historia que logré publicar la realicé sin conocer el país. Ir allí fue impresionante, encontrarme con la isla que había recreado sin haberla pisado. Por eso esta parte es lúdica y desenfada, por la dicha de conocer un lugar antes interiorizado.



P.- ¿Comparte la opinión de que su poesía es eminentemente visual?

R.- Sí. Realmente me interesa que la metáfora, el símil y la imagen terminen en mi acervo lingüístico para que el lector pueda visualizarlo. Tiene que ser así.



P.- Ainhoa Saénz de Zaitegui opina en la crítica de El Cultural dedicada a este poemario que "sus versos son largos hasta diluirse en la prosa". ¿Es un juego consciente?

R.- En este poemario hay una tendencia a lo versicular, como en el extenso primer poema de ritmo cadencioso. En la segunda parte también hay poemas en prosa. Pero hay una gran variedad, con verso suelto, con cierta regularidad, poemas breves, estructura amórfica...



P.- Es usted poeta, novelista, crítico, ensayista, bloguero... ¿Se siente más cómodo en alguno de estos trajes que en otro?

R.- Cuando no escribo me siento incómodo en todos. Pero si decido pisar un generó, lo piso de lleno. La estructura viene determinada por el origen: un desgarro emocional suele acabar es verso y un pensamiento filtrado por la experiencia en un ensayo. Sin embargo, como sucede en mis crónicas de viaje, soy muy dado a mezclar géneros y trato de buscar vasos comunicantes entre ellos para reinventarlos dentro de mis posibilidades personales.



P.- ¿Cuál es su opinión sobre el momento actual de la poesía en España?

R.- Desconcertante. Al parecer nunca se ha vendido menos. Hay editoriales que resisten y muchos poetas, pero la diversidad hace muy difícil valorarlos. Me siento lejano porque hay mucho retoricismo y ensimismamiento y poca enjundia y riesgo. Hay que padecer lo que significa ser humano y transmitirlo. No tiene que ser la línea clara de antes pero me siento distante del panorama actual aunque puede que por incapacidad mía.



P.- En su blog Alma en las palabras tiene la costumbre de someter a escritores al cuestionario que utilizó Truman Capote para entrevistarse a sí mismo. ¿Me permitiría hacerle tres de estas preguntas?

R.- Nunca me he sometido a ello y supongo que ya iba siendo hora.



P.- ¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?

R.- Cualquier cosa nos produce escándalo y cualquier barbaridad nos deja indiferentes dependiendo del momento personal que atravesemos. Esta sociedad presurosa se queda fría ante demasiadas cosas de las que suceden. Sin embargo, me escandaliza y desgarra que los niños lo pasen mal.



P.-Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?

R.- Como no pude ser jugador de baloncesto, creo que me habría dedicado a la música o el dibujo que eran para mí muy importantes. Aunque ambas son disciplinas creativas. Supongo que mi respuesta sería hacer cualquier cosas de manera creativa.



P.-Si el Reader's Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?

R.- Sin duda, a la persona a la que he dedicado el libro, mi abuela Antonia.



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