Fernando Franco estrena La herida.

Fernando Franco estrena su opera prima, La herida, película triunfadora del festival de San Sebastián en el que recibió la Concha de Plata a la Mejor Actriz (Marian Álvarez) y el Premio Especial del Jurado

El debutante Fernando Franco no podía haber empezado con mejor pie su carrera en el largometraje. La herida, que se estrena hoy en salas, fue la gran triunfadora del Festival de San Sebastián: Concha de Plata a la Mejor Actriz (Marian Álvarez) y Premio Especial del Jurado. Feliz como un niño con los dos galardones obtenidos, pero cauto y escéptico respecto al futuro, el cineasta desentraña para El Cultural las claves de la película y reivindica un trato más justo para el cine español por parte del Estado.



Pregunta.- ¿Qué futuro se imagina ahora para la película?

Respuesta.- Creo que puede tener un cierto recorrido en salas comerciales, pero los premios también pueden ser muy engañosos. Hay que ser muy cauto. En todo caso, hemos variado un poco el planteamiento de distribución y se exhibirán más copias de las planificadas al principio. Los premios han ayudado a generar una expectación, pero en cualquier caso sabemos que hay una profunda crisis de espectadores, y toda expectación es de algún modo falsa. Es impredecible. Aunque se estrenó con otro volumen de copias, no hay que olvidar lo que le pasó a Los pasos dobles, que ganó la Concha de Oro, pero su recorrido en salas comerciales fue muy pobre. ¡Y era Isaki!



P.- ¿Y a nivel personal qué valor le da al doble reconocimiento por parte del Festival de San Sebastián?

R.- A nivel personal es una satisfacción enorme. Me resulta especialmente grato que es una recompensa tremenda a una película que hemos hecho con pasión, con la implicación plena de todo un equipo artístico y técnico de mucho talento. Se ha trabajado mucho y durante mucho tiempo. Ha sido además un tremendo regalo para Marian Álvarez, por quien me alegro especialmente, porque desde su trabajo, su entrega y su amistad ha sido la mejor compañera de viaje que he podido tener. Lo que esperaba al terminar la película es que una actriz como ella fuera reconocida como una de las mejores actrices que hay en España. Cuando hizo Lo mejor de mí, pudimos ver de lo que era capaz, y creo que La herida, si algo ha logrado, es confirmar lo verdaderamente grande que es.



P.- Hay un consenso muy fuerte en la justicia que se ha hecho concediendo a Marian Álvarez la Concha a la Mejor Actriz. Su interpretación es magnífica, pero es curioso que precisamente una de las grandes dificultades que plantea la película es hasta qué punto el espectador pueda empatar con Ana, su personaje...

R.- Ese era el reto fundamental para Marian y para mí como guionista. Creo que aparte de la interpretación tan cruda y verosímil que hace, ayuda mucho su físico, la fragilidad y la dulzura que transmite. Lo más importante para mí era ser fiel al punto de vista de ella, que ocupa todo el punto de vista de la película. Quería que viéramos y sintiéramos el mundo a través de ella. A nivel de puesta en escena, la película es la convergencia de dos medidas. Una es la distancia respecto a ella, que tiene que ser muy corta ya que debe expresar casi todo lo que siente a través del rostro, sin palabras, y otra distancia era la que marca la búsqueda de la cámara de los objetos y las personas que la rodean, porque a través de su entorno es como se define. Ha sido todo un desafío.



P.- Hay un rigor extraordinario en ese punto de vista, tanto que no siente la necesidad de explicar que padece un trastorno, porque ella tampoco lo sabe. Es una decisión muy arriesgada.

R.- Sí, puedes perder al espectador más perezoso, pero tengo el convencimiento de que había que hacerlo así. Le enseñé la película a varias personas antes de darla por terminada. Un director de cine me comentó que él sí daría esa explicación de algún modo, mediante un personaje o en una escena concreta, que tenía la sensación de que hacía falta. Yo creo que una vez que sientas las bases de cómo hacer la película, todo se ve más claro. Por una cuestión de rigor con el punto de vista, que me interesa mucho en el cine, para mí no existía esa opción. Creo que si damos al espectador más información que la que tiene la protagonista, estaríamos traicionando a los dos, y por tanto a la película.



P.- ¿Qué clase de reacciones le han sorprendido más?

R.- Aparte de los premios, que sinceramente ni siquiera lo soñaba, me ha parecido muy curioso que varias personas me han dicho que han conocido a gente que se comportaba así, pero que desconocían que padecieran un trastorno, probablemente porque los propios enfermos también lo desconocían. El trastorno borderline es una enfermedad que si no se diagnostica y no se hace terapia, es imposible salir de ella, el pozo es cada vez más profundo...



R.- Ya se ha comentado la excelencia del final, que de algún modo apela a ese pozo sin fondo que menciona.

R.- Bueno, sin entrar en spoilers, para mí no es un final completamente desesperanzado, como parece que ha sido la reacción general en los pases del festival, sino prácticamente lo contrario. Hay un elemento de catarsis que es muy importante, y esto es algo que creo que van a comprender bien las personas que conozcan el trastorno porque lo han padecido o porque conoce sus síntomas. Creo que la mayoría de la gente lo ha interpretado como un gesto de desesperanza, pero claro, la película también es abierta en ese sentido, no impone un pensamiento, más bien quiere generar emociones retratando una cotidianidad.



P.- ¿Por eso da la sensación de que la historia podría haber empezado y terminado en otro punto, que es como un fragmento de la rutina de Ana tan válido como otro?

