Image: Luis Landero

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El Cultural

Luis Landero

"La gente huye de la quietud para no encararse con el destino"

30 octubre, 2012 01:00

Luis Landero. Foto: Óscar Monzón.

Acaba de publicar su séptima novela, 'Absolución'.

Dice Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948) que siempre que escribe sobre la adolescencia, lo hace sobre la suya propia. Así, se ve reflejado en la insatisfacción de Lino, el protagonista de su última novela, Absolución (Tusquets). "Pero con los años me he ido apaciguando y resignando", explica el escritor. Igualmente, Lino, tras una vida errática, encuentra la felicidad pasados los treinta. Pero la felicidad es frágil y resbaladiza, sometida a la tiranía del azar, y así la pinta la séptima novela de Landero, 23 años después de su magnífico debut, Juegos de la edad tardía, que le valió el Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa.

Pregunta.- El protagonista de la novela, Lino, le da la razón a Pascal en eso de que los problemas le vienen al hombre por no saber estarse quieto. ¿Usted también?
Respuesta.- Sí, no hay más que ver cómo la gente huye de la soledad y la quietud y se inventa todo tipo de cosas para aturdirse con la acción y no quedarse frente a frente con el destino: excursiones, viajes, se inventa deportes, o esa nueva moda de tirarse desde el balcón a la piscina... Con todo eso intenta olvidarse de su condición. Yo he sido siempre bastante solitario, me encuentro bien leyendo, viendo una película, escribiendo. Y soy sedentario, me da pereza viajar, me invitan a sitios y rara vez voy.

P.- A Lino le choca que le den consejos sobre la felicidad personas que no son felices.
R.- Pasa continuamente, todo el mundo está dispuesto a dar consejos, todo el mundo sabe el camino hacia la felicidad, pero la de los demás. Te dicen que aproveches el presente, que no te obsesiones con el pasado, que tengas esperanza en el futuro... Está claro que todos sabemos cómo deberían ser las cosas.

P.- En su crítica de Absolución para El Cultural, Santos Sanz Villanueva alaba su maridaje entre pensamiento y narración, y en ese sentido le compara con el Thomas Mann de La montaña mágica. ¿Cómo se consigue una fusión homogénea de ambos elementos sin perder el pulso narrativo?
R.- Siendo fiel a la narración, no intentando convertir la novela en ensayo y no permitiendo que el ensayo irrumpa en la novela. Las reflexiones deben hacerse al hilo de la narración. Yo no soy un narrador intelectual en el sentido clásico, no pretendo teorizar sobre nada. Intento hacer como Proust o Musil, que reflexionan mucho pero engranando muy bien sus pensamientos con la acción.

P.- También recuerda a Cervantes por el deambular del personaje, por eso de que la vida no hay quien la entienda y por la intervención quijotesca de Lino en plena calle y que desencadena el grueso de la trama.
R.- No está muy claro qué es eso del cervantinismo. Para mí es una mirada cordial e irónica sobre el mundo, piadosa, distante, donde todos los personajes tienen sus razones y se huye de tesis radicales. Esa ironía y melancolía llena de humor es lo que define a Cervantes. Eso de ser cervantino es un cajón de sastre, pues él fue el padre de la novela moderna y su influencia está en muchos grandes autores, como Dickens o los existencialistas rusos.

P.- En la novela tiene un gran peso el azar. Da vértigo pensar cómo un suceso puntual y fortuito puede cambiar el rumbo de nuestra existencia.
R.- Estamos expuestos a la tiranía de la casualidad, que lanza nuestra vida en una dirección imprevista, mediante pequeñas cosas que acaban siendo importantes, o pequeñas frases, como cuando alguien dice "te quiero" y se convierte en prisionero de esa confesión, o lo que dijo el ministro Wert hace unos días de "españolizar a los catalanes". Fue una simple frase pero difícilmente lo van a olvidar los jóvenes catalanes.

P.- En sus novelas aparecen personajes muy singulares. ¿Cómo los construye?
R.- Hay personajes inspirados en la realidad, otros son puramente inventados y en otros casos la propia acción te obliga a inventarlos a partir del ambiente, los espacios u otros personajes. Para mí los personajes son más importantes que la trama. Es lo que ocurre con El guardián entre el centeno. La trama no es gran cosa, pero como el personaje es muy interesante, cualquier cosa que haga lo será.

P.- Absolución parte del misterio de la felicidad. ¿Qué opina del boom de libros pseudocientíficos sobre la búsqueda de la felicidad, que la reducen a una fórmula matemática?
R.- ¿Qué voy a opinar? Pues que son filosofía y psicología baratas. Los libros de autoayuda -los buenos- han existido siempre, desde Marco Aurelio a Bertrand Russell, pasando por Montaigne, lo que demuestra que el hombre no es feliz y que en cuanto se descuida aparecen sus demonios. Yo en el libro no hago elogio de la felicidad, sino que hablo de la búsqueda.

P.- ¿Absolución es la obra de la que se encuentra más satisfecho?
R.- No lo sé. Yo estoy contento con el resultado y he sido feliz escribiéndola. Siempre hay una época de idilio con la novela que acabas de escribir, en la que piensas que eres el mejor. Luego vienen las primeras desavenencias conyugales. En esta novela he podado muchas cosas, quería contar algo esencial, desnudo, y creo que lo he conseguido.

P.- ¿Qué supone para usted el ejercicio de la literatura?
R.- No concibo mi vida sin ella, y si tuviera otra, tampoco. Ha sido importantísima para mí, me ha salvado del abismo de no saber qué hacer en la vida, del absurdo de vivir. Empecé a escribir en la adolescencia y se convirtió en mi tabla de náufrago.

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