R.- Esa era un poco la idea. Una broma que yo hacía con Marian respecto a esto es recordarle una entrevista que le leí a Kaurismaki. Le decían que había hecho por fin un final feliz, con los personajes navegando en un barco. Y él respondió que se le acabó el dinero, pero en verdad el barco luego se hundía. De alguna manera con esa broma le decía a Marian que cortábamos la película justo antes de que ella tomara las riendas de su vida. Pero la interpretación es de cada uno, claro.



P.- ¿Dónde pone los límites de lo que hay que dejar en manos del espectador? ¿Qué porcentaje del trabajo tiene que hacerlo él para comprender globalmente la película?

R.- Es una experiencia que a mí me gusta como espectador, que no me den nada masticado. Yo veo todo tipo de cine y el que más me seduce, porque permanece en mi memoria, es el que me hace trabajar después, en el sentido de que me obliga a reflexionar. Por ejemplo, he visto recientemente L'Apollonide y me generó unos interrogantes muy grandes, cuestiones relacionadas con la construcción de la mecánica de la película, el significado de sus elipsis, etc. No necesito acabar de entenderla del todo, pero sí necesito que me seduzca. Como eso me gusta como espectador, supongo que de algún modo es lo que trato de entregar como autor.



P.- La herida es una película que corre tantos riesgos que no habrá sido sencillo encontrar la complicidad de productores...

R.- En cierto modo es un milagro que hayamos podido hacerla. El productor Koldo Zuazua entró en el el proyecto porque lo dictó su intuición, no porque fuera una decisión racional. En todo momento entendieron desde producción que la apuesta de la película pasaba por su rigor, y quizá es algo insólito en un primer largometraje, pero no se ha cambiado ni una coma en el guión ni tampoco en el montaje, no ha habido cambios por razones "comerciales". Y luego en el rodaje hubo una convergencia de elementos extraños. La película es pequeña pero el rodaje podría haber sido bastante más problemático de lo que ha sido. Todo fluyó de forma excepcional, a veces inexplicable. Por ejemplo, llevaba lloviendo en San Sebastián más de veinte días, y el día que llegamos para rodar se detuvo la lluvia durante una semana, y cuando nos marchamos empezó a nevar.



P.- A qué responde su interés por mostrar el día a día de Ana, ¿es un interés personal o un interés motivado por el potencial cinematográfico?

R.- No sé si es tanto el potencial cinematográfico que ofrece retratar un trastorno psicológico o el potencial del cine por dar a conocer historias que de algún modo son subterráneas. Es una mezcla de las dos. A mí me interesa la capacidad del cine por hacer ver lo que generalmente no vemos o desconocemos. Jorge Volpi dice que el valor la ficción respecto a la realidad es que puede construir un imaginario colectivo. Una novela o una película puede alumbrarte sobre temas que desconoces, de los que no sabrías nada de otro modo, y así profundizar más en el estudio de la naturaleza humana.



P.- Ha retratado a una mujer desnortada, extraviada, sin dirección. ¿Le otorga algún valor simbólico a Ana, como si su estado mental fuera una metáfora del estado en el que está inmerso el país?

R.- Por más que me guste esa lectura de La herida, francamente, no me planteé en esos términos. De hecho, el guión lo empecé a escribir en 2008, cuando la situación era mala, desde luego, pero aún no conocíamos sus dimensiones. Lo que sí siento con la película es la necesidad que tenía de que fuera deudora de su tiempo y su lugar. Me interesa esa vertiente de documental implícito que tiene toda ficción. Por ejemplo, ya en el principio del film aparece de modo muy tangencial la problemática de la salud pública. Supongo que también el personaje de Ana es muy contemporáneo, su trastorno lo es desde luego, y también sus reacciones, y puede en cierto modo representar una imagen colectiva de lo que estamos viviendo.



P.- Con los últimos recortes en el cine anunciados por Cristóbal Montoro, hasta la directora del ICAA dice que la situación del cine es "crítica". ¿Cómo interpreta estos últimos anuncios del ministro de Hacienda?

R.- Lo interpreto como un ataque frontal y directo al cine por parte del Partido Popular. Parece que la idea es cargarse una industria que no conocen, que no les interesa, de la que seguramente piensan que somos cuatro chupópteros caminando por una alfombra roja. Y están muy equivocados. El cine representa una una industria de más de medio millón de trabajadores: hay iluminadores, transportistas, eléctricos, cocineros, diseñadores, maquilladores... y están casi todos en paro. Se olvidan además que el cine es también "Marca España", que exporta una imagen muy valiosa de nuestro país en el exterior. Tenemos el caso reciente de Albert Serra y Lois Patiño en Locarno, por ejemplo. Me temo que en el futuro inmediato la horquilla del cine va a contemplar solo dos posibilidades: o la superproducción a Lo imposible o el low cost más indigente. Ni siquiera será posible hacer una película tan pequeña como La herida. Yo ahora vengo de Colombia y allí el modelo de desgravación fiscal sí que ayuda, pero aquí se están tomando medidas que no son de ahorro, sino de destrucción.



P.- Y en este pasaije de destrucción, ¿qué hará próximamente? ¿Tiene algún proyecto ya en marcha?

R.- Tengo un proyecto ya empezado antes de que terminara La herida, con el que estoy muy entusiasmado. Pero me llevará cierto tiempo porque requiere una investigación previa importante. Es la adaptación de una novela de Arthur Schnitzler, Morir, y también es una especie de retrato psicológico de un personaje. La protagonizarán Marian [Álvarez] y Andrés [Gertrudix]. En cierto modo, continuar con este proyecto me quita de encima esa presión de la "segunda película" que pueda tener.



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